Cuatro a mil
La Direcci¨®n General de Tr¨¢fico informa de que en el a?o 2001 hubo menos accidentes mortales de circulaci¨®n que en el 2000 y la noticia no ha causado ninguna conmoci¨®n. Aparte de que a¨²n faltan por incorporar al informe quienes murieron los d¨ªas siguientes al accidente, la diferencia apenas alcanza a doscientas y pico personas, y en ambos casos el total de muertes rebasa las 4.000, que ya es de por s¨ª cifra siniestra, hablando en plata; y para m¨¢s detalles, programas de mano.
Cuatro mil muertes son las que traen las cat¨¢strofes, desde inundaciones hasta terremotos, con gran alarma y dolor mundial; y en este pa¨ªs que vivimos, sin embargo, si se producen en accidentes de carretera, se toman como gajes del oficio y apenas se les da importancia. Llegar¨¢ un momento en que esas m¨¢s de 4.000 muertes ni siquiera ser¨¢n noticia.
Morir en la carretera, efectivamente, parece el tributo que una parte de la poblaci¨®n ha de pagar a la modernidad y al progreso. Las causas de las muertes, en cambio, ya son m¨¢s discutibles. Aqu¨ª no se ponen de acuerdo ni los t¨¦cnicos ni los usuarios. De un lado se?alan las maniobras incorrectas en la conducci¨®n o el exceso de velocidad; de otro, precisamente las limitaciones de la velocidad y el mal estado de las carreteras.
Uno, en esos debates sobre todo tema universal que proliferan en las emisiones radiof¨®nicas, oy¨® comentar a cierto tertuliano que son propensos a sufrir accidentes quienes conducen con estr¨¦s, y a ¨¦l la limitaci¨®n de velocidad le produce estr¨¦s. Y planteaba al mundo una pregunta capital: 'Si mi coche se pone casi sin darte cuenta a 190 kil¨®metros por hora, ?por qu¨¦ me obligan a no pasar de los 120 kil¨®metros por hora?'.
Otro culpaba precisamente a los pelmazos que van a un m¨¢ximo de 120 kil¨®metros por hora, pues desesperan y estresan a quienes vienen detr¨¢s, que han de ir sujetando la potencia cuasi incontenible de su coche exclusivo proclive a lanzarse fragoroso por la carretera, y ¨¦sa es una frustraci¨®n de muy negativas consecuencias para los ases del volante. Y a?ad¨ªa que, quiz¨¢, tales circunstancias expliquen por qu¨¦ estos ases del volante precisan recuperar el tiempo perdido haciendo caso omiso de las se?ales y adelantando veh¨ªculos all¨¢ penas si est¨¢ prohibido.
De los comportamiento descomedidos tambi¨¦n se ha hablado. Hay quienes para conducir necesitan ir perpetrando maniobras provocativas e insultando a cuanto se mueve. A veces extra?a a quienes los conocen, porque son personas de irreprochable comportamiento en sus relaciones sociales. El caso ser¨ªa importante estudiarlo a fondo -pues estos sujetos constituyen un peligro en la carretera- si bien es probable que se trate en realidad de individuos impresentables, zafios e inciviles, que en p¨²blico saben fingir los respetos humanos y cumplir las normas de urbanidad, mientras en privado dan rienda suelta a su salvajismo. Y una vez dentro del coche -que es su casa- se sienten inmunes, protegidos por la privacidad.
En fin, se puede decir esto o lo contrario pero cada a?o tendremos m¨¢s de 4.000 muertos en la carretera si Dios no lo remedia. Una cat¨¢strofe anual que pr¨¢cticamente pasa inadvertida por el sencillo procedimiento de ponerse a mirar para otro lado silbando El sitio de Zaragoza.
M¨¢s de 4.000 muertos decimos, mas nos quedamos cortos, ya que de los heridos en los siniestros unos morir¨¢n tambi¨¦n tiempo despu¨¦s, varios quedar¨¢n in¨²tiles y muchos tocados f¨ªsica o ps¨ªquicamente de por vida. A lo cual habr¨¢ que poner remedio, piensa un servidor. A lo mejor, la soluci¨®n pasar¨ªa por no permitir que conduzca todo el mundo. Por ejemplo, los reincidentes en la conducci¨®n peligrosa. Pero, adem¨¢s, hay gente respetable que no est¨¢ preparada ni ps¨ªquica ni an¨ªmicamente para conducir. Y otra que no es en absoluto presentable por su agresividad cong¨¦nita.
Lo que uno propone es que se a?ada al examen de conducir un estudio psicol¨®gico del aspirante, y si da cuerdo, vale, mientras si da orate, se le niegue el carn¨¦, dicho sea sin ¨¢nimo de ofender. (Una vez hice esta sugerencia en una tertulia radiof¨®nica y los tertulianos quisieron correrme a gorrazos. Se ve que se dieron por aludidos).
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