Chavales ante el juez
Cr¨®nica de una jornada en el juzgado de Menores de Granada que preside Emilio Calatayud
Francisco (es un nombre supuesto) viene de un pueblo de Granada. Va a tener que afrontar algo que hizo cuando era menor de edad. Eran las dos de la madrugada, iba montado en su ciclomotor cuando lo par¨® la Guardia Civil en un control de alcoholemia. Sopl¨® y la cifra registrada es de v¨¦rtigo, 0,81 miligramos de alcohol por litro de aire. Hoy es mediod¨ªa del mi¨¦rcoles en el Juzgado de Menores granadino. Preside la sala Emilio Calatayud, un juez convencido del poder de la reintegraci¨®n social cuyas imaginativas sentencias le han conferido una rara notoriedad.
A primera vista, lo que all¨ª se ve y oye es al juez, al fiscal y la defensa comentando la jugada y cu¨¢l va a ser el resultado final de este partido. Sus opiniones, tan lejos del boato judicial, dejan perplejo al no iniciado. Cuando llegan a un acuerdo m¨¢s o menos redondo para todos, entonces, se hace pasar al acusado.
El juez est¨¢ pensando en quita rel carn¨¦ de conducir a Francisco, adem¨¢s de imponerle una pena de 70 horas de trabajos para la comunidad en la secci¨®n de traumatolog¨ªa de un hospital. La abogada le recuerda que el chaval trabaja en un taller y que algunos s¨¢bados tiene que ir al trabajo.
Otra cosa que sorprende es que la defensa no insiste en el 'aqu¨ª no ha pasado nada, luego no hay nada que recriminar' sino que se muestra totalmente a favor de hacer algo que facilite que el chaval se enderece. Est¨¢ totalmente de acuerdo con el castigo. Teniendo en cuenta que el joven es de fuera, el juez piensa que, si le quita el carn¨¦, no podr¨¢ ir f¨¢cilmente desde el pueblo al hospital, en Granada. Decide mantenerle el carn¨¦. Tras hacer cuentas de que 70 horas a cuatro horas por d¨ªa equivalen a casi 18 jornadas, juez, fiscal¨ªa y defensa se ponen m¨¢s o menos de acuerdo.
Francisco pasa a la sala. El juez le hace preguntas sobre lo que pas¨®, m¨¢s por recordarle la gravedad de lo que hizo que en busca de nuevos datos. '?Sabes lo que es 0,8 de alcohol?' Le pregunta el juez. 'M¨¢s o menos' dice Francisco. 'O sea, que ibas ciego', insiste el juez. 'Ciego, ciego, no...' se defiende Francisco.
El magistrado pide opini¨®n al equipo t¨¦cnico (compuesto por psic¨®logas que han estudiado a fondo la situaci¨®n personal del joven y de su entorno). La portavoz insiste en que lo de la distancia entre el pueblo y Granada es razonable pero, en cualquier caso, el chaval conduc¨ªa bebido y habr¨ªa que retirarle el carn¨¦. El juez no lo ve as¨ª. Mantendr¨¢ el carn¨¦ para que pueda viajar a cumplir con la sociedad y le deja la pena en 8 jornadas de cuatro horas en la secci¨®n de traumatolog¨ªa de un hospital.
'All¨ª ver¨¢s tetrapl¨¦jicos y comprobar¨¢s lo que te pod¨ªa haber pasado'. Francisco, en 10 minutos tiene sentencia. 'Ah', dice el juez, 'y un trabajo de 25 folios a mano al final con la reflexi¨®n sobre la experiencia en el hospital'.
El chaquet¨®n y la navaja
El caso de Francisco no es el ¨²nico del d¨ªa. Despu¨¦s de ¨¦l comparecen dos adolescentes, a los que 'gracias a Dios no ha faltado nada en la vida', como dice uno de ellos a punto de llorar ante el juez Calatayud. Est¨¢n all¨ª porque amenazaron a un chico de su edad y le quitaron el chaquet¨®n. El asaltado dijo en su declaraci¨®n que les ense?aron una navaja; ellos lo niegan. En la conciliaci¨®n previa a su entrada en la sala, sus abogados ya lo hab¨ªan negado. Como eso no influ¨ªa en la pena final, de nuevo todos de acuerdo y no hace falta juicio. El resultado definitivo es 32 horas de trabajo como monitores en un centro de asistencia a ni?os, haci¨¦ndolo compatible con el trabajo de cada uno. Francisco acudi¨® s¨®lo al juicio; los dos j¨®venes que robaron el chaquet¨®n est¨¢n acompa?ados de sus padres. Sin duda, se han llevado un mal rato. La madre de uno de ellos deja la sala con l¨¢grimas. En la antesala, otros padres esperan su turno. No todos los casos son tan sencillos. A veces no hay acuerdo y hay que escenificar el juicio de arriba abajo. Por cierto aqu¨ª no hay negociaci¨®n posible: el juez dicta y da igual que el muchacho est¨¦ conforme o no. S¨®lo le queda acatar. En ocasiones, como en la ma?ana del juicio contra Francisco, se deb¨ªa juzgar a un tercer menor acusado de homicidio, aunque hubo que retrasarlo hasta pasada la Navidad. Al final, de nuevo, un equipo de psic¨®logos y trabajadores sociales se har¨¢ cargo de poner en contacto a los sentenciados con los centros en los que cumplir¨¢n su trabajos en beneficio de la comunidad. Adem¨¢s, supervisar¨¢n el cumplimiento de las sentencias. Este mi¨¦rcoles, varios menores han tenido la posibilidad de pagar su culpa de un modo digno y ¨²til para la sociedad y para ellos. Gracias a la 'conciliaci¨®n y reparaci¨®n', conocida tambi¨¦n como mediaci¨®n extrajudicial, muchos chicos y chicas que han cometido delitos menores, sin violencia ni intimidaci¨®n, evitan el trago de pasar por un juicio.
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