Un aeropuerto convertido en infierno para inmigrantes
Medio millar de inmigrantes permanecen hacinados desde hace semanas en el antiguo edificio del aeropuerto canario, sin luz natural, agua caliente ni ventilaci¨®n
El aeropuerto de Fuerteventura tiene dos terminales. Una, moderna y luminosa, recibe a los turistas. En la otra, vieja y oscura, el Gobierno ha encerrado a medio millar de africanos llegados a la isla en pateras.
Entre ambos edificios no hay m¨¢s de 400 metros. La antigua terminal est¨¢ situada al borde de las pistas. Por fuera parece un edificio abandonado. Los cristales de la entrada han sido pintados, tapados con papeles de peri¨®dico o cubiertos con paneles de contrachapado para impedir que se vea el interior. Cuando el visitante golpea la puerta y abre un polic¨ªa, se escapa un hedor dif¨ªcil de describir.
?se es el aire que respiran cientos de inmigrantes recluidos en una sala de 1.500 metros cuadrados. Duermen en literas o en colchonetas tiradas por el suelo, se alimentan del catering de los aviones, carecen de agua caliente y s¨®lo disponen de seis retretes: en ocasiones han tocado a un v¨¢ter por cada cien personas.
La terminal carece de todo lo que exige un centro de acogida. Es un desv¨¢n para trastos
Yaw Oduro ha sido enviado al hospital tras dar muestras de locura, y no para de gritar
Algunos est¨¢n all¨ª desde hace m¨¢s de un mes. Dos agentes de la Unidad de Intervenci¨®n Policial (UIP) custodian el lugar e impiden el paso a la prensa, a las ONG y a los pol¨ªticos que acuden a interesarse por su estado. Hace dos meses prohibieron la entrada a varios miembros de la comisi¨®n de inmigraci¨®n del Parlamento de Canarias.
S¨®lo un reducido grupo de voluntarios de Cruz Roja tiene permitida la entrada a las instalaciones: cuatro m¨¦dicos, dos enfermeros y una educadora social. La semana pasada, tres de los facultativos denunciaron el riesgo de un foco epid¨¦mico y advirtieron de que dejar¨¢n de prestar sus servicios si el Ministerio del Interior, que gestiona la terminal, no acaba con el hacinamiento. El pasado jueves, los polic¨ªas que vigilan a los internos se negaron a repartir las bandejas de comida. Todas las autoridades de Fuerteventura est¨¢n de acuerdo en que realizan un trabajo que no les corresponde. Tambi¨¦n coinciden en que el lugar carece de condiciones sanitarias para albergar a semejante multitud.
Agust¨ªn Casta?eyra, director del ?rea de Salud, ha ordenado dos inspecciones en los ¨²ltimos 24 meses y ha constatado el desastre. Pero no sabe a qui¨¦n sancionar: '?A AENA, que es la propietaria del edificio? ?Al Ministerio del Interior, que lo administra?'.
Els Van Leemput, una educadora belga de Cruz Roja con experiencia en casos l¨ªmite, ha visto c¨®mo se deterioraba la situaci¨®n en la terminal durante los ¨²ltimos seis meses. 'La polic¨ªa distribuye ropa limpia a los que llegan. Tambi¨¦n les da detergente para que la laven. Pero como no hay ventilaci¨®n, las prendas tardan mucho en secarse, y ellos acaban renunciando. Huele a sudor ¨¢cido, a pies y a mal aliento'. El testimonio de esta mujer y el de otras personas que trabajan en la terminal dibujan un panorama estremecedor.
No es extra?o que la ropa tarde en secarse. El edificio es un caj¨®n herm¨¦ticamente cerrado. La luz natural s¨®lo se filtra por unos estrechos ventanucos situados a cinco metros del suelo a lo largo de la pared norte. El resto de la estancia est¨¢ iluminado con tubos de ne¨®n tan tenues que a veces los m¨¦dicos deben examinar a sus pacientes con linternas. El cuarto de ba?o de los hombres (cuatro duchas, cuatro retretes y 11 lavabos) est¨¢ inundado. El agua sale bajo la puerta y empapa los colchones cercanos, poniendo en peligro la salud de quienes duermen en ellos.
S¨®lo hay unas 200 camas, montadas como literas. La mayor¨ªa de los internos pasan los d¨ªas tumbados en ellas o en colchonetas tiradas en el suelo, o sentados en las antiguas cintas transportadoras de equipajes, mirando el ¨²nico televisor. Son frecuentes las peleas, sobre todo entre subsaharianos, que son el 80%, y marroqu¨ªes. Cada uno de estos grupos ocupa una zona de la sala y tiene su propio l¨ªder, que se encarga de repartir la comida y hace las veces de interlocutor con los polic¨ªas.
