?Dos alemanes?
Un beso y una rosa para W. G. Sebald, fallecido el pasado d¨ªa 14 en accidente de circulaci¨®n. Alem¨¢n, afincado en Inglaterra, es autor de una obra original y callada que pisa el destierro a fuerza de caminar una y otra vez por la tierra de sus or¨ªgenes, que ¨¦l describe con minucia hasta la desolaci¨®n del recuerdo. C¨®mo se posa la poes¨ªa en su prosa casi documental, escrita a veces sobre lo ya escrito por otros, es el milagro que definir¨¢ para siempre su voz y su mundo.
Le gustaban m¨¢s los muertos que los vivos, y en ocasiones da la impresi¨®n de que se mueve en esa frontera imprecisa en la que unos y otros convivimos. Llena de reminiscencias, ecos, sombras que nos cuestionan, en su obra los objetos y los hechos que tan minuciosamente plasma se presentan como un pretexto para que se nos revele su reverso, el otro lado imprevisto. As¨ª en su encuentro con otro alem¨¢n desterrado, el poeta Michael Hamburger, en el que tiene la impresi¨®n de haber vivido ya la vida de ¨¦ste, se pregunta: '?En qu¨¦ espacio de tiempo transcurren las afinidades electivas y las correspondencias? ?C¨®mo es que uno se ve a s¨ª mismo en otra persona y cuando no es a s¨ª mismo ve entonces a su predecesor?'
?Po¨¦tica de la identidad? La tierra, fotografiada, es un escenario para el desarraigo. Esa es la patria, negada como tal, de los que deambulan, ?y no es ¨¦se el modo de ser de quienes ya no viven? Le gustaba acompa?ar sus textos con fotograf¨ªas y grabados, otro detalle documental, pero documental de qu¨¦. Testimonio tal vez de la existencia de sus personajes, tan reales como los vivos y los muertos en ese mundo de los que deambulan, a veces he llegado a preguntarme si todo ese material gr¨¢fico no funcionar¨ªa como prueba de lo que nos resistimos a ver: la fotograf¨ªa, el lugar de la muerte, o el l¨ªmite en el que ¨¦sta y la vida se entremezclan. Cuando muri¨®, yo le¨ªa su ¨²ltima novela publicada en castellano: V¨¦rtigo. Su ¨²ltimo cap¨ªtulo se titula Il ritorno in patria, casi como la ¨®pera de Monteverdi sobre Ulises. Y en el recuerdo que es la patria se nos desvelan ecos de lo vivido con posterioridad fuera de ella. Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa, ?en el 2050?, me encuentre con Sebald en alg¨²n lugar, acaso en Verona, o en Norwich, o aqu¨ª mismo. Estar¨¢ sentado ante m¨ª y leer¨¢ un libro, un libro que por m¨¢s que lo busque no volver¨¦ a encontrar en ning¨²n sitio.
Si Sebald se defin¨ªa como postfascista, a V¨ªctor Klemperer le toc¨® padecer el horror del periodo nazi, infinito horror dada su condici¨®n de jud¨ªo, si bien el hecho de estar casado con una mujer aria lo salv¨® del campo de concentraci¨®n y de la muerte. Fil¨®logo, disc¨ªpulo de Vossler, se preocup¨® por recoger las peculiaridades del lenguaje del Tercer Reich, que ¨¦l denomin¨® Lingua Tertii Imperii o LTI. El libro que recoge sus impresiones acaba de ser publicado en castellano y no tiene desperdicio. 'El lenguaje crea y piensa por nosotros', repite Klemperer y esta frase, tomada de Schiller, se constituye en foco orientador de su estudio.
El uso del lenguaje no es inocente y sirve para conformar nuestra visi¨®n de la realidad y del poder. El nazismo se aplic¨® con fruici¨®n a esa tarea de crear una lengua que condenar¨¢ determinados valores y realidades a la oscuridad y exaltar¨¢ otros como orientaci¨®n ¨²nica de la vida de sus s¨²bditos. Para ello no tuvo que inventar casi nada. Se limit¨® a elegir t¨¦rminos ya existentes, a alterar a veces su significado y a repetirlos hasta el paroxismo, conformando una lengua de una gran pobreza. 'El nazismo se introduc¨ªa m¨¢s bien en la carne y en la sangre de las masas a trav¨¦s de palabras aisladas, de expresiones, de formas sint¨¢cticas que impon¨ªa repiti¨¦ndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mec¨¢nica e inconsciente'.
Klemperer analizar¨¢ el uso intencionado de algunas palabras clave del lenguaje nazi, pero no se conformar¨¢ con eso. Porque lo terrible de la LTI no es s¨®lo su repugnante adulteraci¨®n, sino su poder de infecci¨®n, capaz de afectar a sus propias v¨ªctimas. La tendencia, naturalmente, no es s¨®lo nazi, sino propia de cualquier forma de poder. Lo vemos entre nosotros. Lo espec¨ªficamente nazi ser¨¢ la imposibilidad de r¨¦plica, la condena al silencio, o a la muerte, del guardi¨¢n de las palabras, de quien es capaz de reclamar para ellas una riqueza que va m¨¢s all¨¢ de su simple capacidad para invocar. 'T¨² no eres nada, tu pueblo lo es todo', reza una de las m¨¢ximas de la LTI. Pues no, t¨² lo eres todo, hasta en el reino de los muertos.
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