El rey de los gatos
Venecia, 4 de noviembre, 10.30 horas. Es domingo, un domingo soleado. Me voy al palacio Grassi a ver la exposici¨®n Balthus. Doscientas obras provenientes de museos y colecciones privadas de 10 pa¨ªses. La mayor retrospectiva jam¨¢s realizada de la obra del pintor, fallecido el 18 de febrero de este a?o, cuando se dispon¨ªa a cumplir 23 a?os (Balthus naci¨® el 29 de febrero de 1908, en a?o bisiesto, as¨ª que s¨®lo celebraba su aniversario cada cuatro a?os).
Est¨¢n la casi totalidad de las grandes telas, salvo La montagne, del Metropolitan de Nueva York. Est¨¢ La le?on de guitarre, La chambre, el Nu de profil, La Phal¨¨ne, el Passage du Commerce-Saint-Andr¨¦, el retrato de Joan Mir¨® con su hija Dolores... Est¨¢ incluso la Jeune fille ¨¤ la mandoline, su ¨²ltima tela, inacabada. Un mont¨®n de telas soberbias, ante las que se api?a un p¨²blico mayoritariamente de turistas extranjeros. Pero yo no he venido al palacio Grassi a recibir codazos y abrir la boca o santiguarme ante el co?o de la joven Alice mientras ¨¦sta se arregla el pelo ante un espejo. Yo he venido al palacio Grassi a ver al rey de los gatos, a ver al rey gato Balthus y a su enigm¨¢tica e inquietante corte.
A Balthus en el colegio le llamaban 'el ni?o de los gatos'. Sus cuadros con gatos y casi todas sus grandes telas se exhiben ahora en Venecia
Al ni?o Balthus sus compa?eros de colegio le llamaban 'el ni?o de los gatos'. A los siete u ocho a?os, durante las vacaciones del est¨ªo, se hizo amigo de un gato al que se llev¨® consigo a Ginebra, a casa de sus padres. El gato, al que puso de nombre Mitsou, era muy rebelde y aprovechaba cualquier ocasi¨®n para escaparse, pero el ni?o Balthus siempre acababa dando con ¨¦l. Hasta que un buen d¨ªa el gato se escap¨® y el ni?o no supo encontrarlo. El ni?o Balthus intent¨® consolarse dibujando un c¨®mic, como decimos ahora, de 40 vi?etas en el que contaba, sin palabras, los d¨ªas felices que hab¨ªa vivido con Mitsou. Realizado con tinta china, aquel c¨®mic entusiasm¨® al poeta Rilke, que a la saz¨®n ten¨ªa un cuento con la madre de Balthus. Tanto le entusiasm¨® que lo hizo imprimir por una editorial de Z¨²rich con un pr¨®logo del propio Rilke. All¨ª, en el palacio Grassi, est¨¢ expuesta la historia del gato Mitsou.
En el Par¨ªs de los a?os treinta, Balthus se hizo amigo de Antonin Artaud. Eran muy parecidos, hasta tal punto que a Balthus le llamaban 'el doble de Artaud'. A trav¨¦s de ¨¦ste, Balthus conoci¨® a una chica, Sheila, a la que le dio por llamarle 'el rey de los gatos'. Parece ser que a Balthus le hizo gracia aquel calificativo, pues pint¨® a Sheila como La princesa de los gatos (desconozco el paradero de este cuadro) y, por las mismas fechas (1935), pint¨® su c¨¦lebre autorretrato El rey de los gatos, que se exhibe en el palacio Grassi. Un Balthus aristocr¨¢tico, byroniano, rematadamente dandi, con un gato -el temible Frightener- frot¨¢ndose en su pierna derecha. La expresi¨®n del gato y la del rostro de Balthus ponen de relieve el secreto pero indiscutible parentesco que existe entre ambas criaturas.
