Concursos con urna
Los arquitectos desconf¨ªan de las urnas. La mayor parte de las obras maestras que admiran son producto del despotismo o la teocracia, y tienden a pensar que los juicios est¨¦ticos de las gentes comunes son tan previsibles como desde?ables. Atrapados entre el narcisismo rom¨¢ntico de las vanguardias incomprendidas y la repugnancia elitista ante la mediocridad del gusto popular, reaccionan ante la soberan¨ªa del vulgo con ¨¢nimo ofendido e impaciencia insurrecta: someter sus proyectos al veredicto de las urnas se les antoja una humillaci¨®n deliberada, que expone su trabajo al juicio indocumentado de profanos. Sin embargo, la arquitectura es un arte ¨²til y un arte p¨²blico, que de ninguna manera puede evitar comparecer ante el tribunal del juicio general, una obligaci¨®n que se hace perentoria cuando se trata de edificios p¨²blicos, al servicio de todos y financiados con el dinero de todos. Es verdad que hay elementos y circunstancias s¨®lo asequibles al ojo entrenado; pero no lo es menos que la funci¨®n del experto es precisamente la de hacer inteligible lo oscuro, a fin de facilitar la formaci¨®n del juicio de cualquiera.
En Pamplona, el Ayuntamiento eligi¨® a ocho equipos de arquitectos para desarrollar el proyecto del futuro Museo de los Sanfermines, una obra de gran importancia por la carga simb¨®lica de la fiesta del encierro, pero de usos tan imprecisos como su propia ubicaci¨®n, en un ¨¢rea vagamente definida a caballo entre el casco hist¨®rico fortificado y un ensanche suburbial. El japon¨¦s Arata Isozaki, el holand¨¦s Erick van Egeraat, los portugueses Rocha y Byrne/Mateus, los madrile?os Perea y Moreno Mansilla/Tu?¨®n, el catal¨¢n Jordi Garc¨¦s y el equipo formado por el navarro Mangado y los argentinos afincados en Boston Machado/Silvetti compitieron por esta obra emblem¨¢tica de la ciudad con ocho propuestas tan laboriosamente preparadas como inevitablemente heterog¨¦neas, sin duda como consecuencia de la deliberada indefinici¨®n del concurso. Con ¨¢nimo de ampliar el ¨¢mbito del debate, el jurado del concurso seleccion¨® tres propuestas -situadas respectivamente en un baluarte de la ciudad hist¨®rica, al borde del pol¨ªgono que se extiende al otro lado del r¨ªo, y en forma de puente entre ambos emplazamientos- y convoc¨® a los arquitectos para una segunda fase, celebrada tras la exposici¨®n y votaci¨®n p¨²blica de los tres proyectos finalistas.
Las urnas en los dos lugares
donde se mostraron las maquetas y la encuesta realizada entre los lectores del Diario de Navarra arrojaron un resultado que favorec¨ªa en primer lugar el proyecto de museo-puente realizado por Luis Moreno Mansilla y Emilio Tu?¨®n, con 797 votos, seguido de cerca por el edificio en el baluarte del arquitecto de Oporto Jo?o ?lvaro Rocha, con 607, y, ya a mayor distancia, por las cajas lac¨®nicas de los lisboetas Gon?alo Byrne y Manuel Mateus, con 206. Tras o¨ªr a los arquitectos y examinar las versiones modificadas de los proyectos, el jurado se pronunci¨® en el mismo sentido que el voto popular, eligiendo a los madrile?os como arquitectos del Museo de los Sanfermines; una decisi¨®n arriesgada por el impacto visual de su l¨ªrica propuesta sobre el parque de la ribera del r¨ªo Arga, pero muy segura si se tienen en cuenta el talento y el realismo demostrado por la brillante pareja en sus museos de Zamora y Castell¨®n. En Pamplona construir¨¢n a los pies de su antiguo maestro y mentor Rafael Moneo, que levanta ya los pa?os de hormig¨®n del Archivo de Navarra sobre el per¨ªmetro fortificado que domina el r¨ªo y el futuro museo; un Rafael Moneo, por cierto, que tambi¨¦n ha obtenido el favor popular en el m¨¢s reciente concurso plebiscitario, convocado para realizar en Santander la sede del Gobierno de Cantabria.
