Demasiadas piezas en el tablero de Afganist¨¢n
Hace un mes, la principal fuerza opositora de Afganist¨¢n y el rey en el exilio acordaron dar forma a una Administraci¨®n prooccidental para su pa¨ªs. A finales de octubre deber¨ªa estar listo un Consejo Supremo de Unidad Nacional para sustituir a los talibanes, cuyos d¨ªas de gobierno estricto y teocr¨¢tico parec¨ªan contados.
Sin embargo, ese acuerdo entre afganos no ha servido m¨¢s que para inflamar las ambiciones contrapuestas de terceros pa¨ªses. La Alianza del Norte y los asesores del antiguo rey no han logrado celebrar una segunda reuni¨®n -para escoger a los 120 miembros del Consejo-, y cada una de las partes est¨¢ recibiendo las presiones de otros pa¨ªses con sus intereses particulares.
Aunque el estado del ex rey es fr¨¢gil, el objetivo es convertirle en elemento de uni¨®n para que los afganos encuentren una soluci¨®n propia
El general Musharraf, presidente de Pakist¨¢n, est¨¢ a favor de un Gobierno afgano encabezado por el rey y pastunes que hayan desertado del r¨¦gimen talib¨¢n
Pakist¨¢n financi¨® a los talibanes para terminar con la anarqu¨ªa de Afganist¨¢n, sujeta al poder de las facciones que ahora componen la Alianza del Norte
'Es el Gran Juego, segunda parte', dice con frustraci¨®n un asesor de Mohammed Zaher Shah, de 87 a?os, ex monarca del pa¨ªs m¨¢s disputado de Asia central. 'O quiz¨¢ es que el Gran Juego nunca se termin¨®'.
El Gran Juego es un t¨¦rmino acu?ado por el escritor ingl¨¦s y premio Nobel Rudyard Kipling para calificar las intrigas del siglo XIX en Afganist¨¢n, cuando Gran Breta?a y Rusia luchaban por el control de aquella tierra salvaje y monta?osa en la que se tocaban sus vastos imperios.
Hoy, al menos diez pa¨ªses -incluidos Estados Unidos, Rusia y los seis vecinos inmediatos de Afganist¨¢n- luchan por la posibilidad de influir en el orden postalib¨¢n. Cada uno de ellos ve una conexi¨®n entre Afganist¨¢n y su seguridad nacional, y cada uno cuida a su propia clientela en el pa¨ªs, mientras los viejos caudillos, los dirigentes tribales en el exilio y los jefes militares de la oposici¨®n se disputan la credibilidad y la influencia.
'Los intereses de todas esas potencias complican el proceso de reconciliaci¨®n nacional dentro de Afganist¨¢n', explica Rasul Bakhsh Rais, un especialista en Asia central que trabaja en la Universidad de Quaid-i-Azam en Islamabad (Pakist¨¢n). 'Cada una quiere construir el futuro del pa¨ªs en funci¨®n de esos intereses propios'.
Aparente fracaso
La consiguiente falta de una alternativa pol¨ªtica al r¨¦gimen talib¨¢n ayuda a explicar, seg¨²n los analistas especializados en la regi¨®n, el aparente fracaso de las operaciones militares dirigidas por Estados Unidos para debilitar el control de la milicia sobre m¨¢s del 90% de Afganist¨¢n.
El Gran Juego segunda parte es dif¨ªcil de seguir si no se lleva bien la cuenta de cada jugada.
Pakist¨¢n financi¨® a los talibanes para terminar con la anarqu¨ªa que estaba desgarrando Afganist¨¢n, pa¨ªs entonces sujeto al poder de las facciones que ahora componen la Alianza del Norte.
Los l¨ªderes talibanes, unos extremistas isl¨¢micos que llegaron al poder en 1996, pertenecen a la mayor¨ªa ¨¦tnica past¨²n y siguen teniendo fuerte apoyo entre los militantes isl¨¢micos y los pastunes de Pakist¨¢n.
