Mar
Iba a escribir que, durante unos d¨ªas, el Mediterr¨¢neo ha dejado de ser una met¨¢fora, que el delicado orden de aquel verso famoso de Paul Val¨¦ry, -'La mer, la mer, toujours recommenc¨¦e'-, se ha desencajado con la ingente acometida de las olas sobre nuestras costas. Pero no es as¨ª. Lo que ha ocurrido es que, temporalmente, ha dejado de ser un decorado, un paisaje, un espejismo, para evidenciar el poder de su c¨®lera y golpear hasta demolerlo uno de los diques del puerto de Castell¨®n. Dec¨ªa Josep Pla que el mar lo convert¨ªa en un individuo contemplativo. A ¨¦l, que era un se?or con los pies en la tierra y que siempre se declar¨® incapaz para la novela porque la facultad humana m¨¢s notoria, en su opini¨®n, no era la memoria, sino el olvido. Y el olvido, pese a los poetas, pese a los sabios, los guerreros, los santos, los h¨¦roes y los comerciantes, constituye una de las cualidades del mar, esa entidad que no puede ser fiel a nadie, porque no tiene compasi¨®n, ni fe, ni ley, ni memoria... Joseph Conrad lo compar¨® a un espejo en el que nada deja rastro. Y advirti¨®, como buen marino, que no se puede querer al mar, que en realidad amamos los barcos, porque sirven a nuestra esperanza, mientras que el mar es, a lo sumo, c¨®mplice de inquietudes humanas o peligroso instigador de ambiciones y haza?as. Conrad fue autor de las p¨¢ginas m¨¢s memorables tal vez escritas nunca sobre el oc¨¦ano, con observaciones tan asombrosas como la de que, en medio de la tormenta, unas determinadas condiciones meteorol¨®gicas hacen cobrar a la enorme masa acu¨¢tica 'un aire envejecido'. Tambi¨¦n dijo del Mediterr¨¢neo, 'esa d¨¢rsena sin mareas, desprovista de baj¨ªos ocultos y de corrientes traicioneras', que es la nodriza de todos los navegantes, una nodriza venerable y a veces espantosamente malhumorada. Lo hemos comprobado. A lo largo de varios d¨ªas y varias noches, el anciano mar interior ha revivido la agitada fantas¨ªa de Ausi¨¤s March, -'bullir¨¤ el mar com la cassola en forn / mudant color e l'estat natural'- y ha vuelto a ser aquel lugar tremebundo de las aventuras de Ulises. Nosotros despu¨¦s, aturdidos, evaluamos las p¨¦rdidas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.