Fracasa la estrategia contra la delincuencia
Pol¨ªticos, jueces y polic¨ªas carecen de respuestas y medios para hacer frente al acentuado aumento de los delitos
David Bote Vargas tiene 19 a?os y ya lo han detenido 45 veces. Cada vez que los polic¨ªas le ponen las esposas, ¨¦l les canta id¨¦ntico estribillo: 'Yo gano en una noche m¨¢s que vosotros en un mes, pringaos, que sois unos pringaos; ?para qu¨¦ me deten¨¦is si ma?ana estar¨¦ en la calle?'. Y es verdad.
David se ha hecho famoso con el m¨¦todo del alunizaje, que consiste en estampar un Opel Vectra, su coche preferido, contras las lunas de un bar o una joyer¨ªa y llevarse en un santiam¨¦n la recaudaci¨®n del d¨ªa, la caja de una m¨¢quina tragaperras o dos relojes de oro y unas cuantas pulseras. David Bote, enganchado a la droga y a la velocidad, huye del lugar a toda m¨¢quina, conduciendo por la acera si es preciso, estampando su coche contra los patrulleros de la polic¨ªa y dejando tras de s¨ª un rastro inconfundible de adrenalina y cristales rotos. 'Lo que m¨¢s miedo me da', dice el comisario del distrito de La Latina, 'es que un d¨ªa se me va a llevar por delante a un agente o a cualquier criatura que est¨¦ paseando a su perro'.
Los socialistas sostienen que el PP fomenta la seguridad privada y descuida a la polic¨ªa
En Justicia apuntan que la soluci¨®n pasa por los juicios r¨¢pidos para los delitos flagrantes
Es s¨®lo un caso, pero hay m¨¢s, muchos m¨¢s. Hasta el ministro del Interior, Mariano Rajoy, admiti¨® en el Congreso de los Diputados tener datos de otro delincuente que ya hab¨ªa sido esposado 107 veces. De lo que no se tiene constancia, sin embargo, es de que exista alguna respuesta para una pregunta que parece obvia y que en otros lugares, no aqu¨ª, despierta un encendido y preocupado debate entre Gobierno y oposici¨®n: ?qu¨¦ se puede hacer contra la ola creciente de cr¨ªmenes, peque?os y mayores, que afecta a todo el pa¨ªs, y especialmente a Madrid, donde unos 50 ciudadanos son atracados cada d¨ªa y 93 personas han sido asesinadas en lo que va de a?o?
No hay respuesta para esa pregunta. Y David Bote lo sabe. 'Delante de nosotros', explica el comisario, 'se jacta una y otra vez de ganar en una noche m¨¢s de 300.000 pesetas, de conducir coches potentes y vestir ropa de marca, de entrar por una puerta y salir por la otra'.
Desde 1999, este delincuente habitual, vecino de uno de los barrios m¨¢s conflictivos de Madrid y miembro de una familia muy conocida en Instituciones Penitenciarias, entra y sale de la c¨¢rcel como Pedro por su casa. Su ficha registra un vaiv¨¦n constante. Entr¨® en junio de 1999 y sali¨® en julio. Volvi¨® a entrar en enero de 2000 y sali¨® 13 d¨ªas despu¨¦s, para regresar entre rejas en marzo de aquel a?o y volver a salir en abril. No estuvo mucho tiempo en la calle. Fue a parar a su segunda casa en agosto para abandonarla en septiembre.
Su temporada m¨¢s larga en la c¨¢rcel la pas¨® precisamente este a?o. Ingres¨® en enero de 2001 en la prisi¨®n de Alcal¨¢-Meco y ya no sali¨® hasta el 26 de julio. Sus 45 detenciones atestiguan que David Bote no ha desaprovechado el escaso tiempo que lleva en libertad. Siempre rompiendo escaparates de bares y joyer¨ªas, siempre conduciendo un Opel Vectra ajeno por las calles de Madrid. '?Y qu¨¦ hacemos con ¨¦l?', se pregunta desesperado el comisario, 'porque ahora, encima, va de famoso. Ya le han hecho una entrevista en televisi¨®n. Lo que nos faltaba es que lo convirtieran en El Vaquilla'.
?Qu¨¦ hacemos? No s¨®lo el comisario se hace esa pregunta. Se la hicieron los madrile?os no hace mucho tiempo, cuando Pietro Arcan, un delincuente moldavo tambi¨¦n habitual de las comisar¨ªas cometi¨® un horrible crimen en Pozuelo de Alarc¨®n, a las afueras de Madrid, asaltando el chal¨¦ de una familia, matando al padre, hiriendo a una de las hijas y violando a la otra. ?Qu¨¦ hacemos?, se preguntan ahora los joyeros, atracados un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, ya sea en Marbella, Madrid, Barcelona o Sevilla. La delincuencia ha subido este a?o casi un 11% al dispararse los robos callejeros, en coches y viviendas.
