Tres meses
En los primeros momentos tras el 11 de septiembre, el pueblo norteamericano demostr¨® calma, disciplina y solidaridad admirables. Se tem¨ªa una gran guerra, un choque de civilizaciones. Pero el presidente y el Gobierno de Estados Unidos consiguieron aglutinar con serenidad una ampl¨ªsima coalici¨®n internacional en una guerra selectiva contra el terrorismo que, bajo los nombres de Justicia Infinita y Libertad Duradera, ha contado con el apoyo de la gran mayor¨ªa de los Gobiernos de los pa¨ªses ¨¢rabes, incluida la Autoridad Nacional Palestina (?recuerdan la imagen de Yasir Arafat donando sangre para las v¨ªctimas de las Torres Gemelas?). Transcurridos poco m¨¢s de tres meses desde los atentados, parece a punto de terminar una campa?a en la que la facci¨®n integrista talib¨¢n ha sido no s¨®lo expulsada del poder en Afganist¨¢n, sino completamente derrotada. Y adem¨¢s, la victoria se ha conseguido desde el aire, sin arriesgar pr¨¢cticamente ninguna vida norteamericana, y haciendo que los miles de muertos corran por cuenta de combatientes locales. Sin embargo, no parece que se pueda hablar mucho de justicia cuando se ha causado un indecible sufrimiento y una matanza todav¨ªa no cuantificable a uno de los pueblos m¨¢s pobres y oprimidos de la Tierra en una operaci¨®n cuyo objetivo declarado es matar sin juicio previo a un terrorista y, seg¨²n los mandos militares estadounidenses, 'al mayor n¨²mero posible de talibanes'. Ni se ha hecho mucho por la libertad promoviendo interrogatorios indiscriminados de extranjeros y juicios militares secretos en el pa¨ªs que pretende liderar la defensa de la democracia y de los derechos humanos. Ni se ha hecho nada por el conflicto palestino, sino que, por el contrario, Ariel Sharon ha recibido durante estos meses el apoyo imprescindible para concluir la aniquilaci¨®n del proceso de paz que inici¨® con su visita a la Explanada de las Mezquitas. El 11 de septiembre todos fuimos norteamericanos. Tres meses m¨¢s tarde, muchos nos sentimos avergonzados e indignados.
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