Captaci¨®n de estudiantes: ?cantidad o cualidad?
En un trabajo reciente publicado en este mismo suplemento se hac¨ªa referencia a la aparente intensificaci¨®n de los esfuerzos por parte de las universidades valencianas para aumentar la captaci¨®n de nuevos estudiantes, como una estrategia para hacer frente a la previsible reducci¨®n de alumnos que acceden a la universidad que, a su vez, es una consecuencia de la reducci¨®n en las cohortes de poblaci¨®n que alcanzan los 18 a?os. Aunque las observaciones generales del trabajo, en mi opini¨®n, son correctas, creo que es posible hacer algunas precisiones sobre el sentido y el alcance que efectivamente tienen o que deber¨ªan desarrollar las universidades para aumentar la eficiencia y la calidad de los servicios que prestan a los usuarios.
Sostendr¨¦ en este trabajo tres cuestiones. La primera de ellas es que las universidades no tienen incentivos suficientes, positivos o negativos, para desarrollar pol¨ªticas activas de captaci¨®n de nuevos titulados. Las universidades consolidadas, tales como la Universidad de Valencia, la Universidad de Alicante o la Polit¨¦cnica de Valencia, por diversos motivos tales como la proximidad geogr¨¢fica al lugar de residencia familiar de los estudiantes, la diversificaci¨®n de la oferta o la especializaci¨®n en titulaciones muy demandadas, adem¨¢s del propio tama?o de la universidad, tienen razones suficientes para pensar que se van a ver menos afectadas en la reducci¨®n futura de la demanda. Pero, a¨²n en el caso de que tal reducci¨®n se produjera, ?qu¨¦ efectos negativos puede tener esto sobre las instituciones mencionadas? Probablemente muy pocos, dado que su financiaci¨®n, mayoritariamente de origen p¨²blico, no va a sufrir merma alguna como consecuencia de estos avatares, y la reducci¨®n en el n¨²mero de estudiantes puede suponer, por el contrario, una disminuci¨®n de la presi¨®n sobre la capacidad docente de determinados centros a¨²n muy masificados. Las universidades no consolidadas, la Universidad Jaume I y la Universidad Miguel Hern¨¢ndez, s¨ª tienen buenas razones para emprender pol¨ªticas activas de captaci¨®n, como un componente estrat¨¦gico que garantice su futuro como instituciones, pero, salvo estas excepciones, las pol¨ªticas que las universidades siguen en la pr¨¢ctica son una simple ampliaci¨®n de las tareas rutinarias de extensi¨®n que ya se llevaban a cabo con anterioridad.
La segunda cuesti¨®n a se?alar es que, en el fondo, no existe raz¨®n objetiva alguna para que lleven a cabo estas pol¨ªticas. En nuestras universidades, y pese a la estabilizaci¨®n que se ha producido en el n¨²mero de estudiantes, a¨²n existen problemas de masificaci¨®n si comparamos nuestros est¨¢ndares con los europeos. Se ha se?alado repetidamente la desfavorable relaci¨®n existente en el volumen de recursos financieros y humanos con que cuenta la universidad cuando la comparamos con otros sistemas universitarios. En consecuencia, una reducci¨®n en el n¨²mero de estudiantes deber¨ªa propiciar mejoras en la calidad del servicio que prestan en la actualidad. No olvidemos que la reducci¨®n en el n¨²mero de nuevos estudiantes va acompa?ada de un aumento de la escolarizaci¨®n universitaria. Tenemos menos estudiantes, pero llega a la universidad un porcentaje mayor de los estudiantes en edad de hacerlo. Por tanto, la conclusi¨®n l¨®gica ser¨ªa menos estudiantes pero m¨¢s recursos, para alcanzar cuanto antes los niveles potenciales de calidad europeos.
La tercera cuesti¨®n se refiere a que las pol¨ªticas de captaci¨®n deber¨ªan ir dirigidas a mejorar la eficiencia de las universidades para atender las necesidades del mercado de trabajo y las demandas de los estudiantes, y por lo tanto deber¨ªan ser cualitativas y no cuantitativas. Parece ser que, tambi¨¦n en cuestiones universitarias, el tama?o importa. Pero si comparamos nuestras universidades con las de otros sistemas comprobaremos que las nuestras todav¨ªa se encuentran muy por encima de lo que se considera un tama?o razonable. Por tanto, los desarrollos de las pol¨ªticas de captaci¨®n, muy probablemente, deber¨ªan ahondar en los aspectos cualitativos y no en los cuantitativos. Esto significa, primero, adaptar la oferta a las necesidades manifestadas por los futuros estudiantes y por la sociedad, no s¨®lo en el tipo de titulaciones y el n¨²mero de plazas ofertadas, sino tambi¨¦n en los contenidos de dichas titulaciones.
Pero las mejoras no pueden limitarse a esto. La pol¨¦mica en torno al papel de las instituciones universitarias no puede ignorar los cambios que se avecinan en las relaciones estudiantes-universidad, y en la necesidad de mejorar el conjunto de servicios que los usuarios esperan de las instituciones universitarias p¨²blicas, si estas quieren mantenerse como una alternativa real en las elecciones formativas de futuro.
Enrique Villarreal es profesor de la Universidad de Valencia.
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