Incluso los m¨¢ximos responsables de la seguridad -valgan los ejemplos de los delegados del Gobierno en Andaluc¨ªa y Madrid, Jos¨¦ Torres Hurtado y Francisco Javier Ansu¨¢tegui Roca- reconocen de forma impl¨ªcita el fracaso de la polic¨ªa e intentan escamotear el aluvi¨®n de cr¨ªticas aconsejando a las v¨ªctimas que contraten servicios de seguridad privados. 'El PP', dice Javier Barrero, portavoz socialista en la Comisi¨®n de Justicia e Interior, 'est¨¢ estimulando el negocio de la seguridad privada. Mientras la polic¨ªa tiene s¨®lo 58.000 plazas, de las que 9.000 est¨¢n sin cubrir, ya hay m¨¢s de 100.000 guardias privados. El mensaje que lanza el PP es: quien tenga dinero, que compre su seguridad'.
Pero el problema, coinciden unos y otros, no s¨®lo est¨¢ en las comisar¨ªas. Tambi¨¦n la vista se vuelve -tanto aqu¨ª como en Francia o Reino Unido, donde se padecen problemas parecidos- hacia los juzgados. Ya que la polic¨ªa se siente desbordada por el aumento de delitos, por la especializaci¨®n y la crueldad de las bandas internacionales, por las limitaciones de una plantilla cada vez m¨¢s reducida y m¨¢s vieja, por la lucha contra el terrorismo que requiere muchos y buenos agentes, ?habr¨¢ que endurecer las penas?
Seg¨²n Barrero, 'la sociedad no puede hacer del C¨®digo Penal un arma represiva'. Tampoco los responsables del Ministerio de Justicia apuntan por ah¨ª, y s¨ª por implantar antes del verano los llamados 'juicios inmediatos', a celebrar en menos de 72 horas desde la detenci¨®n con el fin de sancionar delitos flagrantes y tambi¨¦n otro tipo de delitos que conlleven una pena inferior a los tres a?os.
Seg¨²n Manel Silva, el diputado de Converg¨¨ncia i Uni¨® que hizo la propuesta, la celebraci¨®n de juicios en 72 horas -el plazo m¨¢ximo de detenci¨®n preventiva- 'evitar¨ªa que el juez tuviese que enviar a prisi¨®n provisional a personas que luego ser¨¢n condenadas a penas leves, y tambi¨¦n tener que dejar en libertad a otras que no tienen domicilio fijo y sobre las que todo apunta a que tratar¨¢n de sustraerse a la acci¨®n de la justicia'.
En Francia, donde la delincuencia est¨¢ aumentando en unos niveles comparables a los espa?oles, el debate est¨¢ llegando m¨¢s lejos. La seguridad ya se ha convertido en la estrella de las pr¨®ximas elecciones presidenciales y legislativas. Lejos de andarse por las ramas, los franceses de izquierdas y derechas andan estos d¨ªas debatiendo la idoneidad o no de la llamada tolerancia cero, una pol¨ªtica de represi¨®n sistem¨¢tica de la peque?a delincuencia puesta en pr¨¢ctica, con bastante ¨¦xito y no menos pol¨¦mica, por el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani.
Hablando en plata, se trata de aplicar mano dura contra los delincuentes de poca monta para evitar que pasen a mayores. O, lo que es lo mismo, la tolerancia cero surge de aplicar sobre el terreno la doctrina de los cristales rotos, desarrollada en 1982 por dos universitarios americanos de ideolog¨ªa conservadora, George Kelling y James Wilson, quienes apostaron por perseguir con el mismo vigor los peque?os delitos y los cr¨ªmenes de sangre.
Tan a pecho se lo tom¨® Giuliani al llegar a la alcald¨ªa de Nueva York en 1993, que pintar un graffiti, fumar marihuana o romper una ventana llegaron a suponer penas de c¨¢rcel. Los resultados no se hicieron esperar. Por un lado, la criminalidad se redujo en m¨¢s de un 50% y la ciudad volvi¨® a ser habitable despu¨¦s de mucho tiempo, pero, por otro, el racismo y la brutalidad policial se dispararon hasta l¨ªmites nunca vistos. Incluso el teniente de alcalde, Rudy Washington, el ¨²nico colaborador negro de Giuliani, sufri¨® el acoso de su propia polic¨ªa. En 1998, un agente le dio el alto cuando circulaba junto a su esposa en una limusina conducida por un ch¨®fer y le interrog¨® minuciosamente. El polic¨ªa explic¨® luego que le hab¨ªa resultado 'sospechoso que un negro viajara en limusina'.