En este ¨²ltimo caso, pendiente a¨²n de fallo definitivo a la fecha de cierre de Babelia, la administraci¨®n regional invit¨® a siete arquitectos para proyectar, en un inc¨®modo solar de Santander, la colosal nueva sede del Gobierno. Dos de ellos, el suizo Mario Botta y el santanderino Juan Navarro Baldeweg, declinaron participar en el concurso, por motivos no especificados pero quiz¨¢ no ajenos a las desmesuradas demandas de las bases, que obligaban a insertar en el lugar un volumen a todas luces excesivo, violentando la densidad regular de la ciudad consolidada. Los restantes cinco arquitectos se atrevieron a enfrentarse con el desatino de la escala usando estrategias diferentes: el norteamericano Peter Eisenman consegu¨ªa amortiguar el impacto del edificio fracturando su volumen en cuerpos sinuosos que se extend¨ªan tambi¨¦n sobre una finca colindante; el catal¨¢n Carlos Ferrater descompon¨ªa el proyecto en fragmentos oblicuos revestidos de una fachada azarosa; el madrile?o Jer¨®nimo Junquera situaba parte del programa en una gran torre de 15 plantas, ajustando as¨ª mejor el volumen restante a las exigencias del entorno; el brit¨¢nico David Chipperfield renunciaba a domesticar el tama?o, proponiendo un desafiante, gigantesco y elemental cubo de vidrio, y el navarro Rafael Moneo intentaba aliviar su tit¨¢nico prisma de cristal con un gran vac¨ªo escalonado, que se excava en el volumen del edificio para crear un p¨®rtico p¨²blico de acceso.
Tambi¨¦n aqu¨ª se solicit¨® la opini¨®n ciudadana, a trav¨¦s de una exposici¨®n de las maquetas que recorri¨® la regi¨®n, y otra exposici¨®n con fotomontajes que pod¨ªa visitarse en la red. Sumados los votos de las urnas con los emitidos a trav¨¦s de Internet, la consulta dio ganador a Moneo con 1.759 sufragios, seguido de Eisenman con 1.528, Junquera con 1.415, Ferrater con 1.172 y, en el ¨²ltimo y muy descolgado lugar, Chipperfield con 348. A diferencia de lo ocurrido en Pamplona, donde el sondeo s¨®lo persegu¨ªa pulsar la opini¨®n, en Santander la consulta era vinculante, ya que la administraci¨®n advirti¨® que el proyecto final se elegir¨ªa entre los tres que hubiesen obtenido un mayor n¨²mero de votos. Al a?adir a esta circunstancia la descalificaci¨®n de Eisenman por ocupar un solar anejo (mientras parad¨®jicamente se anunciaba la futura compra de los terrenos colindantes para dotar al edificio del desahogo que precisa, respondiendo a las cr¨ªticas de los que, como el Colegio de Arquitectos, han censurado la desmesura de la operaci¨®n), ser¨¢n Moneo, Junquera y Ferrater los arquitectos entre los cuales el presidente c¨¢ntabro decidir¨¢ el ganador.
Hay muchos motivos para sentir recelos ante la arquitectura plebiscitada. La presi¨®n para que una democracia de consenso construya arquitecturas de consumo puede ser intolerable, y es l¨®gico proteger las obras institucionales de la trivialidad amable que el consumidor reclama en la construcci¨®n comercial. Pero es dudoso que ante la extensi¨®n un¨¢nime de la televisi¨®n basura o el espacio basura, la ¨²nica v¨ªa sea la defensa de una 'excepci¨®n cultural' administrada por expertos. El ¨²ltimo Premio Turner ha reca¨ªdo en Martin Creed, un artista brit¨¢nico que expone una sala vac¨ªa iluminada a intervalos de cinco segundos, y ante la pol¨¦mica suscitada algunos cr¨ªticos han reclamado que los legos se abstengan de opinar sobre cuestiones art¨ªsticas, una tarea que deber¨ªa reservarse a los especialistas. No s¨¦ si este rechazo arrogante del populismo es el camino m¨¢s adecuado para el arte contempor¨¢neo, pero s¨ª estoy seguro de que no es el mejor para un arte p¨²blico como la arquitectura. Desde?ar las cifras de ventas, los ingresos de taquilla o los shares de audiencia no puede llevar a prescindir del p¨²blico, y la alergia de los arquitectos a las urnas tampoco deber¨ªa excluir a los ciudadanos de las decisiones sobre la ciudad.
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