Curso de supervivencia para pol¨ªticas
Diputadas noruegas ense?an a las espa?olas c¨®mo moverse en las movedizas arenas de la pol¨ªtica
'Trabajo, trabajo, trabajo'. ?sta es la filosof¨ªa que Ingrid Utvik y Karen Stangeland, diputadas noruegas, transmiten a las mujeres que se mueven en la arena pol¨ªtica y que comprueban c¨®mo en ocasiones son ninguneadas por compa?eros de profesi¨®n o les falla su propia autoconfianza. Desde el Ayuntamiento de Sabadell al de Sant Joan Desp¨ª, pasando por Vilanova i la Geltr¨², una veintena de integrantes femeninas de diferentes administraciones locales han acudido al curso Mujer, t¨² puedes que desde hace unos a?os imparte el Partido Laborista Noruego por el mundo para ense?ar t¨¦cnicas para mejorar el ascenso de las mujeres en el terreno de la pol¨ªtica. Inseguridad, baja autoestima y estr¨¦s son el precio que pagan muchas mujeres que se dedican a esa profesi¨®n y que ven c¨®mo, en un mundo tradicionalmente de hombres, su labor queda a¨²n hoy muchas veces relegada a an¨¦cdota.
'Formaci¨®n, t¨¦cnica, entrenamiento y profesionalizaci¨®n es la ¨²nica f¨®rmula que las mujeres tienen para tener una real capacidad de llegar a los ¨®rganos de decisi¨®n', subraya Karen Stangeland, que describe 'una realidad, por muy obvia que parezca': en casi todos los pa¨ªses, la pol¨ªtica es un monopolio dominado por hombres que deciden y act¨²an en nombre de todas las mujeres, el 50% de la poblaci¨®n.
'En Noruega, como tenemos cuotas de hasta el 40% de presencia femenina en los ¨®rganos pol¨ªticos, muchos hombres y mujeres creen que ya se ha llegado a la igualdad, porque es lo que dice la ley, pero la realidad es a¨²n muy dura', reflexiona Ingrid Utvik. 'Pues si all¨ª es duro, ni te cuento c¨®mo es aqu¨ª', apostilla una participante en uno de los encuentros.
'Hay que entrenarse, porque, desde una perspectiva hist¨®rica, la pol¨ªtica es un ¨¢mbito nov¨ªsimo para nosotras, mientras los hombres llevan siglos en ello', afirma Utvik. En ocho horas, las dos diputadas laboristas explican las bases de las t¨¦cnicas de dominaci¨®n y de resoluci¨®n de conflictos; los procedimientos en reuniones, discursos y debates, y la creaci¨®n de redes de soporte entre las propias mujeres.
En un ambiente que combina el buen humor y la catarsis, las participantes narran situaciones que les son familiares a todas: no pedir el turno de palabra hasta que lo ha hecho la mayor¨ªa de sus compa?eros, sentirse humilladas y no protestar por sufrir un tratamiento paternalista, desconfiar de las propias posibilidades, tener un bajo nivel de autoestima y culpabilizarse por tener que descartar y priorizar problemas.
Una participante de la Oficina T¨¦cnica del Plan de Igualdad de la Diputaci¨®n de Barcelona, Rosa Fern¨¢ndez, recuerda: 'Un d¨ªa le¨ª que, cuando interviene una mujer en una discusi¨®n pol¨ªtica, los hombres autom¨¢ticamente bajan la guardia: cuchichean, van al lavabo o miran el reloj. Aquel escrito acababa diciendo que, si eso me ocurr¨ªa a m¨ª, no era mi problema, sino un problema de g¨¦nero. Hasta entonces, yo siempre pensaba que era por mi culpa, y de repente entend¨ª mucho m¨¢s sobre el engranaje de la pol¨ªtica', afirma. Otra participante explica c¨®mo hace un a?o se present¨® en su Ayuntamiento un plan contra la violencia dom¨¦stica y, por vez primera, acudieron muchos hombres. Las mujeres iniciaron la discusi¨®n, pero, poco a poco, los compa?eros empezaron a pedir la palabra 'hasta controlar por completo el debate', relata.
Entre todas las contertulias se inicia una discusi¨®n sobre c¨®mo afrontar una situaci¨®n as¨ª: 'La culpa es nuestra, por callarnos', dice una. 'Deber¨ªa haber espacios cerrados para la mujer hasta que se llegara a un igualdad de condiciones y se pudiera debatir con la misma determinaci¨®n y con verdadera capacidad de decisi¨®n', opina otra. 'El modelo de mujer que discute y pelea en una mesa de hombres a¨²n est¨¢ mal visto', apostillan desde las primeras filas de la sala, 'pero somos nosotras las que decidimos c¨®mo queremos ser, ?o es que a¨²n lo deciden los hombres?', a?ade otra.
'El debate de fondo sigue siendo si las mujeres construimos nuestra propia f¨®rmula de hacer pol¨ªtica o si nos adaptamos a las reglas tradicionales, que son las de los hombres', reflexiona Elena Mart¨ªnez, del Ayuntamiento de Sabadell. 'Legalmente somos iguales, y ya no hay machismo o sexismo declarado. Pero, de forma sutil o a veces contundente, la realidad deja mucho que desear, y a¨²n hay mucho por hacer', concluye.
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