La vanidad confunde al Madrid
Tras una excelente primera parte, el equipo madridista estuvo a punto de conceder el empate
En un acto de soberbia que su hinchada se tom¨® como una desconsideraci¨®n intolerable, el Madrid estuvo muy cerca de conceder el empate en el partido m¨¢s sencillo de la temporada. Lo que parec¨ªa una goleada inevitable se convirti¨® en una sufrid¨ªsima victoria, apenas obtenida por dos brillantes acciones de Casillas, que rechaz¨® los remates de Palacios y Aloisi en el ¨²ltimo minuto. No eran unos remates cualquiera. Eran un reproche a la vanidosa actuaci¨®n del Madrid y a la dejadez que no le abandona. Generalmente, ese tipo de remates se convierten en goles y el Madrid tiene su experiencia en el asunto. Le ocurri¨® frente al Valladolid, pudo ocurrirle ante el Sevilla y se repiti¨® contra Osasuna, cuyo ¨²nico m¨¦rito fue mantenerse a flote tras el escandaloso repaso que recibi¨® en el primer tercio del encuentro.
REAL MADRID 2| OSASUNA 1
Real Madrid: Casillas; M¨ªchel Salgado, Hierro, Pav¨®n, Roberto Carlos; Makelele, Helguera (Celades, m. 82); Figo, Zidane, Ra¨²l; y Morientes (Guti, m. 86). Osasuna: Unzu¨¦; Cruchaga, Contreras, Josetxo; Izquierdo (Sabino, m. 65), Pu?al, Lekumberri (Rivero, m. 46), Gancedo, Fernando; Iv¨¢n Rosado (Palacios, m. 60) y Aloisi. Goles: 1-0. M. 13. Morientes, de cabeza, a centro de Roberto Carlos. 2-0. M. 16. Ra¨²l empuja el bal¨®n cabeceado por Morientes. 2-1. M. 85. Aloisi cabecea cruzado. ?rbitro: L¨®pez Nieto. Amonest¨® a Fernando, Hierro y M¨ªchel Salgado. 60.114 espectadores en el estadio Bernab¨¦u bajo una fuerte niebla. La recaudaci¨®n fue de 48.820.000 pesetas.
La afici¨®n despidi¨® con bronca al Madrid. Y con raz¨®n. La profesionalidad est¨¢ re?ida con los ataques de suficiencia que ponen en peligro partidos de este pelo. Durante un buen rato, la hinchada pens¨® en un chaparr¨®n de goles. Los tempranos goles de Morientes y Ra¨²l eran la simple consecuencia del brillante juego del Madrid, que destroz¨® a Osasuna con acciones r¨¢pidas, precisas y contundentes. Todo el equipo estaba enchufado, con los jugadores en la misma onda, agrupados alrededor de Zidane, de nuevo impecable. La gente estaba admirada con los registros del astro franc¨¦s, cuyos recursos parecen infinitos. Cada una de sus intervenciones supone una novedad, bien con un regate, un control o una maniobra imprevista.
Como suele ocurrir con los futbolistas diferentes, Zidane provoca un efecto de imitaci¨®n que tiene una doble lectura. Por un lado, saca lo mejor de los jugadores del Madrid, que no dudan en incorporarse a la fiesta, cada uno con lo suyo. Pero ese estupendo factor se convierte en un problema cuando el equipo termina ensimismado en lo que se podr¨ªa denominar belleza in¨²til, defecto en el que tambi¨¦n incurre Zidane cuando se sobra. Ah¨ª equivoca su tiro el Madrid. Cuando la ret¨®rica le saca de los partidos, se ve abocado a riesgos como los que corri¨® frente a Osasuna.
El primer Madrid fue un hurac¨¢n que interpret¨® el f¨²tbol desde la belleza, pero sin perder de vista el objetivo: los goles, que llegaron pronto, sin que nadie se sorprendiera. Los dos estuvieron protagonizados por Morientes, poderoso y lleno de determinaci¨®n en los cabezazos, el primero tras un espectacular centro de Roberto Carlos y el segundo tras un saque de esquina. Si no lo anot¨® en su cuenta fue por la costumbra que ha tomado Ra¨²l de robarle los goles en la raya. Pero el reproche es imposible: Ra¨²l lleva su esp¨ªritu ganador hasta el ¨²ltimo extremo. Es lo que le hace diferente.
El Madrid hab¨ªa marcado dos goles en el primer cuarto de hora. A la vista de la d¨¦bil oposici¨®n de Osasuna y de la brillante ofensiva madridista, s¨®lo era posible una victoria por aplastamiento. Pero el partido tom¨® otro rumbo. De manera casi imperceptible, el Madrid dej¨® de producir. Primero, se empe?¨® en toda clase de lujos; luego, descosi¨® sus l¨ªneas; finalmente, se encontr¨® con el gol de Aloisi tras una jugada que se consum¨® por la permisiva actuaci¨®n de la defensa madridista.
En ese instante, el Madrid estaba fuera del encuentro, sin capacidad para regresar. Hab¨ªa sido v¨ªctima de su vanidad. Y Osasuna, que hab¨ªa pasado gran parte de la noche sofocando incendios, se encontr¨® con un partido de cinco minutos. Un partido para Osasuna. La hinchada local lo entendi¨® enseguida y recrimin¨® a su equipo por su indolencia o por su falta de voluntad para alcanzar una victoria sencilla. Estaba claro que Osasuna tendr¨ªa sus oportunidades. Y las tuvo como pocas veces pueden so?ar dos delanteros en el Bernab¨¦u. Aloisi y Palacios remataron sin oposici¨®n en el ¨²ltimo minuto. Pero las dos veces surgi¨® Casillas para impedir el empate. A la afici¨®n le pareci¨® un final inexplicable para este partido, uno que reiter¨® un defecto capital del Madrid: la suficiencia.
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