La polic¨ªa de Kandahar registra las casas en busca de armas y hombres de Bin Laden
La radio de la ciudad anuncia que en los pr¨®ximos tres d¨ªas s¨®lo quedar¨¢n los fusiles de los soldados
El ambiente ha cambiado en la casa de Gul Agh¨¢, el gobernador de Kandahar. Y la sensaci¨®n de seguridad, tambi¨¦n. Ahora hay mayor nerviosismo que hace tres d¨ªas, cuando a¨²n se o¨ªan tiros. Cada vez que se o¨ªa alguna descarga a lo lejos, los hombres de Agh¨¢ sonre¨ªan y dec¨ªan que se trataba de celebraciones. Sin embargo, ahora que la emisora de radio en Kandahar anuncia que en los pr¨®ximos tres d¨ªas no quedar¨¢n fusiles en las calles ni en las casas que no pertenezcan a los soldados o a la polic¨ªa, ahora que no se oyen tiros..., ahora es cuando el propio Gul Agh¨¢ parece m¨¢s tenso y preocupado.
Esta ma?ana han echado de la casa del gobernador a todos los periodistas excepto a los de El PA?S y el Atlanta Journal Constitution en menos de cinco minutos. Cables, antenas, ordenadores, mantas, c¨¢maras..., todo empaquetado y metido en el coche en cinco minutos, en un atropello de carreras y tintineo de rifles corriendo de un lado a otro. Gul Agh¨¢, con su cuerpo voluminoso, sin armas, pero rodeado de gente armada, iba de un lado a otro, gritando, dando ¨®rdenes, se acercaba a la cancela de la puerta de salida, regresaba, me sonre¨ªa, dec¨ªa 'sorry' y se volv¨ªa a meter en casa. 'Debemos irnos', dec¨ªa el int¨¦rprete mientras empaquetaba a toda prisa y revuelto los cables de los ordenadores con los pl¨¢tanos. 'Los talibanes van a atacar de un momento a otro', dec¨ªa.
Sin embargo, Yusuf Past¨²n, el portavoz y sobrino de Gul Agh¨¢, aseguraba que nadie iba a atacar la casa. 'Lo que ha ocurrido es que algunos periodistas, a pesar de que no pod¨ªan filmar a los soldados americanos que tienen su campamento al lado de la casa, se colaron y los estaban filmando. Y al final, ha habido que echarlos. M¨¦tase en su cuarto, no se preocupe, aqu¨ª est¨¢n seguros'.
Pero el ambiente era demasiado tenso como para pensar en que se trataba s¨®lo de un problema con periodistas. De repente empezaron a llegar armas envueltas en papel como si fueran inmensas barras de pan. Dos militares americanos presenciaban la escena cuchicheando con los ayudantes de Agh¨¢. '?Cuando usted vino a Kandahar vio a nuestros soldados [americanos] en Tactapul?', preguntaba el oficial. No, el lunes a¨²n no se les ve¨ªa en aquel pueblo. Pero ellos se est¨¢n cuidando mucho de que no los filme ninguna c¨¢mara.
Ayer, en el jard¨ªn del gobernador no hab¨ªa el bullicio de otros d¨ªas. Nada de comerciantes, ni familiares lejanos, ni amigos de amigos. 'Es que estos tres d¨ªas atr¨¢s ha venido demasiada gente pidiendo. Y no queremos que pase lo que pas¨® con el l¨ªder de la Alianza del Norte, cuando lo mat¨® alguien con una c¨¢mara de fotos que era una pistola', se?alaba una fuente muy cercana a Gul Agh¨¢.
'Hay algunos problemas', a?ad¨ªa la misma persona. 'El principal, yo creo que es Naji Bul¨¢, que tiene ahora demasiado apoyo. Cuando los talibanes se fueron le entregaron a ¨¦l la ciudad y se meti¨® aqu¨ª, en la casa del gobernador. Al d¨ªa siguiente llegamos nosotros y lo echamos. Pero la cuesti¨®n es que ahora Naji Bul¨¢ tiene mucha gente y nosotros demasiadas preocupaciones, porque tenemos que mantener el orden en la ciudad y en la provincia. En cuanto nos hayamos asentado un poco, los echaremos. Porque Naji Bul¨¢ es demasiado amigo de los talibanes'. 'Y el segundo problema siguen siendo los talibanes y Osama Bin Laden. Hemos recibido una carta de los talibanes diciendo que van a volver. A¨²n est¨¢ suelto y tiene mucho dinero para pagar a gente', comenta la misma fuente. 'Los talibanes son pastunes como nosotros y no podemos identificarlos f¨¢cilmente. Cualquiera de ellos puede crear problemas a nosotros y a los periodistas'.
Y los terroristas ¨¢rabes de Al Qaeda siguen siendo tambi¨¦n el gran quebradero de cabeza para el gobernador de Kandahar. El portavoz y sobrino de Gul Agh¨¢ declar¨® que est¨¢n busc¨¢ndolos uno por uno, casa por casa. 'No lo hacemos para entreg¨¢rselos a los americanos, sino por nuestra propia seguridad'. 'Estamos registrando casa por casa para detenerlos'.
En ese momento de la conversaci¨®n se oyen voces en el porche de la casa. Salimos y hay una pelea entre los propios hombres de Agh¨¢. 'Nos vamos hoy mismo de aqu¨ª', dec¨ªa el traductor. 'Si los talibanes se enteran de que se pelean entre ellos, ma?ana mismo atacan'. Sin embargo, la historia era m¨¢s simple: un hombre de Agh¨¢ que hab¨ªa perdido a dos hermanos en la guerra ped¨ªa mil rupias paquistan¨ªes (unas tres mil pesetas) por cada d¨ªa de lucha. Agh¨¢ no estaba por la labor de d¨¢rselas. Y el soldado empez¨® a hablarle de forma algo irrespetuosa. Enseguida se form¨® un remolino de hombres. Y s¨®lo se ve¨ªa un rifle alzado sobre las cabezas que alguien sosten¨ªa para que no se disparase. El resultado fue que el soldado qued¨® con la cara magullada y chorreando sangre por la nariz.
En la casa del mul¨¢ Omar, ocupada ahora por el primer ministro Hamid Karzai, se formaba otro corro silencioso de unos treinta hombres. Todos alrededor de unos fajos de billetes que un hombre de Karzai distribu¨ªa. Por la tarde, habiendo dejado a sus soldados bien contentos, Karzai volaba hacia Kabul. Y Gul Agh¨¢ se quedaba como amo y se?or indiscutible de la ciudad... De momento.
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