Fernando Vallejo: ¡°De lo ¨²nico que me considero artista es de la supervivencia¡±
Cronista de la devastaci¨®n, Fernando Vallejo escribi¨® en La Virgen de los sicarios (1994) una ins¨®lita historia de amor y un evangelio al rev¨¦s, donde los asesinos disparan balas rezadas y el mayor delito consiste en sobrevivir. Testigo de cargo de la violencia en su natal Medell¨ªn, Vallejo inventa momentos de humor y compasi¨®n en la metralla. Como la legendaria Rosita Alv¨ªrez del corrido mexicano, sus personajes tienen suerte cuando reciben cuatro tiros y s¨®lo uno es de muerte. Maestro de la injuria como una de las bellas artes, el narrador suele apartarse de la trama para levantar la voz como un libelista ind¨®mito y a veces disparatado. Sus peroratas imprecatorias caen sobre Colombia como una lluvia ¨¢cida, una tempestad desaforada, un cataclismo del idioma. Fernando Vallejo o la m¨²sica del desconcierto.
La reci¨¦n publicada El desbarrancadero (Alfaguara) confirma que un nihilista nunca es tan inquietante como cuando se pone de buen humor y mezcla la dicha con el apocalipsis. La novela narra la historia de un hombre que regresa a Medell¨ªn a velar la agon¨ªa de su hermano, enfermo de sida. Ante esa vida que no puede salvar, el narrador revela la condici¨®n moral del sobreviviente: el testigo de la mortandad es un cad¨¢ver que recuerda.
Como siempre, Vallejo acude al pacto autobiogr¨¢fico y asume el riesgo de que sus argumentaciones sexuales, raciales o veterinarias sean vistas como recetas para la vida por los amantes de la literalidad. Apenas hace falta repetir que estamos ante una novela y no ante un libro de superaci¨®n personal.
Quiz¨¢ porque vuelca la p¨®lvora en su escritura, Fernando Vallejo es un hombre de cortes¨ªa excepcional. Ignoro la graduaci¨®n de sus lentes de contacto, pero debe ser muy alta. El novelista mira dos veces a sus invitados. La primera con la sonrisa. Luego se produce el reconocimiento y el hu¨¦sped pasa al sal¨®n que da a las frondas de la calle de Amsterdam. El enf¨¢tico narrador en primera persona es ah¨ª un personaje deliberadamente secundario, interesado en la suerte de los otros. Sin imponer su tono, menciona de pasada los muchos asuntos que le interesan: las pel¨ªculas que lleg¨® a hacer a M¨¦xico y que iniciaron su estancia en el pa¨ªs, la m¨²sica cl¨¢sica que suele interpretar al piano, la cocina, los chismes sobre las vanidosas potestades de la rep¨²blica de las letras, las minucias cient¨ªficas y, por supuesto, los perros (un galgo de pelambre bicolor, como los favoritos de los zares, vigila el pasadillo).
Para esta conversaci¨®n nos reunimos en un sitio menos propicio. El 6 de diciembre intercambiamos preguntas y respuestas por correo electr¨®nico. Seis d¨ªas despu¨¦s, un mill¨®n de feligreses llenaba la bas¨ªlica de Guadalupe. Vallejo le hab¨ªa pedido a la patrona de M¨¦xico ¨¢nimos para no dar entrevistas.
Abrumada por tantas plegarias de ocasi¨®n, celosa de la preeminencia de la Virgen de los sicarios o partidaria de los periodistas a los que tanto debe, Nuestra Se?ora de Guadalupe permiti¨® la entrevista.
PREGUNTA. En El desbarrancadero habla de Internet como una epidemia equivalente al sida. Supongo que tiene ciertas prevenciones para responder por correo electr¨®nico.
