Mujer oce¨¢nica vestida de hombre
Antonio Ben¨ªtez Rojo (La Habana, 1931) no s¨®lo es el m¨¢s importante escritor cubano vivo, sino tambi¨¦n el primero libre de la herencia traum¨¢tica de la historia de una isla donde Jos¨¦ Lezama Lima crey¨® se podr¨ªa 'mamar el cielo' y Virgilio Pi?era entendi¨® que hab¨ªa que sobrellevar 'en peso'. No en vano hasta la fecunda herencia de Lezama Lima se extrav¨ªa disputada por autoridades del reproche. Contra esa genealog¨ªa cruenta, Ben¨ªtez escribe con simpat¨ªa, goce y claridad. Viene de todas partes, pero va m¨¢s lejos. Est¨¢ libre de la larga fatiga de los poderes ret¨®ricos que repiten su verdad absuelta, y narra, ameno e impasible, para la Cuba venidera, capaz de exorcizar la historia gracias a la ficci¨®n, apostando por el encantamiento de la memoria mutua, sin cuentas por saldar ni demandas que imponer. Narrador puro, capaz del placer circular de las tramas de aventura y de intriga, nos entrega esta novela, su obra maestra, como tributo a la creatividad del cuento de lo vivo. Por fin un libro desinteresadamente cubano.
MUJER EN TRAJE DE BATALLA
Antonio Ben¨ªtez Rojo Alfaguara. Madrid, 2001 520 p¨¢ginas. 3.150 pesetas
Viene esta novela en primer lugar de su propia saga. Tanto de su magn¨ªfico ensayo La isla que se repite (edici¨®n definitiva en Casiopea, Barcelona, 1998), donde dise?a una versi¨®n cultural de Cuba en el 'anfiteatro del Caribe' a partir de la teor¨ªa del Caos; como de su novela sobre la aventura del descubrimiento y la exploraci¨®n antillana, El mar de las lentejas (Casiopea, 1999), y los cuentos en torno a la identidad poscolonial del sujeto disputado por or¨ªgenes contrarios, Paso de los vientos (Casiopea, 2000). Pero Mujer en traje de batalla reconoce tambi¨¦n sus referencias de linaje: conversa con las primeras novelas de Alejo Carpentier, con las que coincide en historias trasatl¨¢nticas y motivos reflejos, y a las que excede con su traza aliviada por el deleite del relato y su empat¨ªa emotiva. Comparte la nitidez de lo espec¨ªfico, que distingue al novelista mayor, con La Habana para un Infante difunto, la obra mayor de Guillermo Cabrera Infante. Y, en fin, con Jes¨²s D¨ªaz, el mejor de los narradores cubanos de la pen¨²ltima migraci¨®n, coincide en la rara capacidad de hacernos amar a sus personajes, exorbitantes y ciertos.
Pero Mujer en traje de batalla
viene, sobre todo, de la fascinante historia de Henriette Faber, nacida en Lausana en 1791, quien tuvo que vestirse de hombre para poder estudiar medicina en la Universidad de Par¨ªs. Fue cirujano del Ej¨¦rcito napole¨®nico en la retirada de Rusia y, en Espa?a, prisionera de Wellington y m¨¦dico en Miranda del Ebro. En 1814 estuvo en Cuba ejerciendo la medicina y se cas¨®, con el nombre de Enrique Faber, con una mujer; pero en 1823 fue juzgada por 'los horribles cr¨ªmenes' de haberse hecho pasar por hombre y burlado los sacramentos sagrados. Su condena fue de cuatro a?os en un hospital de mujeres. Expulsada luego a Nueva Orleans, se le prohibi¨® residir en territorios espa?oles. A partir de la escasa documentaci¨®n hist¨®rica, y siguiendo el rastro fugaz del personaje, Ben¨ªtez Rojo le ha devuelto la voz a este formidable sujeto de la transgresi¨®n. Mucho m¨¢s que un relato de ¨¦poca o una biograf¨ªa novelada, esta novela se desdobla en puntos de vista y narradores; y logra una verdadera proeza auto-bio-gr¨¢fica, la de hacer fluir la historia de su tiempo hist¨®rico como la de cualquier tiempo. Porque esta narradora ocupa el yo (escribe una versi¨®n de sus memorias) y el t¨² (se lee escrita y se dirige a un lector venidero); ocupa tambi¨¦n a un otro yo (se representa como criollo cubano); y ejerce los g¨¦neros, sin prejuicio de la identidad sexual, tanto como ocupa el disfraz y el teatro (forma parte de un grupo n¨®mada). Dentro de la mascarada de las mentalidades, cumple su precaria libertad; y en el drama de la escritura recobra la breve memoria del bien perdido: 'Lo que cuento a mi gusto y manera no es mi vida, es su diminuto resplandor'.
La novela abunda en simetr¨ªas
felices, que desdoblan personajes y pasiones, triunfos de amor y batallas de ¨¦pica derrota, entre h¨¦roes estendalianos y balzacianos. Y prodiga mujeres magn¨ªficas, feraces y entra?ables, que aman a muerte varias veces, capaces de disfrazarse de hombres para seguir al suyo. Pero nada hay de melanc¨®lico en ese desacuerdo sino, m¨¢s bien, el renovado llamado de la aventura, que se resuelve ya no en historia o memorias, sino en la novela que ella escribe, como su ¨²ltima libertad, 'para ser la mujer que no he alcanzado a ser del todo..., para sobrevivir como protagonista de mi propio relato, para balancear mi conducta como si caminara con una p¨¦rtiga a lo largo de una cuerda...'.
Al asumir el riesgo ir¨®nico 'de pasar por hombre y pasar por habanero', Henriette sucumbe a la mala fe del machismo cubano. Pero al rev¨¦s de Don Quijote, condenado a volver a La Mancha, la p¨¦rdida de su dignidad en manos de los feroces letrados inicia la recuperaci¨®n de su humanidad en sus propias manos, en la escritura que la salva de todos sus tiempos en la novela. M¨¢s que una consagraci¨®n del pasado, esta ceremonia es aqu¨ª un despojamiento: un ejercicio de libertad y sabidur¨ªa. Esa gracia del relato alienta en esta novela memorable.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.