En sus conversaciones con Alain Vircondelet, Balthus afirma que la debilidad, debilidad compartida, que los gatos sienten por ¨¦l se debe a su condici¨®n de pintor almizclero, que desprende un fuerte olor a almizcle, el cual atrae a los gatos. Tambi¨¦n cuenta que en el ojo izquierdo tiene una red de peque?as venas rojas que forma la cifra 13. 'En rassemblant les deux chiffres', dice el pintor, 'cela fait... Balthus!'. La verdad, me resulta un tanto confuso, lo cual no es obst¨¢culo para que el conde Balthus Klossowski de Rola se autoproclame el trig¨¦simo rey de los gatos.
La chambre, Le lever, La patience, Un au chat, Les poissons rouges, Le chat au miroir, en sus tres versiones, toda la retrospectiva del pintor est¨¢ repleta de gatos. 'Gatos a veces feroces, pero nunca vulgares', como dec¨ªa Balthus. Y entre esos gatos me llama la atenci¨®n uno: Le chat de la M¨¦diterran¨¦e, un ¨®leo de 127 por 185 cent¨ªmetros, fechado en 1947.
Hac¨ªa 40 a?os que no hab¨ªa vuelto a ver este cuadro. El t¨ªtulo hace referencia al mar Mediterr¨¢neo, ciertamente, pero en realidad este cuadro fue pintado, encargado, para decorar un restaurante que hab¨ªa -y all¨ª sigue- en la plaza del Od¨¦on de Par¨ªs (hoy plaza de Paul Claudel), frente al Th¨¦?tre de l'Od¨¦on: La M¨¦diterran¨¦e, un restaurante de pescado, famoso por su marisco y su bullabesa.
La M¨¦diterran¨¦e debi¨® de inaugurarse a principios de los a?os cuarenta. En la decoraci¨®n del mismo intervinieron Cocteau, B¨¦rard, Vort¨¨s... y Balthus, el cual pint¨® dos cuadros, Le chat y una langosta. Seg¨²n confiesa Balthus, el encargo le vino a trav¨¦s de la vizcondesa de Noailles, que era asidua del Caf¨¦ Voltaire, el caf¨¦ que en los a?os veinte ocupaba el espacio de La M¨¦diterran¨¦e, frecuentado por Hemingway, Scott Fitzgerald, B¨¦rard, Cocteau...
En aquellos a?os, Balthus estaba liado con Laurence Bataille, una chica de 17 a?os, hija de Georges y Sylvia Bataille (la actriz de Renoir). La hab¨ªa conocido en la Costa Azul, en casa de Picasso. La tarde en que se conocieron, la chica, harta de la conversaci¨®n de los mayores, se subi¨® a una barca y estuvo remando unas horas, sola. Pues bien, en Le chat de la M¨¦diterran¨¦e, Laurence es la chica de la barca y Balthus el gato entre achulado y terrible que se zampa los peces del arco iris. Aunque cabe preguntarse si lo que se zampa el gato no es otra cosa que la joven Laurence, a la que apuntan las antenas de la langosta. ?La langosta Balthus?
Este cuadro estaba a la entrada de La M¨¦diterran¨¦e, a mano izquierda. Yo lo v¨ª varias veces en 1962 (viv¨ªa al lado). A finales de los sesenta, Jean Gubrenat, el propietario del restaurante, lo vendi¨® y jam¨¢s volv¨ª a verlo, hasta el pasado domingo en que visit¨¦ la exposici¨®n veneciana. En cuanto a Laurence Bataille, en la exposici¨®n figura un retrato espl¨¦ndido que le hizo Balthus por aquellos a?os. Era guap¨ªsima (como su madre). Hizo algo de teatro y luego se consagr¨® al lacanismo (su madre, despu¨¦s de estar casada con Bataille, se cas¨® con Lacan). La pillaron con armas durante la guerra de Argelia, era compa?era de viaje del FLN. Una chica un tanto extra?a, como el propio Balthus, el rey de los gatos.
P. S. En la terraza del Florian, la orquestina dirigida por el primer viol¨ªn, el rumano Virgil Iuriciuc, no se cansa de interpretar New York, New York, aplaudido a rabiar por los turistas, mientras un est¨²pido gato veneciano intenta vanamente atrapar una paloma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.