La memoria viaja a bordo del 'Sinaia'
Una exposici¨®n presenta en M¨¢laga el legado del escritor cordob¨¦s Juan Rejano
Sinaia era una palabra hermosa, sonaba a amante o a una ciudad m¨ªtica. Sinaia se llamaba aquel barco lleno de dolor y esperanza. Era el primer barco que transportaba exiliados espa?oles a M¨¦xico. La fecha, mayo de 1939. La bodega del Sinaia ocultaba hombres ilustres, republicanos y comunistas muchos de ellos: el fil¨®sofo Adolfo S¨¢nchez V¨¢zquez, el poeta de la Generaci¨®n del 27 Pedro Garfias, el periodista cordob¨¦s y poeta a¨²n privado Juan Rejano... De ¨¦ste, que hab¨ªa nacido a la poes¨ªa en M¨¢laga de la mano de Prados y Altolaguirre, surgi¨® la idea de que durante la traves¨ªa editaran una suerte de peri¨®dico literario y pol¨ªtico llamado Sinaia, para poder soportar el dolor, especialmente intenso cuando el carguero cruz¨® por el Estrecho de Gibraltar y supo que ve¨ªa por ¨²ltima vez su tierra andaluza.
Tras 15 d¨ªas llegaron a M¨¦xico. All¨ª, Rejano inici¨® una labor como periodista articulista y responsable de suplementos y revistas culturales (Litoral de M¨¦xico, Revista Mexicana de Cultura, El Nacional...), sin abandonar jam¨¢s su incre¨ªble capacidad de agitaci¨®n cultural, su militancia comunista ni sus preocupaciones sociales, por las que fue un¨¢nimemente respetado. Neruda, Prados, Alberti, Guill¨¦n, Salinas, Monterroso, Giner de los R¨ªos, Le¨®n Felipe, el torero Manolete o Bu?uel fueron algunos de los amigos que m¨¢s le admiraron y trabajaron con ¨¦l. El d¨ªa de su entierro en Ciudad de M¨¦xico hab¨ªa miles de personas. Carmen Rejano dijo en M¨¢laga el pasado fin de semana: 'era bondadoso, ecu¨¢nime, generoso y humilde, era una persona recta y honesta'.
Muri¨® en 1976, con 73 a?os, cuando tras caer Franco preparaba su regreso a Espa?a. Su tard¨ªa y rica producci¨®n po¨¦tica s¨®lo empez¨® a reconocerse a?os despu¨¦s de muerto. Desde el viernes pasado una exposici¨®n en el Centro de la Generaci¨®n del 27 de M¨¢laga recuerda hasta el 15 de diciembre al hombre, al pol¨ªtico, al poeta, al ensayista, al periodista, al exiliado, al andaluz de Puente Genil que combati¨® en ?frica y se hizo hombre en M¨¢laga para marchar un mal d¨ªa a M¨¦xico y no volver jam¨¢s.
La muestra, una producci¨®n original de la Diputaci¨®n de C¨®rdoba, el Ayuntamiento de Puente Genil y el Instituto Mexicano de Cooperaci¨®n Internacional, revela una vez m¨¢s hasta qu¨¦ punto fue tan productivo como terrible el exilio intelectual espa?ol.
Esta muestra documental busca restituir una parte de la obra ensay¨ªstica, po¨¦tica, pol¨ªtica y social de este ep¨ªgono de la Generaci¨®n del 27. Entre manuscritos, fotograf¨ªas, pasaportes, objetos y fetiches (la m¨¢quina de escribir con la que Rejano imped¨ªa el sue?o de sus vecinos en M¨¦xico), ediciones de sus obras y art¨ªculos, la mayor¨ªa posteriores a su muerte, se va reconstruyendo la vida de un hombre que gust¨® de la poes¨ªa popular y el humanismo machadiano. Un periodista convencido del valor regenerador de la cultura espa?ola. Un republicano comunista, valedor de las ideas de otros comunistas ut¨®picos andaluces, como Cayetano Bol¨ªvar, a quien sus acciones respaldaron siempre.
Entre unas enormes fotos de aquel barco Sinaia, una bandera republicana y retratos ampliados de su infancia, juventud y madurez se sigue el rastro de un hombre al que po¨¦tica y ensay¨ªsticamente habr¨ªa que respetar por libros como La tarde, Genil y los Olivos, Eleg¨ªa rota para un himno, C¨®rdoba del Tr¨®pico, La esfinge mestiza o Eleg¨ªas mexicanas.
La esperanza y la dignidad
El propio Juan Rejano recordaba en el peri¨®dico mexicano El Nacional aquel momento en el que vio las costas andaluzas por ¨²ltima vez: 'Y pens¨¦, pens¨¦, adem¨¢s, que si todas las amarguras del destierro habr¨ªan de ser como aqu¨¦lla mi pecho saltar¨ªa roto en la primera jornada. Ahora s¨¦ que estaba equivocado. Ahora s¨¦ que un hombre puede vivir a?os y a?os oyendo, tras un muro infranqueable, el palpitar de la tierra amada, sin que se le quiebren las entra?as. Y es que el hombre tiene un escudo contra el dolor: la esperanza. Y una ra¨ªz que rechaza la traici¨®n: la dignidad'.
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