Bordados esc¨¦nicos
Abundan cada a?o m¨¢s los retornos del cine a la fuente primordial de la escena. Esta vez se trata de una zambullida en un rinc¨®n de gloria de la escena cl¨¢sica, la que qued¨® fijada en los enredos argumentales y los encajes formales del manierismo barroco de El triunfo del amor, una de las m¨¢s elocuentes e ingeniosas comedias de cuantas trenz¨® el dramaturgo del periodo neocl¨¢sico del teatro franc¨¦s Pierre Marivaux.
El trabajo de busqueda de equivalencias en la pantalla de los giros de la escena de Marivaux desencadena un gracioso, elegante y refinado ejercicio, lleno de buen gusto, de teatralidad cinematogr¨¢fica, que la directora y guionista inglesa Clare Peploe desarrolla en los preciosos decorados naturales donde film¨® con seda y sutileza El triunfo del amor. Pero es un juego que sin duda est¨¢ irradiado -y esto se percibe en la seguridad de trazo de la secuencia y en el s¨®lido empaste entre palabras, gestos y actos- por un gui¨®n primoroso, meticulosamente elaborado, del que son autores, adem¨¢s de la directora, Bernardo Bertolucci y Marilyn Golddin. Se trata, en efecto, de una adaptaci¨®n viv¨ªsima y dominada, pero que adolece de un mal de ra¨ªz, procedente del hecho de que la pel¨ªcula est¨¢ hablada en un ingl¨¦s que, por bello que sea, nunca podr¨¢ ocupar los registros de la musicalidad verbal del idioma franc¨¦s de Marivaux.
EL TRIUNFO DEL AMOR
Direcci¨®n: Clare Peploe. Gui¨®n: C. Peploe, Bernardo Bertolucci y Marilyn Golddin. Int¨¦rpretes: Mira Sorvino, Ben Kingsley, Fiona Shaw, Jay Rodan. G¨¦nero: comedia. Italia y Reino Unido, 2001. Duraci¨®n: 107 minutos.
El otro soporte de la teatralidad del filme esta en el conjunto de sus int¨¦rpretes, que trenzan con oficio y verdadera gracia los bordados de la peripecia. El eje de la comedia es el doble personaje que interpreta Mira Sorvino, que se deja la piel en un trabajo que evidentemente la concierne y secuestra. Pero no es la actriz estadounidense quien finalmente vertebra el magnetismo del filme porque, aunque sea ella quien domina la acci¨®n, son dos de sus oponentes brit¨¢nicos, Fiona Shaw y Ben Kingsley, quienes se llevan la parte dulce del reparto, ya que despliegan con extraordinaria sabidur¨ªa las gracias y la luz del contrapunto verbal de Marivaux.
Fiona Shaw logra aqu¨ª un trabajo de s¨ªntesis c¨®mica literalmente magistral y la coordinaci¨®n entre sus gestos y sus r¨¦plicas son con mucho lo mejor de una pel¨ªcula por otra parte llena de hallazgos de ingenio en el juego de busqueda de equivalencias visuales del suceso esc¨¦nico. Ben Kingsley hace sombra a su compa?era de reparto y entre ambos desdibujan por completo al gal¨¢n Jay Rodan, que se limita a hacer guapezas de Don Tancredo y a estarse quieto ante la embestida, o la caricia, de la c¨¢mara.
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