?Importar¨¢n, pues, los franceses alg¨²n d¨ªa la tolerancia cero? ?Cruzar¨¢ despu¨¦s los Pirineos para instalarse en Espa?a? Sea s¨ª o no la respuesta a una y otra pregunta, lo que s¨ª parece claro es que dif¨ªcilmente se podr¨¢ poner en pr¨¢ctica aqu¨ª una ley as¨ª en estado puro.
Basta escuchar al inspector jefe Kevin Perham, oficial de la polic¨ªa de Nueva York, y recordar el caso de David Bote Vargas, detenido 45 veces y otras tantas puesto en libertad, para constatar que hay m¨¢s de un oc¨¦ano de distancia entre un concepto de justicia y otro. 'Ahora', explic¨® Perham a este peri¨®dico, 'perseguimos delitos que antes ignor¨¢bamos y obtenemos resultados. Por ejemplo, pongamos que encierro a un tipo que se ha colado en el metro. Es frecuente que est¨¦ buscado por alguna otra cosa, as¨ª que permanece en la c¨¢rcel cuatro o cinco d¨ªas, o quiz¨¢ queda fuera de circulaci¨®n durante m¨¢s tiempo. O pongamos que se trata de un ladr¨®n. Un buen ladr¨®n hace dos trabajos al d¨ªa. Si se le encarcela durante una semana por colarse en el metro, hay 10 o hasta 14 robos menos. Si se multiplica por 100, por 1.000... As¨ª es como desciende el n¨²mero de delitos. Adem¨¢s, cuando un individuo est¨¢ en prisi¨®n, no est¨¢ pegando tiros, ni recibi¨¦ndolos, ni comprando drogas...'. Explicado as¨ª, la norteamericana tolerancia cero suena bastante a la vieja ley espa?ola de vagos y maleantes. Tanto ¨¦sta como aqu¨¦lla consideraban clave el car¨¢cter reincidente del sospechoso.
Ahora y aqu¨ª, en cambio, el hecho de que el detenido est¨¦ involucrado en otros delitos anteriores y tenga antecedentes policiales no supone en ning¨²n caso una raz¨®n legal para decretar prisi¨®n preventiva. Lo explica muy bien Raimunda de Pe?afort, titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 13 de Madrid y conocedora como pocos del d¨ªa a d¨ªa de la delincuencia habitual. 'Para decretar una prisi¨®n preventiva', explica la juez, 'es preciso que se cumplan tres requisitos: que la pena susceptible de imponer por el delito motivo de la detenci¨®n sea superior a tres a?os de c¨¢rcel; que exista un riesgo real de fuga, y que el fiscal pida al juez -punto ¨¦ste fundamental- la prisi¨®n. Si no se dan estos tres requisitos, no se puede meter a nadie en la c¨¢rcel de forma preventiva'.
La juez admite que m¨¢s de una vez se ha encontrado con personas detenidas m¨¢s de 100 veces en un solo a?o por delitos de hurto -en su mayor¨ªa carteristas- y que los ha tenido que dejar en libertad en aplicaci¨®n de la ley. 'Hay otros robos en los que s¨ª concurre violencia', a?ade Raimunda de Pe?afort, 'y cuyos autores dif¨ªcilmente acaban en prisi¨®n preventiva. En la fiscal¨ªa, por ejemplo, existe el criterio de no pedir c¨¢rcel por un tir¨®n si el agresor no ha usado un arma ni la v¨ªctima ha sufrido lesiones'.
Al igual que en Francia o en el Reino Unido, el debate sobre la seguridad est¨¢ en la calle. El viernes mismo, en un autob¨²s de la l¨ªnea 21 de Madrid, dos hombres de edad comentaban entre s¨ª: 'Ni los pol¨ªticos ni los jueces hacen nada y un d¨ªa va a haber una desgracia. Va a salir un joyero con una escopeta y le va a pegar dos tiros a un delincuente y se va a armar la de Dios', dec¨ªa uno para que asintiera el otro: 'S¨ª, y lo peor es que el joyero se buscar¨¢ dos ruinas, la suya y la del pobre desgraciado que se lleve por delante'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.