J¨®venes y alcohol
El consumo abusivo de alcohol, por parte de los j¨®venes, empieza a ocupar un triste y destacado lugar entre las principales preocupaciones de los espa?oles. Como si de una epidemia reciente se tratara, la sociedad empieza a tomar conciencia del problema, tal vez demasiado tarde pero, en todo caso, con fundadas esperanzas de encontrar respuestas y soluciones al problema. Hablar del consumo abusivo de alcohol obliga a recordar que ¨¦ste es causa directa del 9% de las enfermedades y de algo m¨¢s del 3% de los fallecimientos que anualmente ocurren en nuestro pa¨ªs. Si otras drogas generan un grave perjuicio a la sociedad, el coste generado por el consumo abusivo de alcohol en Espa?a equivale, cuando menos, al 1%-2% de nuestro PIB.
Si las cifras deben hacernos reflexionar, m¨¢s deber¨ªa hacerlo el hecho de la progresiva extensi¨®n del problema entre los j¨®venes. Grave ser¨ªa el error de estigmatizar a la juventud, pero m¨¢s a¨²n negar la evidencia. Cuando un 12% de los j¨®venes espa?oles, entre 15 y 19 a?os, realizan consumos abusivos durante los fines de semana, no podemos estar hablando de banalidades.
En este contexto, la Comunidad Valenciana ha logrado situarse en una posici¨®n 'c¨®moda', si as¨ª podemos considerar a una comunidad donde el consumo abusivo de alcohol es sensiblemente inferior a la media nacional. Razones existen para ello. Sin embargo, si los datos son alentadores es el momento de insistir a¨²n m¨¢s en los riesgos, evitando caer en la autocomplacencia. Tal vez sea momento de autocr¨ªtica, pero con la seguridad de poder minorar, cuando no solventar, el problema.
No podemos alegar que no sabemos c¨®mo contener la epidemia. En los cuatro ¨²ltimos a?os, la Comunidad Valenciana ha sido escenario de la aplicaci¨®n de medidas de contrastada efectividad frente al problema que nos ocupa. Si, en el terreno asistencial, la integraci¨®n de la atenci¨®n a las personas alcoh¨®licas en el sistema sanitario p¨²blico fue un logro sin precedentes, no menos efectiva se mostr¨® la limitaci¨®n del consumo de alcohol en la v¨ªa p¨²blica.
A las voces que auguraban el fracaso y catalogaban la medida de reaccionaria, se opusieron dos contundentes realidades. En solo dos a?os, el n¨²mero de j¨®venes de 15 a 24 a?os que consum¨ªan bebidas alcoh¨®licas en exceso descendi¨® en m¨¢s del 30%. Por otra parte, esta medida ha sido replicada en comunidades aut¨®nomas de uno y otro signo pol¨ªtico, a cuyos gobiernos la Generalitat Valenciana ha asesorado t¨¦cnicamente, aceptando una obligaci¨®n solidaria con el resto del Estado espa?ol.
Disminuir la accesibilidad al alcohol es, a juicio de todos los organismos internacionales y expertos en la materia, una medida b¨¢sica para reducir el abuso de esta sustancia. Pero no por ello debemos obviar otras acciones, dirigidas en este caso a modificar las actitudes de los j¨®venes hacia el consumo. Tanto las campa?as desarrolladas en los propios locales de ocio como, muy especialmente, el programa de prevenci¨®n escolar iniciado en 1998 -y que ya alcanza anualmente a m¨¢s de 175.000 j¨®venes de entre 12 y 16 a?os- constituyen dos pilares b¨¢sicos en la prevenci¨®n del abuso de alcohol.
En este sentido, la implicaci¨®n del profesorado valenciano ha sido un factor determinante. Los datos aportados por el Plan Nacional sobre Drogas indican que, como consecuencia de este amplio programa de prevenci¨®n, los escolares valencianos destacan por su elevada percepci¨®n del riesgo que conlleva el consumo excesivo de bebidas alcoh¨®licas. Una percepci¨®n que ha ido pareja al sensible descenso detectado en el consumo de alcohol entre estos j¨®venes. En definitiva, el resultado del esfuerzo de ese basti¨®n educativo que, en su m¨¢s amplio sentido, representa la escuela.
Tal vez reste solicitar, m¨¢s a¨²n en estas fechas, una mayor conciencia del problema por parte de la sociedad, en general, y del n¨²cleo familiar, en particular. Cuando el porcentaje de escolares de 14 a?os que consumen alcohol ha descendido del 46% al 33% en los dos ¨²ltimos a?os, podemos estar moderadamente satisfechos. Pero solo eso, moderadamente, porque es dif¨ªcil asumir que uno de cada tres j¨®venes de esa edad consuma bebidas alcoh¨®licas. Indudablemente, y sin negar la evidente mejor¨ªa, algo sigue fallando. A veces, y como padre, uno se pregunta hasta d¨®nde podemos hacer descansar nuestras obligaciones en otros. Hasta d¨®nde llega nuestra responsabilidad en esta lucha com¨²n.
Aun siendo ¨¦sta una impresi¨®n subjetiva y personal, parece evidente cierto relajamiento en el cumplimiento de la legislaci¨®n por parte de algunos ayuntamientos. Pero tal vez no sea menos cierto que todos, padres y no padres, administrados y administradores, tambi¨¦n podemos estar ocupando el papel de meros observadores, sin desarrollar las funciones que nos son propias en esta cadena de responsabilidades.
Insistir en el estricto cumplimiento de las medidas que han demostrado su eficacia no s¨®lo es obligaci¨®n de la Administraci¨®n Auton¨®mica, sino de todos los ciudadanos. Incrementar la concienciaci¨®n de nuestros j¨®venes, de nuestros hijos e hijas, no s¨®lo debe ser tarea de los educadores, sino de todos cuantos convivimos con ellos.
El car¨¢cter multifactorial del abuso de alcohol, m¨¢s a¨²n entre los j¨®venes, no permite asegurar la existencia de soluciones absolutas. Pero, cuando menos, conocemos la forma de disminuir su intensidad hasta l¨ªmites relativamente tolerables. Medidas pragm¨¢ticas, ya contrastadas, a las que en breve se a?adir¨¢n otras como la prohibici¨®n de venta a menores de 18 a?os o importantes limitaciones en la publicidad de bebidas alcoh¨®licas. Y, nunca hay que olvidarlo, ese ejemplo personal que, de uno u otro modo, debemos transmitir a nuestros j¨®venes.
Un ejemplo que, como antes advert¨ªamos, nunca puede pasar por la autocompacencia sino por el deseo de mejorar cada d¨ªa y seguir siendo referentes para otras Comunidades.
Bartolom¨¦ P¨¦rez G¨¢lvez es director general de Drogodependencias.
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