?Una dram¨¢tica coincidencia?
Despu¨¦s de un primer an¨¢lisis, el hecho de que la tragedia a¨¦rea de ayer haya ocurrido en Nueva York, dos meses y un d¨ªa despu¨¦s del atentado terrorista m¨¢s grande de la historia de la humanidad, y que el protagonista fuese un gran avi¨®n bimotor parecido a los proyectados contra el World Trade Center, precipit¨¢ndose ahora sobre otros edificios de la misma ciudad, produce escalofr¨ªos. Pero no permitamos que un tenebroso ¨¢rbol nos impida ver el bosque. Aunque las posibilidades de accidente son siempre escasas, el despegue y los primeros minutos del ascenso son, junto con el tramo de aproximaci¨®n final, los segmentos donde se ha registrado siempre un n¨²mero mayor de siniestros. Aventuremos una conjetura, la m¨¢s probable. Inmediatamente despu¨¦s del despegue, por un fallo estructural interno o por la ingesti¨®n de uno o varios p¨¢jaros, una turbina sufri¨® una aver¨ªa que condujo a su destrucci¨®n. Al producirse la explosi¨®n del motor, trozos met¨¢licos procedentes del mismo perforaron tanques de combustible, produciendo un incendio, destrozaron tuber¨ªas hidr¨¢ulicas vitales para accionar las superficies de mando o produjeron ambos efectos juntos.
A poca altura, en un momento tan cr¨ªtico, los tripulantes, en sus desesperados intentos por hacer volar un avi¨®n incontrolable, naturalmente no tuvieron tiempo ni de efectuar una llamada de socorro, ni mucho menos de accionar sobre el panel el env¨ªo de un mensaje electr¨®nico de socorro. Algo parecido a eso, con casi total seguridad, es lo que ha ocurrido. Pero, a la inversa de lo dicho antes, que el bosque no vaya ahora a impedirnos ver el ¨¢rbol. Se supone casi absolutamente imposible, y las medidas de control establecidas en todos los aeropuertos, y muy particularmente en los neoyorquinos, lo hacen a¨²n m¨¢s improbable. Pero nos gustar¨ªa en este momento estar muy, pero muy convencidos de que, despu¨¦s de aplicados todos los controles de seguridad, individuo alguno perteneciente a los servicios de asistencia final al avi¨®n, que, hormigueando a su alrededor, son muchos y muy variopintos, no introdujo en alguna parte del aparato -en el tren de aterrizaje, por ejemplo- una bomba activada por un control barom¨¦trico que la hiciese estallar al elevarse el avi¨®n. En las pr¨®ximas horas, con casi total seguridad, con dolor, pero con una especie de triste alivio, sabremos que todo se ha tratado de un terrible accidente.
Ra¨²l Tori es comandante de l¨ªnea a¨¦rea y experto en seguridad.
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