Despu¨¦s de los atentados del 11 de septiembre contra Estados Unidos, los norteamericanos convencieron a Pakist¨¢n de que se opusiera a los talibanes. Hoy, el general Pervez Musharraf, presidente paquistan¨ª, est¨¢ a favor de un Gobierno afgano encabezado por el rey de etnia past¨²n y pastunes moderados que hayan desertado del r¨¦gimen talib¨¢n; en cambio, se opone a que tenga m¨¢s papel la Alianza del Norte, laica, que Pakist¨¢n considera hostil.
Estados Unidos, preocupado por el malestar interno en Pakist¨¢n tras el cambio de bando de Musharraf, apoya la idea de incluir a talibanes moderados en un nuevo Gobierno afgano. Pero, al mismo tiempo, Washington financia y contribuye a la ofensiva militar de la Alianza del Norte contra las l¨ªneas talibanes.
La Alianza del Norte, cuyas tropas controlan alrededor del 10% de Afganist¨¢n, est¨¢ encabezada por tayikos, uzbekos y hazaras. Los tayikos y los uzbekos de Afganist¨¢n tienen afinidad con sus parientes ¨¦tnicos en las vecinas Tayikist¨¢n y Uzbekist¨¢n, ex rep¨²blicas sovi¨¦ticas. Los hazaras son musulmanes shi¨ªes apoyados por Ir¨¢n.
Ir¨¢n desea un Gobierno favorable en Afganist¨¢n para poder establecer una ruta comercial desde las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas de Asia central, ricas en minerales y sin salida al mar, hasta los puertos iran¨ªes del golfo P¨¦rsico.
Rusia, Turqu¨ªa, India, Tayikist¨¢n y Uzbekist¨¢n apoyan a la Alianza del Norte. Les preocupa la extensi¨®n del islamismo radical en sus propios pa¨ªses y se oponen a la idea de que los talibanes compartan el poder en Afganist¨¢n. India, el archienemigo de Pakist¨¢n en su frontera oriental, prefiere que dicho pa¨ªs tenga un vecino hostil en la frontera occidental.
Interferencias extranjeras
Precisamente porque su historia est¨¢ llena de interferencias extranjeras, los afganos no suelen verlas con buenos ojos. Pero eso no impide que algunos personajes con ambiciones pol¨ªticas se alineen con poderes externos.
Zaher Shah, que rein¨® durante 40 a?os hasta ser destronado tras un golpe de Estado en 1973, tiene la suficiente popularidad entre los afganos como para no necesitar ninguna bendici¨®n extranjera. Su estado personal es demasiado fr¨¢gil para que vuelva a gobernar, pero el acuerdo firmado el 1 de octubre en su villa de las afueras de Roma ten¨ªa como prop¨®sito convertirle en elemento de uni¨®n para que los afganos encuentren una soluci¨®n propia.
Sin embargo, no pudo vencer la desconfianza entre los pastunes y la Alianza del Norte. Y, dado que ninguno de los bandos parece tener un hombre fuerte que cuente con la aceptaci¨®n general, ha sido preciso un ir y venir de conversaciones desde Roma hasta Chipre y de ah¨ª a Peshawar, en el noroeste de Pakist¨¢n.
Los dirigentes de la Alianza del Norte 'est¨¢n m¨¢s confiados', dice Hamid Sidig, portavoz del rey en el exilio. 'Creen que pueden hacerse con el poder por s¨ª solos'.
Los colaboradores de Zaher Shah critican a la Administraci¨®n de Bush por prestar m¨¢s atenci¨®n a los bombardeos contra los talibanes que a la construcci¨®n de una alternativa pol¨ªtica que deteriore el apoyo pol¨ªtico del r¨¦gimen. Algunos diplom¨¢ticos y especialistas occidentales est¨¢n de acuerdo.
'Para ocuparse del aspecto pol¨ªtico tienen a una figura de nivel medio y que s¨®lo le dedica parte de su tiempo [el enviado especial del Departamento de Estado, Richard Haas], mientras que, en el aspecto militar, est¨¢ toda la Junta de Jefes de Estado Mayor', dice Barnett Rubin, un experto sobre Afganist¨¢n del Centro de Cooperaci¨®n Internacional en la Universidad de Nueva York. 'Y no son capaces de encontrar la mitad de lo que cuesta un misil de crucero para subvencionar la oficina de Zaher Shah en Roma'.
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