Tirando a gris

Fue una de esas veladas un poco tontas, en que el cuerpo se te queda como desganado porque nada de lo que ves y oyes te motiva. Y esto es grave. Si el flamenco no genera ni fr¨ªo ni calor en el oyente, si no da lugar a la emoci¨®n, es que algo est¨¢ fallando. Puede incluso darse el caso, se da de hecho con cierta frecuencia, de que un cantaor no lo est¨¦ haciendo bien, y sin embargo pone a su cante una carga de pasi¨®n y entrega que convence. No fue lo que ocurri¨® en esta oportunidad. Hubo detalles, facetas de calidad que siempre se perciben en los buenos cantaores -y los protagonistas de esta noche lo son- y poco m¨¢s.

Fernando de la Morena, por lo menos, salv¨® la cara con cantes serios y dignos, por soleares, por siguiriyas, incluso por fandangos. Por buler¨ªas, estilo en que es maestro, el De la Morena tiene una voz grave, casi afill¨¢, que resulta muy flamenca y de eco jerezano inconfundible.

Rancapino, cantaor al que admiro tanto, me defraud¨® m¨¢s. Porque me parece que no quiso. Anduvo constantemente alivi¨¢ndose, sin dejar libre vuelo a la voz, que a ¨¦l nunca le sobra. A esto los andaluces le dicen 'dar ojana', o sea, enga?ar de alguna manera.

Lo que en el flamenco es inadmisible, porque una de las virtudes fundamentales de este arte es la verdad, y si no hay verdad, no hay cante. Y Rancapino durante toda su actuaci¨®n -que fue breve, por supuesto- me dio la impresi¨®n de que trataba de cumplir un tr¨¢mite con el menor esfuerzo posible.

Fernando Moreno, jerezano, es guitarrista que ha despegado en los ¨²ltimos a?os como excelente acompa?ante de cantaores. Pone cuidado exquisito en no quitarles protagonismo, sino, bien al contrario, trata de potenciar el cante con un toque muy pegado a la voz cantaora y a sus inflexiones.

En definitiva, una noche sin mayor historia. En el arco iris de los colores del cante, esta noche fue decididamente gris.