El pirateo
En Madrid, los piratas tienen patente de corso. Cientos de individuos de la m¨¢s variada y ex¨®tica procedencia montan cada d¨ªa su tenderete fraudulento en las calles de la ciudad. Pa?uelos, corbatas, bufandas o gafas con el sello de prestigiosas marcas son expuestos cotidianamente en la v¨ªa p¨²blica y en los andenes del metro, donde, te¨®ricamente, est¨¢ prohibido vender. Ni que decir tiene que los pa?uelos no son de Loewe; ni las corbatas, de Hermes. Tampoco las camisas las fabrican Lacoste o Ralph Laurent, y en la primera lavada, al cocodrilo se le cierra la boca y el jugador de Polo se cae del caballo. Otro tanto sucede con las supuestas gafas Ray Ban, que aparentemente apenas se diferencian de las aut¨¦nticas, salvo el peque?o detalle de los cristales, cuyo uso prolongado ayuda generosamente a incrementar el n¨²mero de miembros de la ONCE.
La inmensa mayor¨ªa de quienes compran saben que lo que adquieren es falso, a pesar de lo cual la abismal diferencia de precio resulta lo suficientemente seductora como para convertirles en c¨®mplices del fraude. A veces es dif¨ªcil resistir la tentaci¨®n de estrenar una prenda que lleva la impronta del inalcanzable Armani por dos cochinos billetes de mil pesetas. Todas las firmas de prestigio presionan para que las autoridades combatan la venta de imitaciones, que provoca estragos en su imagen y en sus cuentas de resultados. Sin embargo, ¨²ltimamente ninguna industria sufre da?os tan devastadores como la discogr¨¢fica. En cualquier plaza o calle de la capital donde haya un m¨ªnimo de movimiento pueden adquirirse compactos con los principales t¨ªtulos en boga. Un trozo de s¨¢bana o una cortina vieja son elementos esc¨¦nicos suficientes para montar el tenderete en muy poco tiempo. All¨ª extienden la mercanc¨ªa junto a un sencillo cartel anunciando el precio.
Las ofertas son de esc¨¢ndalo, 'dos por 1.000 pesetas'. Compactos que salen al mercado en torno a las tres mil pesetas pueden adquirirse por s¨®lo quinientas. Las car¨¢tulas son fotocopias en color y resultan menos n¨ªtidas al ojo, pero el sonido, que es lo importante, al tratarse de una reproducci¨®n en digital, tiene pr¨¢cticamente la misma calidad que las copias legales y el o¨ªdo apenas lo distingue. Solo la calidad del soporte es menor, lo que afecta a la durabilidad del disco. La adquisici¨®n de copias piratas ofrece as¨ª al comprador grandes ventajas econ¨®micas y muy pocos inconvenientes, lo que explica la proliferaci¨®n masiva de vendedores ilegales diseminados por toda la ciudad. Lo que resulta realmente ins¨®lito es que puedan ejercer una actividad clandestina de semejante envergadura con tanto descaro.
Para el com¨²n de los mortales resulta dif¨ªcil comprender que la polic¨ªa sea incapaz de neutralizar un negocio que est¨¢ al alcance de cualquiera. Si se detienen unos minutos y observan atentamente el modus operandi de estos mercaderes furtivos, ver¨¢n que el vendedor no est¨¢, como parece, solo. Cerca hay siempre una o dos personas oteando el entorno para dar la alerta al menor signo de peligro. Ante la proximidad de un coche patrulla o un agente de polic¨ªa, y al grito de 'agua', los vigilantes alertar¨¢n al vendedor, que de inmediato unir¨¢ las cuatro puntas del trapo y convertir¨¢ en un hatillo su tenderete en menos de dos segundos. Para cuando los funcionarios puedan tratar de intervenir, la mercanc¨ªa ha volado o est¨¢ debidamente oculta en el interior de un veh¨ªculo. Es evidente que la ¨²nica forma de reprimir tal actividad es la actuaci¨®n de agentes de paisano, y son muy pocos los destinados a esa labor. Lo cierto es que, gracias a la permisividad generalizada, los tenderetes brotan como las setas. S¨®lo en la Gran V¨ªa madrile?a pueden verse por la tarde veinte o treinta puestos operando en la m¨¢s absoluta impunidad. Mucha gente adormece su conciencia pensando que comprando a los vendedores ilegales hacen incluso una obra de caridad con quienes no tienen aparentemente otra forma de ganarse la vida. Craso error; tras ellos se ocultan poderosas redes mafiosas que se enriquecen y engordan, a costa de arruinar una industria de la que viven decenas de miles de ciudadanos. Hace una semana estaba prevista la salida al mercado del nuevo disco del grupo Estopa, dos d¨ªas antes ya hab¨ªa sesenta mil copias il¨ªcitas a la venta en la v¨ªa p¨²blica. Los piratas son los amos de Madrid.
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