Historia de un desencuentro
El paso de Maradona por el f¨²tbol espa?ol dej¨® un rastro m¨¢s sentimental que de resultados
![Ramon Besa](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F042b42c5-ca63-411a-883d-cb74d8d0d911.jpg?auth=3ea973647cbe92600acf20aba2329a6d83143025ecc0001b5b83e4d6be68bb1e&width=100&height=100&smart=true)
Por joven o por viejo, Maradona pas¨® en mala hora por el f¨²tbol espa?ol, si se atiende a su cuenta de resultados, pero la memoria futbol¨ªstica barcelonista activa episodios ¨²nicos cada vez que aparece la figura del pelusa. Arm¨® el primer gol en la final de la Copa ganada al Madrid (1983) con un segundo tanto del pich¨®n Marcos que Schuster celebr¨® con una butifarra, y fue el abanderado de la Copa de la Liga (1983) conquistada en el Camp Nou tras marcar un gol en el Bernab¨¦u que le cost¨® la entrepierna a Juan Jos¨¦. Y qu¨¦ decir del tanto que meti¨® en el peque?o Maracan¨¢ de Belgrado en una actuaci¨®n solemne.
El rastro que dej¨® Maradona fue tan sensible que todav¨ªa hoy la hinchada a?ora sus calentamientos, cuando con sus anchos pies, liberados de los cordones de las botas, igual le daba a la pelota que a un lim¨®n. M¨¢s que jugar, Maradona calent¨® en el Bar?a. Estuvo un tiempo enfermo, aquejado por una hepatitis, y las lesiones le torturaron, sobre todo la que sufri¨® en la Merc¨¨, en la fiesta mayor de Barcelona de 1983, cuando Andoni Goikoetxea le rompi¨® un tobillo.
La suya fue sobre todo una pelea continua con el Athletic de Clemente, el mismo que escribi¨® su sentencia en el Bar?a despu¨¦s de la final de la Copa de 1984 ganada por los vascos con un gol de Endika y que acab¨® como el rosario de la aurora, con fubolistas de uno y otro equipo d¨¢ndose de lo lindo, y Maradona entre ellos, pues mantuvo una actitud tribal, tanto fuera como dentro de la cancha.
Maradona levant¨® a su alrededor una pared humana que le incomunic¨® con la ciudad y resalt¨® sus cuitas con la directiva, con los periodistas y con matones de discoteca. No intim¨® demasiado con la plantilla, pese a que tuvo amigos incondicionales -como Carrasco, Migueli, Marcos o Julio Alberto-, y lider¨® todas las reivindicaciones. M¨¢s que nada provoc¨® la ira de la misma junta que le contrat¨® por una cifra r¨¦cord de 7,3 millones de d¨®lares del a?o 1982. 'Ac¨¢ no soy feliz', proclam¨® antes de irse, para un tiempo despu¨¦s confesar que hab¨ªa probado la droga por primera vez en Barcelona porque necesitaba sentirse vivo.
El desencuentro con el club azulgrana result¨® tan notorio que la partida del jugador al N¨¢poles fue aceptada como una fatalidad m¨¢s del f¨²tbol. Maradona necesitaba aire, dinero y calor humano, y el Bar?a se qued¨® con la plata, aun sabiendo que traspasaba al que iba a ser el mejor jugador del mundo. Tanto Dieguito, 21 a?os por entonces, como su manager Jorge Czysterpiller, hab¨ªan llegado demasiado temprano al Camp Nou.
A Sevilla, por contra, Maradona aterriz¨® ya muy fatigado (1992-93), de vuelta de muchas cosas y acab¨® igualmente de mala manera, pese a que al igual que en Barcelona contaba con la protecci¨®n t¨¦cnica (Menotti en el Camp Nou y Bilardo en el S¨¢nchez Pizju¨¢n), informa Daniel Gil. Dieguito fue m¨¢s protagonista en la calle que en la cancha, se enfrent¨® con todo el mundo y acab¨® por irse al cabo de unos meses, dejando al Sevilla tirado y abocado a una crisis econ¨®mica que estall¨® tiempos despu¨¦s de forma estruendosa.
![Maradona, en la gran jugada del Madrid-Bar?a de 1983.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/H3ST2LKEAUCW44UPMLYQR5FZSE.jpg?auth=f73334cbab74ec4b51d209f9f4b2550348de4699f09482b764f25abc792e825c&width=414)
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