Asesinos en nombre de Dios
Mark Juergensmeyer qued¨® conmocionado cuando trabajaba en el manuscrito de este libro por las imagenes del atentado perpetrado en agosto de 1998 contra la Embajada de Estados Unidos en Kenya, atribuido a la organizaci¨®n de Osama Bin Laden; el pr¨®logo a esta traducci¨®n (el original fue publicado en 2000) le permite incluir una menci¨®n a los criminales ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. El car¨¢cter simb¨®lico de las Torres Gemelas como monumento del capitalismo occidental y la repercusi¨®n del dram¨¢tico acontecimiento a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n de todo el planeta confirman que los terroristas buscan la espectacularidad publicitaria al escoger sus blancos. As¨ª lo prueba que uno de los dos rascacielos del World Trade Center neoyorquino hubiese sido ya objeto del intento de voladura con coche bomba realizado por un grupo islamista radical en 1993.
TERRORISMO RELIGIOSO
Mark Juergensmeyer. Traducci¨®n de M¨®nica Rubio. Siglo XXI de Espa?a Madrid, 2001 358 p¨¢ginas. 3.500 pesetas
Pero la investigaci¨®n sobre el auge de la violencia de ra¨ªz religiosa no puede limitarse al terrorismo islamista radical, presente desde hace a?os en Egipto, L¨ªbano, Argelia y otros pa¨ªses de mayor¨ªa musulmana; y tambi¨¦n en Israel, donde Ham¨¢s ha empleado militantes suicidas ('un martirio voluntario') contra objetivos civiles o militares. Es necesario, adem¨¢s, ampliar el foco para incluir otras confesiones.
La proliferaci¨®n de las corrientes
fundamentalistas en Estados Unidos ha sido fomentada por las teolog¨ªas de la dominaci¨®n y la reconstrucci¨®n: las Milicias Cristianas, el movimiento Identidad Cristiana y grupos como Acci¨®n Defensiva, Operaci¨®n Rescate y el Pacto, la Espada y el Brazo del Se?or son el arma ejecutora de ese fanatismo religioso. El clima fundamentalista anim¨® la campa?a pir¨®mana del reverendo Michael Bray (autor de Tiempo para matar, par¨¢frasis m¨¢s bien irreverente del Eclesiast¨¦s) contra cl¨ªnicas abortistas y provoc¨® el asesinato del doctor Jonn Britton por el reverendo Paul Hill en julio de 1994. La voladura del edificio federal de Oklahoma City el 19 de abril de 1995 ha sido la principal secuela criminal, aunque no la ¨²nica, de ese resurgimiento del fundamentalismo; la figura de Timothy McVeig, ejecutado hace pocos meses como responsable de ese atentado, es el cruce de todos los caminos recorridos por la intolerancia en Estados Unidos.
Las justificaciones dadas a la violencia antipalestina por el rabino Meir Kahane (asesinado en Nueva York en 1990) ilustran la valiosa ayuda doctrinal del juda¨ªsmo ultraortodoxo a la acci¨®n terrorista. La irrupci¨®n -arma en mano-del doctor Baruch Goldstein en la Tumba de los Patriarcas de Hebr¨®n el 24 de febrero de 1994, un recinto con salas separadas para los cultos jud¨ªo y musulm¨¢n, dej¨® el sangriento rastro de la muerte del enloquecido agresor y de 30 palestinos. El asesinato un a?o despu¨¦s de Isaac Rabin a manos de Yigal Amir ratific¨® la letal estrategia de los adversarios del laicismo, del Acuerdo de Oslo y de la f¨®rmula paz contra territorios.
La violencia religiosa tambi¨¦n ha encontrado acogida en Asia a trav¨¦s de religiones sincretistas donde no faltan las huellas del hinduismo y el budismo. La secta japonesa Aum Shinrikyo, fundada por Shoko Ashara, liber¨® el 20 de marzo de 1995 en el metro de Tokio una carga de gas nervioso que caus¨® 12 muertes y afect¨® a miles de personas. Tambi¨¦n los sijs del Punjab han cubierto de justificaciones religiosas su lucha por la independencia de Jalist¨¢n; el asesinato de la primera ministra Indira Ghandi el 31 de octubre de 1984 fue la respuesta de los sijs a la invasi¨®n del Templo Dorado. Al igual que sucede en otras ¨¢reas culturales (los sijs en el Punjab y los tamiles en Sri Lanka), el tr¨¢gico conflicto del Ulster se mueve en un incierto terreno situado entre los sentimientos nacionalistas (los partidarios y los adversarios de la unificaci¨®n estatal de la isla de Irlanda) y las emociones religiosas superpuestas (los cat¨®licos y los protestantes).
?Qu¨¦ rasgos distinguen espec¨ªficamente
al terrorismo religioso de sus variantes nacionalistas, pol¨ªticas o ideol¨®gicas? ?Existen criterios objetivos para definir la naturaleza del terrorismo? ?Por qu¨¦ ese rebrote de intolerancia est¨¢ atravesando al mismo tiempo a las tres religiones del libro y a otras confesiones? ?Cu¨¢les son los mecanismos de retroalimentaci¨®n entre religiosidad y violencia? Las respuestas de Juergensmeyer a esas preguntas no siempre son convincentes; las excesivas reiteraciones en la exposici¨®n tambi¨¦n restan claridad a sus explicaciones. En cualquier caso, el libro merece ser le¨ªdo por la gran informaci¨®n ofrecida en sus p¨¢ginas, incluidas las entrevistas personales con el reverendo Michael Bray (el cl¨¦rigo incendiario), el doctor Abdul Aziz Rantisi (fundador de Ham¨¢s), Mahmud Abouhalima (condenado por el atentado de 1993 contra las Torres Gemelas) y otros activistas. Tambi¨¦n son sugerentes las hip¨®tesis sobre el car¨¢cter simb¨®lico y expresivo del terrorismo religioso, marcado por una concepci¨®n transhist¨®rica de la lucha entre el bien y el mal como guerra c¨®smica, el odio a la modernidad ilustrada, el rechazo del laicismo y el p¨¢nico a las incertidumbres identitarias creadas por el proceso de globalizaci¨®n. La f¨®rmula sugerida -con escasos argumentos- por Juergensmeyer para acabar con el terrorismo religioso es la b¨²squeda de un equilibrio entre la moderaci¨®n de la pasi¨®n de los creyentes y la aceptaci¨®n por los laicos de la religi¨®n como fuente de valores espirituales y morales en la vida p¨²blica.
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