La Alianza ejecuta a sus prisioneros en un acto de venganza
Las unidades militares que avanzaron hacia la capital robaban y mataban a los combatientes vencidos
Cerca de un b¨²nker abandonado por los talibanes, soldados de la Alianza del Norte sacaron a un talib¨¢n herido de una trinchera. Mientras el hombre, aterrorizado, imploraba por su vida, los soldados le arrastraron por los pies. Registraron sus bolsillos y los vaciaron. Entonces, un soldado le peg¨® dos tiros en el pecho. Un segundo soldado golpe¨® el cuerpo, ya sin vida, con la culata de su fusil. Un tercero aplast¨® repetidamente la cabeza del cad¨¢ver con un lanzagranadas.
Esta muerte se produjo minutos despu¨¦s de que los soldados de la Alianza del Norte en su avance hacia Kabul se internaran en territorio controlado por los talibanes. Y decidieron celebrarlo con ejecuciones.
A unos nueve metros yac¨ªa el cuerpo de un hombre joven del que los soldados de la Alianza dicen que era paquistan¨ª. Estaba tumbado de lado con los brazos extendidos. En un lado de su cabeza hab¨ªa un agujero de bala.
'Tras vaciarle los bolsillos, un soldado apoy¨® el rifle contra el cuerpo y dispar¨®'
'El talib¨¢n estaba tumbado sobre la espalda con las manos en alto'
Casi 200 metros m¨¢s all¨¢, los soldados que momentos antes hab¨ªan disparado contra el prisionero registraban las posesiones de un soldado talib¨¢n tumbado en el suelo. Tras vaciarle los bolsillos, un soldado apoy¨® el rifle contra el cuerpo y dispar¨®. Los soldados se movieron con rapidez sin mostrar ninguna emoci¨®n. Un poco m¨¢s tarde alguien dej¨® caer un mortero inutilizado sobre la garganta del hombre.
Un cuarto cuerpo, un kil¨®metro y medio m¨¢s all¨¢, presentaba una herida de bala en la cabeza. El soldado talib¨¢n estaba tumbado sobre la espalda con las manos en alto, como si hubiera sido sorprendido, o se estuviera rindiendo, cuando le dispararon.
El saqueo era algo generalizado. Los soldados de la Alianza, que han recibido un extenso apoyo de Estados Unidos, rapi?aban los cuerpos de los muertos y los b¨²nkeres, robando zapatos, bolsas de az¨²car, flashes de c¨¢maras de fotos y cualquier otra cosa que pudieran encontrar. '?Tengo 700.000 afgani!', gritaba un soldado mientras sal¨ªa de un b¨²nker talib¨¢n abandonado blandiendo un fajo de billetes.
Estos asesinatos muestran que los soldados de la Alianza pueden ser dif¨ªciles de controlar a medida que las victorias se sucedan. El saqueo y las ejecuciones no fueron sino un feo final para lo que hab¨ªa comenzado como un asalto, bien ejecutado, de infanter¨ªa y carros de combate. Las fuerzas de la Alianza rompieron las l¨ªneas de los talibanes cerca de la base a¨¦rea de Bagram, en el extremo oeste del frente de combates. Las l¨ªneas talibanes se derrumbaron tras dos horas de bombardeos y una hora de asalto con carros de combate. La Alianza report¨® pocas bajas, apenas un soldado muerto y ocho heridos cerca de Bagram.
Los soldados opositores al r¨¦gimen integrista reaccionaban de diferentes maneras ante los cad¨¢veres. Casi todos se paraban y observaban al muerto. Alguno buscaba algo de valor. Otro, en un gesto m¨¢s digno, cubr¨ªa el cad¨¢ver con un trapo. Las actitudes respecto al saqueo tambi¨¦n variaban. Un soldado se jactaba de un par de golosinas que hab¨ªa encontrado en un b¨²nker. Otro ense?aba un carn¨¦ de identidad paquistan¨ª, el de Ahmad Bakhtiar, de 22 a?os. Unos contaban a sus compa?eros lo que hab¨ªan conseguido, especialmente cuando se trataba de armas. Otros eran m¨¢s discretos. En un determinado momento, un oficial grita '?Vamos!', y llevando encima los sacos con lo robado los soldados le siguen para reanudar la lucha.
Los soldados talibanes parecen haber abandonado sus puestos a toda prisa. En una caseta la cabeza reci¨¦n cocinada de una cabra permanece sobre un pedazo de madera esperando para ser trinchada. En otros lugares, bolsas de ropa y transistores han sido abandonados. Las defensas parecen austeras pero formidables, con trincheras de unos dos metros de profundidad a lo largo del frente, nidos de ametralladoras y morteros detr¨¢s de ¨¦stas. Los soldados talibanes viv¨ªan, por el contrario, en chozas de barro y cocinaban al aire libre con grandes pucheros sobre fogatas.
Refugiados afganos llegados a Pakist¨¢n el pasado lunes relataron que, en varios puestos de control que hab¨ªan cruzado, hab¨ªan encontrado a los talibanes confundidos, desorganizados, acobardados por los viajeros que se negaban a ser registrados y hambrientos de noticias sobre la capital. 'Estaban terriblemente nerviosos', explic¨® un pediatra que abandon¨® Kabul con su familia.
Uno de los comandantes de la Alianza que particip¨® en los ataques se mostr¨® indiferente cuando fue preguntado por las ejecuciones. 'Los hombres deb¨ªan estar enojados', dijo. Y se encogi¨® de hombros.
? The New York Times / EL PA?S
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