A pesar de que las mujeres est¨¢n recluidas en una habitaci¨®n aparte, que tambi¨¦n sirve de almac¨¦n de colchones y de garrafas de agua, se comunican con los hombres a trav¨¦s de un agujero que han practicado en la pared. Tanto los agentes como los miembros de Cruz Roja sospechan que algunos inmigrantes se dedican al tr¨¢fico de medicamentos y de tabaco a cambio de favores sexuales.
El reparto de la comida marca el ritmo vital. El problema es que la empresa concesionaria, Eurest, no tiene un horario definido. 'Cada d¨ªa traen el catering a una hora distinta', relata Van Leemput. 'El desayuno, que consiste en bocadillos y un litro de zumo y otro de leche para tres personas, llega entre las 9 y las 11. El almuerzo (una raci¨®n fr¨ªa de pasta o arroz y otra caliente de carne o pescado) aparece entre las 15 y las 18. Y la cena se presenta entre las 19.30 y las 23'. El reparto de los alimentos suele prolongarse durante horas.
La mala alimentaci¨®n, la falta de aire fresco y el hacinamiento son causa de numerosas enfermedades. Los facultativos de Cruz Roja afirman que los inmigrantes padecen frecuentes migra?as, trastornos digestivos y dolores de espalda. Tambi¨¦n se han dado casos de sarna y de enfermedades ven¨¦reas, sobre todo de gonococia. Ahora mismo sufren una plaga de piojos. Cruz Roja ha entregado maquinillas para que se rapen la cabeza, pero los par¨¢sitos han hecho nidos en los entresijos de las paredes sin encalar. 'La ¨²nica forma de exterminarlos ser¨ªa fumigar. Pero c¨®mo hacerlo con toda la gente all¨ª dentro', se pregunta Gerardo Mesa, delegado especial de Cruz Roja en Fuerteventura.
La situaci¨®n se agrava a medida que transcurre el encierro. Para los doctores, no es f¨¢cil entender a los pacientes cuando explican sus s¨ªntomas. 'Dicen cosas como que vomitan arena, que tienen animales en la cabeza o que albergan serpientes en la tripa. Muchas veces no sabemos a qu¨¦ atenernos', relata Van Leemput.
Es el caso de Lawrence Yaw Oduro, un sierraleon¨¦s de 24 a?os que lleva 32 d¨ªas en la terminal. Hace una semana comenz¨® a dar muestras de locura. Lo llevaron al hospital y le inyectaron un calmante. A pesar de que los m¨¦dicos le suministran fuertes dosis de ansiol¨ªticos, no para de gritar e impide dormir a los otros internos. Dice que no sabe d¨®nde est¨¢ su mujer. La polic¨ªa cree que debi¨® hacer el viaje con ella y la perdi¨® por el camino.
El doctor Juan Letang, jefe de cirug¨ªa del Hospital de Fuerteventura y voluntario de Cruz Roja, explica que la mayor¨ªa de los inmigrantes son j¨®venes, sanos y fuertes. 'Pero el continente africano posee la tasa de sida m¨¢s alta del planeta. All¨ª la tuberculosis es end¨¦mica. Y aqu¨ª no se les hace ning¨²n reconocimiento sistem¨¢tico. Se nos pueden estar escapando enfermedades graves'.
La preocupaci¨®n de los m¨¦dicos por el estado de los inmigrantes es extensiva a toda la sociedad. 'Cuando el Estado no consigue repatriarlos, les entrega una orden de expulsi¨®n y los suelta en la calle. Como no pueden trabajar legalmente, muchos se dedican a la prostituci¨®n. El peligro de transmisi¨®n de enfermedades es evidente', advierte Letang.
El a?o pasado llegaron a Canarias 2.300 inmigrantes en patera. Este a?o, esa cifra ha sido ampliamente superada: a 12 de diciembre, 3.711 personas hab¨ªan sido descubiertas cuando intentaban entrar clandestinamente. Este crecimiento exponencial est¨¢ en el origen del hacinamiento de los inmigrantes, pero no parece coartada suficiente para la falta de previsi¨®n de la que muchos acusan al Ministerio del Interior.
'Todo el mundo sabe que el problema siempre rebrota por estas fechas, antes de la llegada de los vientos alisios', asegura Agust¨ªn Casta?eyra. Gerardo Mesa demanda una soluci¨®n con urgencia. 'El reglamento de Extranjer¨ªa explicita que los centros de acogida deben tener un trabajador social, un m¨¦dico, un abogado, un comedor, un espacio para que los internos tomen el aire. La terminal del aeropuerto carece de todo eso. Es un desv¨¢n para los trastos'.
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