Oratorio disfrazado de ¨®pera
Estaba el tenor Antoni Comas aporreando con un mazo un gong en forma de tiara cuando, sin previo aviso, se qued¨® con el mango en la mano mientras la pesada cabeza volaba peligrosamente por los aires e iba a aterrizar a escasos cent¨ªmetros del actor Jordi Bosch. Un susto, nada m¨¢s. Pero un susto que hubiera desagradado a Fabi¨¤ Puigserver: ¨¦l, que fue detallista hasta la obsesi¨®n, al decir de quienes le conocieron.
Emociones y homenajes al margen, no hay que andarse por las ramas: este espect¨¢culo que inauguraba el teatro barcelon¨¦s erigido en memoria del desaparecido director a ¨¦l no le hubiera gustado. Y no porque la ¨®pera no le pareciera un g¨¦nero teatral absolutamente respetable -en el viejo local del barrio de Gr¨¤cia ¨¦l mismo dirigi¨® Les noces de F¨ªgaro y La flauta m¨¤gica-, sino porque, por m¨¢s que pretenda disumularse, L'ad¨¦u de Lucr¨¨cia Borja no es ¨®pera. Es oratorio -o cantata: en cualquier caso, m¨²sica no esc¨¦nica-. Un oratorio disfrazado de ¨®pera. O sea que no cuela. Y menos debe de colar en el Lliure, que encarna la m¨¢s alta defensa de la profesi¨®n.
L'ad¨¦u de Lucr¨¨cia Borja
De Carles Santos sobre un texto de J. F. Mira. Int¨¦rpretes principales: Mar¨ªa Jos¨¦ Ri?¨®n, Jordi Dom¨¨nech, Antoni Comas, Mariona Castelar, Llu¨ªs Homar, Jordi Bosch, Anna Lizaran. Orquestra de Cambra Teatre Lliure. Cor de Cambra del Palau de la M¨²sica Catalana. Direcci¨®n musical y esc¨¦nica: Carles Santos. Teatre Lliure. Barcelona, 22 de noviembre.
De un m¨²sico de tomo y lomo como Carles Santos a estas alturas de la vida no cabe pensar que confunda los g¨¦neros. La pantera imperial y, sobre todo, Ricardo i Elena, estrenada en marzo de 2000 en el Teatre Nacional, eran ¨®peras. ?peras a la manera santosiana, esto es, relatos en m¨²sica de sus propias obsesiones servidos con espl¨¦ndidos y muy pensados montajes escenogr¨¢ficos. No es el caso de L'ad¨¦u. Aqu¨ª no hay relato. El emotivo y po¨¦tico texto de Joan Francesc Mira est¨¢ construido sobre cuatro personajes -Lucrecia, Vannozza, el papa Alejandro VI y C¨¦sar Borgia- y una sola escena que retrata el momento en que Lucrecia debe partir hacia Ferrara para convertirse por la v¨ªa del matrimonio en duquesa de la casa Este. Se trata de una escena familiar, ¨ªntima, peque?oburguesa en ciertos aspectos: al Papa le preocupa que Lucrecia lleve al altar una buena dote y a la vez piensa en la soledad que le aguarda cuando su hija est¨¦ lejos de Roma. C¨¦sar introduce tremendas reflexiones sobre el poder, mientras que Lucrecia incorpora al cuadro amables recuerdos de infancia en contraste con el dolor adulto de saberse hija de Papa. Vannozza, cl¨¢sica figura del ama, encarna el contrapunto de la realidad. No hay di¨¢logos entre estos personajes (no hay d¨²os, ni tr¨ªos, ni cuartetos): cada uno de ellos expone su propio estado de ¨¢nimo de forma aut¨®noma, como en un retablo barroco. De ah¨ª la estructura de oratorio de la pieza, de representaci¨®n plana con expresa voluntad ejemplificadora: cada uno de esos seres vive encerrado en su propio nicho y el conjunto forma un fresco del que cabe extraer una lecci¨®n moral.
La versi¨®n discogr¨¢fica de la obra, grabada con ocasi¨®n del estreno de la obra para conmemorar el 500? aniversario de la fundaci¨®n de la Universidad de Valencia (Ars Harm¨°nica, 2001), dura una hora y cuarto. La versi¨®n esc¨¦nica del jueves en el nuevo Teatre Lliure dura una hora y tres cuartos, es decir, media hora m¨¢s. ?Qu¨¦ ha ocurrido? Pues que las circunstancias inaugurales obligaron a colocar en la obra a actores emblem¨¢ticos del colectivo teatral -Jordi Bosch, Llu¨ªs Homar, Anna Lizaran-, creando para ellos nuevos personajes que ahora ya no cantaban, sino que recitaban. Una pobre escenograf¨ªa, con diversos tipos de tiaras desfilando por la escena y un amago de c¨®pula de una bailarina con una cruz, deb¨ªa encargarse de proporcionar la solvencia esc¨¦nica necesaria para convertir el conjunto en una ¨®pera.
G¨¦neros cumplidos
Demasiado f¨¢cil: ¨®pera y oratorio son dos g¨¦neros muy cumplidos, admiten trasvases con cuentagotas. Y en este caso se ha optado por el ca?o grueso. El resultado es un pastiche que no hace justicia a la obra primigenia estrenada en Valencia, donde aparec¨ªa un Carles Santos vigoroso y a la vez contenido, muy preciso en el planteamiento formal. Los tramos recitados interrumpen el flujo musical de manera abrupta hasta hacer perder el inter¨¦s. Los aplausos al final de la obra fueron de mera cortes¨ªa.
Una pena, porque el esfuerzo interpretativo merec¨ªa estar al servicio de un planteamiento m¨¢s s¨®lido. Son¨® bien la Orquestra de Cambra del Lliure, reforzada por la Orquestra Nacional de Cambra d'Andorra. En el cometido vocal se mostraron muy competentes Mar¨ªa Jos¨¦ Ri?¨®n (Lucrecia), Antoni Comas (C¨¦sar Borgia) y Jordi Dom¨¨nech (Alejandro VI), as¨ª como el Cor de Cambra del Palau de la M¨²sica. Pero sus denuedos no consiguieron lo imposible: convertir un oratorio -o cantata- en ¨®pera. Mal inicio, pues. El nuevo Lliure levantado en memoria de Fabi¨¤ Puigserver merec¨ªa abrirse con un paso m¨¢s firme.
Babelia
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