El silencio de los agoreros vocacionales
Eclipsadas por el fulgor de la guerra de Afganist¨¢n, el pasado s¨¢bado se celebraron elecciones legislativas en Kosovo. Las ha ganado la Liga Democr¨¢tica (LDK), el partido del moderado Ibrahim Rugova. La participaci¨®n ha sido alta, incluida la de la minor¨ªa serbia. No se produjeron irregularidades ni incidente alguno. En Macedonia, la mayor¨ªa eslava en el Parlamento ha aprobado la reforma constitucional que da amplios derechos a la minor¨ªa albanesa. Buenas noticias inadvertidas se suceden en los Balcanes, donde hace poco mor¨ªan a miles sus pobladores.
En Afganist¨¢n, el espa?ol Francesc Vendrell, comisionado de la ONU para aquel pa¨ªs, ha logrado convencer a un amplio espectro de representantes de todas las fuerzas y etnias a una conferencia en Bonn el pr¨®ximo lunes para negociar la creaci¨®n de un Gobierno de unidad nacional. Las mujeres urbanas se van liberando lentamente del burka, suena la m¨²sica, abren los cines y emite la televisi¨®n. Pese al caos l¨®gico en un pa¨ªs tribal que ha pasado casi un cuarto de siglo en guerra permanente y la cultura de la violencia est¨¢ profundamente arraigada, los convoyes de ayuda humanitaria ya pueden llegar a casi todo el pa¨ªs, salvo a los frentes en torno a los ¨²ltimos dos bastiones de los talibanes.
Todo indica que el cerco en torno a Osama Bin Laden se estrecha d¨ªa a d¨ªa y decenas de campos de entrenamiento e instalaciones de su organizaci¨®n Al Qaeda han sido destruidos y jam¨¢s volver¨¢n a servir para la formaci¨®n terrorista de decenas de miles de hombres como ha sucedido durante a?os, generando inmensas redes a¨²n ignotas de gentes capaces y dispuestas a generalizar el terror en el mundo democr¨¢tico.
Los caudillos afganos ven la necesidad del di¨¢logo, probablemente por primera vez en muchas d¨¦cadas. El salvajismo con que en Afganist¨¢n se ha tratado siempre al vencido ha sido menor que en anteriores derrotas y victorias. No son, por supuesto, ni la Alianza del Norte ni los l¨ªderes pastunes, ni ninguna de las fuerzas presentes, afganas o invitadas ¨¢rabes o chechenas a esta terrible tragedia, comparables a unos oficiales brit¨¢nicos con acento Oxbridge, expertos en Adam Smith, el Derecho internacional y la Convenci¨®n de Ginebra, impecables gentlemen de la guerra, que hablan de usted al cautivo que minutos antes disparaba contra ellos. Los que tratan a los prisioneros de guerra son combatientes encanallados desde la infancia. Pero nadie ha enterrado en esta guerra, como en otras anteriores en Afganist¨¢n, a batallones enteros de enemigos, encerrados en contenedores, bajo las arenas del desierto, para que murieran de sed, angustia o terror. La barbarie es m¨ªnima comparada con anteriores y los muertos civiles pocos, aunque bien promocionados por aquellos que elevan la an¨¦cdota a regla.
Balcanes y Afganist¨¢n. Dos escenarios diferentes, dos intervenciones exteriores lideradas por Estados Unidos o la OTAN, dos evoluciones positivas ante alternativas terror¨ªficas y dos casos de silencio culpable por parte de quienes tanto han gritado y augurado la cat¨¢strofe en el caso de que las sociedades occidentales asumieran su derecho y obligaci¨®n de autodefensa y de protecci¨®n de las v¨ªctimas. Anunciaban la revuelta musulmana global contra el Gran Sat¨¢n. Las manifestaciones contra la intervenci¨®n se han desinflado en el mundo isl¨¢mico como las antiglobalizadoras en el mundo de los ni?os bienpensantes del bienestar.
La cohesi¨®n y la voluntad de autodefensa de las sociedades libres ha aumentado. Su determinaci¨®n queda clara para disuasi¨®n de potenciales caudillos como Milosevic y Bin Laden. Los peligros siguen siendo ingentes, desde fuera y dentro de las sociedades libres. Pero las buenas noticias son ciertas, por mucho que frustren a quienes las ignoran porque rebaten sus interesadas advertencias. Armageddon no ha llegado, por mucho que disguste a nuestros agoreros.
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