Las buenas influencias
Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n en esta novela es su atrevimiento tan discreto. El hecho de que la exploraci¨®n de un asunto tan escarpado como es la eficacia redentora de la bondad sea conducida con ambici¨®n y recursos tan contenidos.
La adolescente que protagoniza La hermana de Katia no recibe m¨¢s nombre que este mismo, 'la hermana de Katia', y as¨ª es en cuanto su existencia transcurre en un segundo plano, tanto en relaci¨®n a Katia, su hermana mayor, como a su madre, una prostituta ya veterana. A Katia misma su belleza la expone particularmente a las corrupciones del tiempo y sus miserias. Empujada por una ilusi¨®n amorosa y los deseos de escapar de su deprimente entorno, empieza a trabajar como bailarina de strip tease, y ser¨¢ la mirada c¨®mplice y devota de su hermana menor la que registre, sin nunca enjuiciarlo, s¨®lo atendiendo al esplendor de su belleza, su progresivo deterioro.
A la 'hermana de Katia' le corresponde dulcificar el tormentoso ambiente familiar, realizar las tareas de la casa y, cuando cae enferma, cuidar de su abuela. Su ¨²nica distracci¨®n consiste en ver en la televisi¨®n reportajes sobre animales y en ir a sentarse a la plaza Mayor de Madrid -en cuyas cercan¨ªas vive- y contemplar all¨ª a los turistas. En una de estas conoce a John Turner, un joven norteamericano que lleva una chapita donde dice 'Jes¨²s te ama'. La hermana de Katia siente por ¨¦l una inclinaci¨®n creciente, y en sus afables encuentros se deja embelesar por el encanto l¨ªrico de sus adoctrinamientos.
'Yo soy cat¨®lico. ?T¨² qu¨¦ eres?', pregunta John Turner en uno de sus encuentros. 'Yo soy la hermana de Katia', le responde quien no acierta a reconocerse de mejor modo. Y esta identidad diferida (este modo de ser sin afirmarse) sirve bien, al igual que su insondable orfandad (pues 'la hermana de Katia' no tiene padre ni modo de saber qui¨¦n fuera, a nadie de la familia se parece, ni a su madre, ni a su hermana, ni a su abuela, y 'c¨®mo andar por el mundo sin saber a qui¨¦n parecerse'), sirve bien, se dec¨ªa, para explicar la indigencia moral que la caracteriza. Indigencia que admite ser confundida con la inocencia, pero que es m¨¢s que eso, es una suerte de intemperie, una completa ausencia de recursos a la hora de construir juicios o valores sobre un mundo que lo mismo produce felicidad que dolor, pero que no admite queja ni rechazo en cuanto todo sucede en 'un estallido continuo de sorpresas agazapadas' sobre las que no es posible imponer otra jerarqu¨ªa que la de su propio acontecer sin reparo.
Hay indicios para sospechar
que la hermana de Katia padece un cierto retraso mental, una cortedad que justificar¨ªa su inocencia alarmante, su candidez sexual, su infantilismo y su humildad casi inveros¨ªmiles, con los que atraviesa inmaculada las situaciones m¨¢s morbosas. Pero esa tara, lejos de experimentarse como patolog¨ªa, se revela como una especie de santidad. Pertenece La hermana de Katia -y contribuye a destacarlo su naturaleza en cierto modo anacr¨®nica- a la estirpe de santos laicos que menudean en la literatura moderna ya desde sus or¨ªgenes. Hay un innato franciscanismo en su talante, una sencillez moral casi transgresora a la que repelen las torceduras del cristianismo m¨¢s tard¨ªo, encarnado aqu¨ª por John Turner en su papel de ¨¢ngel anunciador. El texto de la cubierta evoca con raz¨®n a la Felicit¨¦ de Un coeur simple, de Flaubert, pero el personaje de Barba elude los aspectos grotescos de su propia idiotez y recuerda antes, en su patetismo subversivo, a los de Lars von Trier.
Como fuere, no hay por qu¨¦ irse tan lejos. La escritura de Andr¨¦s Barba se revela muy atenta a la tradici¨®n y al entorno de los que surge. Su novela podr¨ªa emparentarse a momentos con el tremendismo l¨ªrico de un libro como Las bailarinas muertas, de Antonio Soler, pero sortea la tentaci¨®n del preciosismo. Es estremecida a ratos por el soplido ang¨¦lico de un texto como El lenguaje de las fuentes, de Gustavo Mart¨ªn Garzo, pero renuncia a su arrebato y a su temblor. La dedicatoria de la novela no deja lugar a dudas: son el magisterio y la influencia de ?lvaro Pombo los que han dejado aqu¨ª su dichosa impronta. Y los que dan raz¨®n de la naturalidad con que se resuelve un planteamiento repleto de peligros que en buena parte consigue eludir un estilo indirecto que casi se confunde a ratos con la primera persona, dejando sitio a mon¨®logos muy convincentes, en los que Barba -que al parecer ha escrito teatro y que maneja muy bien los registros coloquiales- demuestra tener un excelente o¨ªdo. La protagonista de La hermana de Katia se emparenta as¨ª, casi expl¨ªcitamente, con la Mar¨ªa de El metro de platino iridiado, y como ella sugiere una po¨¦tica del bien.
La hermana de Katia, finalista del ¨²ltimo Premio Herralde, es el segundo libro publicado por Andr¨¦s Barba (Madrid, 1975), quien ya se hab¨ªa dado a conocer con El hueso que m¨¢s duele, relato que en 1997 obtuvo el Premio Ram¨®n J. Sender de narrativa y circul¨® casi clandestinamente. En relaci¨®n a ¨¦l, esta novela demuestra un notable y muy prometedor crecimiento, que tiene que ver sin duda con lo m¨¢s importante a la hora de perfilarse como escritor: no tanto la elecci¨®n de los modelos como el talento para interiorizarlos.
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