"Yo resolv¨ª hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todav¨ªa el lector de pensamientos"
RESPUESTA. Ni la m¨¢s m¨ªnima: es la ¨²nica forma de que los periodistas no me cambien lo que digo, y ni aun as¨ª: me cambian sus preguntas, me cambian mis respuestas, sacan una frase m¨ªa de contexto y la ponen de t¨ªtulo y quedo como Dios Padre tronando desde el Sina¨ª, e indefectiblemente, cuando veo mis entrevistas publicadas se me cae la cara de verg¨¹enza. Les tengo m¨¢s miedo a los entrevistadores que llegan a mi casa con papel y l¨¢piz que a los sicarios de Medell¨ªn.
P. El desbarrancadero explora la elocuencia de la enfermedad. "En cuanto se tiene un padecimiento se tiene una opini¨®n propia", dec¨ªa Lichtenberg. El hermano del protagonista adquiere una perturbadora lucidez en agon¨ªa tras derrochar su vida. ?Podr¨ªa comentar algo sobre la expresividad de los enfermos?
R. La vida para m¨ª es una desgracia; en cambio para mi hermano Dar¨ªo era una fiesta, y en consecuencia se entreg¨® en cuerpo y alma a derrocharla y a quebrar todos los platos y los muebles de la casa. ?Qu¨¦ bueno que ya no siga aqu¨ª en este horror, qu¨¦ bueno que se muri¨®!
P. La novela tambi¨¦n celebra la juventud y la belleza, no s¨®lo de los muchachos de Medell¨ªn, sino de un pasado, si no id¨ªlico, al menos muy superior a la realidad actual. Toda su literatura parece venir de esa p¨¦rdida. Pero su memoria es vengadora: no busca la evocaci¨®n nost¨¢lgica sin motivos para denostar con brillantez el presente.
R. Ya lo dijo Manrique: todo tiempo pasado fue mejor. En cuanto al m¨ªo, lo fue no tanto porque yo fuera entonces un ni?o o un muchacho siendo que ahora soy un viejo (o casi), sino porque entonces hab¨ªa menos gente; y mientras m¨¢s gente, peor: el infierno son los dem¨¢s, dijo Sartre. Sartre el bienaventurado, que se muri¨® cuando ¨¦ramos tan s¨®lo tres mil millones. Hoy ya pasamos de los seis mil y me siguen contaminando el agua, empuercando el mar y respirando el aire.
P. Se describe como un novelista de primera persona. La voz narrativa suele ser la de alguien muy parecido a Fernando Vallejo. Esto refuerza la impresi¨®n de que se trata de un relato autobiogr¨¢fico, 'verdadero'. ?Podr¨ªa comentar algo sobre la novela de tercera persona y la novela de primera persona?
"Lo que hubiera querido ser es m¨²sico, compositor. Gluck y Mozart son lo m¨¢ximo. Despu¨¦s sigue 'El Quijote'"
R. S¨ª, aunque por ah¨ª no va a faltar quien diga que me repito. Durante los ¨²ltimos doscientos a?os, la novela (entendiendo por novela la ficci¨®n en tercera persona) ha sido el gran g¨¦nero de la literatura. Ya no puede serlo m¨¢s, ¨¦se es un camino recorrido, trillado, y no lleva a ninguna parte. ?Qu¨¦ originalidad hay en tomar, por ejemplo, una persona de la vida (o varias armando un h¨ªbrido) y cambiarle el nombre dizque para crear un personaje? Yo resolv¨ª hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todav¨ªa el lector de pensamientos; ni ando con una grabadora por los caf¨¦s y las calles y los cuartos grabando lo que dice el pr¨®jimo y meti¨¦ndome en las camas y en las conciencias ajenas para contarlo de chismoso en un libro. Balzac y Flaubert eran comadres. Todo lo que escribieron me suena a chisme. A chisme en prosa cocinera.
P. Desde Voltaire, casi nadie hab¨ªa sostenido un mano a mano tan intenso contra el Papa como usted. Christopher Dom¨ªnguez Michael le compara, a mi modo de ver con raz¨®n, con un moralista del XVIII.
R. A Voltaire lo educaron los jesuitas, y a m¨ª los salesianos. Y los jesuitas comparados con los salesianos son unas mansas palomas. Yo conozco lo peor de lo peor. Pero mi pol¨¦mica no es con este Papa, que al fin de cuentas no es m¨¢s que un pobre diablo que ya por fortuna se va a morir; mi pol¨¦mica es con Cristo, uno al que tampoco le dio el alma para entender lo que ten¨ªa que entender: que los animales tambi¨¦n son nuestro pr¨®jimo, y no s¨®lo el hombre, que es el m¨¢s malo de los animales. Y despu¨¦s de Cristo con Mahoma, esa bestia reproductora y lujuriosa.
P. Como en Bu?uel, en su ate¨ªsmo hay algo muy religioso. En La Virgen de los sicarios escrib¨® un furibundo contraevangelio.
R. Los muertos de ese libro hace mucho que est¨¢n podridos y enterrados y ya los olvid¨¦.
P. Su narrador es un mis¨¢ntropo capaz de ofender con corrosiva iron¨ªa a todas las causas de la correcci¨®n pol¨ªtica. Pero en su trato con los animales es de una piedad franciscana. Lo mismo puede decirse de los recuerdos sobre el padre y de la naturaleza colombiana anterior a los a?os de la violencia. Se dir¨ªa que sus preocupaciones m¨¢s profundas tienen que ver con la ecolog¨ªa.
R. No, los ecologistas son especialmente infames y mentirosos: quieren preservar las especies de esta tierra para el hombre, para que el hombre las disfrute y se las coma. Yo no. Yo pienso muy distinto de ellos: especie que se extingue, especie que deja de sufrir. Que se mueran los perros, que se mueran las vacas, que se mueran las ratas, mis hermanas las ratas, eso es lo que quiero yo.
P. Me parece que ha escrito una refutaci¨®n de Darwin.
" Les tengo m¨¢s miedo a los entrevistadores que llegan a mi casa con papel y l¨¢piz que a los sicarios de Medell¨ªn"
R. Darwin era un impostor. Otro, ya que venimos hablando de papas. Y El origen de las especies, un libro est¨²pido, feo y mal escrito y por momentos lo ¨²nico que no pod¨ªa ser: ?lamarckiano! Lo public¨® ese impostor en 1859, 12 a?os antes de que Oscar Hertwig descubriera la fecundaci¨®n del ¨®vulo por el espermatozoide. ?C¨®mo uno que no sabe que proviene de un ¨®vulo fecundado por un espermatozoide se puede meter a explicar dizque 'el origen de las especies'? El mecanismo que ¨¦l propuso, el de la selecci¨®n natural, es una tautolog¨ªa, una perogrullada, la vuelta del bobo, una explicaci¨®n que no explica nada. Como la de Dios, que explica todo, ?pero a ?l qui¨¦n lo entiende? Por supuesto que la evoluci¨®n es una realidad, para m¨ª tan clara como un d¨ªa despejado con sol. Pero ¨¦sa no la descubri¨® ¨¦l, la descubrieron otros: Maupertius, Lamarck, y sin ir m¨¢s lejos de la familia del santo en cuesti¨®n, su abuelo Erasmus Darwin.
P. Recuerdo su conferencia en Cali, hace un par de a?os. Se iba al d¨ªa siguiente y dej¨® la impresi¨®n de que esa noche ser¨ªa peligros¨ªsima para usted. Se lanz¨® contra todos: la guerrilla de las FARC, los paramilitares, la Iglesia, los narcos, los pol¨ªticos. ?Hay remedio para la violencia en Colombia?
R. Colombia es un desastre sin remedio. M¨¢teme a todos los de las FARC, a los paramilitares, los curas, los narcos y los pol¨ªticos, y el mal sigue: quedan los colombianos.
P. Thomas Bernhard se sirvi¨® de su odio por Austria como de un combustible creativo. Desde hace muchos a?os vive en M¨¦xico, la capital de la mentira, como la llama, y va con arriesgada frecuencia a Colombia. ?Se imagina escribiendo desde un entorno pl¨¢cido o necesita, como Bernhard, el roce con lo que detesta?
"Mi pol¨¦mica no es con este Papa, que al fin de cuentas no es m¨¢s que un pobre diablo que ya por fortuna se va a morir; mi pol¨¦mica es con Cristo"
R. No he le¨ªdo a Bernhard pero s¨¦ que ¨¦l insultaba a Austria, su patria, porque la odiaba; yo en cambio insulto a Colombia, la m¨ªa, porque la quiero. Y porque la quiero, quiero que se acabe: para que no sufra m¨¢s.
P. A lo largo de El desbarrancadero dice que nada es tan suicida como pedirle a un taxista que baje el volumen de su radio. Pero cuando su narrador lo hace, sobrevive. Me parece una clave para entender que es un artista de la exageraci¨®n. Tambi¨¦n involucra su sentido del humor, como cuando describe a un dandi que va por los barrios miserables dejando caer cubitos de consom¨¦ Maggi desde su coche deportivo. Sus efectos c¨®mico-dram¨¢ticos le deben mucho a la desmesura. ?O exagero?
R. Cubitos de consom¨¦ y naranjas envenenadas. Y de lo ¨²nico que me considero artista es de la supervivencia: en un mundo de locos rabiosos llegu¨¦ a la vejez.
P. Ha escrito dos espl¨¦ndidas biograf¨ªas de poetas, una sobre Jos¨¦ Asunci¨®n Silva y otra sobre Porfirio Barba Jacob. ?Qu¨¦ tan importante ha sido la poes¨ªa para escribir en prosa?
R. La poes¨ªa hay que hacerla en prosa. El verso no tiene raz¨®n de ser desde que se invent¨® la escritura, o sea un poquito despu¨¦s de Homero. Yo escrib¨ª las biograf¨ªas de esos dos poetas colombianos que dices por desocupaci¨®n. Y respetando la convenci¨®n literaria que pide que el bi¨®grafo crea en su biografiado, sostuve que eran dos de los m¨¢s grandes poetas del idioma, pero no. Los versos son sonsonete. Quiero decir los de antes, los que ten¨ªan ritmo y rima; en cuanto a los de hoy, son pedacer¨ªa de frases.
P. Es un pianista m¨¢s que solvente, ?con qu¨¦ compositores encuentra afinidades narrativas?
R. Lo que yo hubiera querido ser en la vida es m¨²sico, compositor. Pero como no ten¨ªa m¨²sica en el alma, no me qued¨® m¨¢s remedio que dedicarme a esas dos artes menores del cine y la literatura. Gluck y Mozart son lo m¨¢ximo. Despu¨¦s sigue El Quijote.
P. Desde La isla del tesoro nadie mataba a tantos personajes de forma tan necesaria. Tambi¨¦n dice que el contacto con la muerte le ha convertido en un autor p¨®stumo. Su iron¨ªa parece fundarse en este principio tragic¨®mico: las bromas del que ya est¨¢ en el m¨¢s all¨¢. ?Me comenta algo o estoy loco?
R. Me encanta eso que dice "de forma tan necesaria". Es que si no abrimos campo ya no caben m¨¢s. Hay que ir sacando por un lado para meter por el otro.
P. El final de El desbarrancadero me recuerda mucho al de Almas muertas, de Ch¨¦jov, los personajes parten, uno en un taxi letal, otro en una carreta, despu¨¦s de haber levantado inventario de las muertes. Me parece una coincidencia feliz. No s¨¦ si la ten¨ªa en mente.
R. Lo ¨²nico que recuerdo de Las almas muertas, de G¨®gol, es que el protagonista (?Chichikov?) vend¨ªa esclavos muertos sobre el papel, en las escrituras, como si estuvieran vivos; y que la le¨ª en una edici¨®n de la editorial Porr¨²a de M¨¦xico.
P. Le prometi¨® a la Virgen de Guadalupe que ya no har¨ªa entrevistas a no ser que ella le ordenara lo contrario. ?Inscribimos este di¨¢logo en los milagros guadalupanos?
R. S¨ª, porque dentro de seis d¨ªas es su fiesta.
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