Privatizaciones, liberalizaci¨®n y geograf¨ªa del poder econ¨®mico en Espa?a
En las dos ¨²ltimas d¨¦cadas estamos asistiendo a una profunda modificaci¨®n de lo que podr¨ªamos llamar la geograf¨ªa del poder econ¨®mico existente en Espa?a desde que, a mediados del siglo XIX, la aparici¨®n de la industria moderna hizo surgir una serie de ¨¢reas econ¨®micas y ¨¦lites empresariales regionales sobre las que se articul¨® lo que hoy llamamos Espa?a. Hasta hace poco era una cuesti¨®n que se debat¨ªa en c¨ªrculos acad¨¦micos, pero ahora est¨¢ encontrando formulaciones y apoyos de mayor proyecci¨®n social y pol¨ªtica. Un reciente documento del C¨ªrculo de Econom¨ªa de Barcelona ha venido a dar carta de naturaleza a esta percepci¨®n. El eco que ha tenido en los medios de comunicaci¨®n y el amplio apoyo que ha encontrado en las ¨¦lites empresariales, sociales y pol¨ªticas catalanas es como una fe de vida de la existencia de ese cambio. La convocatoria de una cena en Barcelona del presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, con un grupo de conocidos empresarios, a la que se invit¨® especialmente al presidente del C¨ªrculo, muestra que ese sentimiento preocupa al Gobierno, aunque no comparta el diagn¨®stico.
En esencia, ese cambio implica una redistribuci¨®n del poder econ¨®mico en beneficio de Madrid y en perjuicio del resto del territorio nacional, en particular de aquellas ¨¢reas geogr¨¢ficas que tienen como principal centro a Barcelona, Sevilla y Bilbao. Parece como si se estuviesen estableciendo las bases de un nuevo modelo de crecimiento, con un centro donde se concentrar¨ªan las decisiones econ¨®micas estrat¨¦gicas y los servicios de alto valor a?adido y una periferia donde continuar¨ªan localizadas las f¨¢bricas. Un proceso de esta naturaleza necesariamente provocar¨¢ consecuencias importantes, aunque dif¨ªciles de predecir. En todo caso, no ser¨¢n s¨®lo de naturaleza econ¨®mica. De la misma forma que las pol¨ªticas econ¨®micas liberales de finales del siglo XIX favorecieron una entente entre las burgues¨ªas industriales y las corrientes del regionalismo y del nacionalismo, ahora este cambio en la geograf¨ªa del poder econ¨®mico puede alimentar de nuevo fen¨®menos de naturaleza pol¨ªtica. Conviene, por tanto, pararse a analizar las causas que est¨¢n detr¨¢s de este proceso y en qu¨¦ medida puede hac¨¦rsele frente.
Lo que se quiere decir con el t¨¦rmino 'poder econ¨®mico' no est¨¢ del todo claro. En cualquier caso, no se trata de que est¨¦ cambiando de forma significativa el peso de las distintas regiones dentro del PIB o de la renta nacional. Se refiere a aspectos m¨¢s difusos, pero importantes desde el punto de vista de la toma de decisiones econ¨®micas relevantes. Citar¨¦ algunos ejemplos: el desplazamiento de sedes de algunas empresas regionales importantes como Sevillana o Fecsa-Enher; la localizaci¨®n en Madrid de pr¨¢cticamente todas las nuevas empresas surgidas de la liberalizaci¨®n de las telecomunicaciones y de la televisi¨®n; el hecho de que todas las fundaciones creadas por las grandes empresas tengan su sede en Madrid; la ubicaci¨®n de todas las nuevas agencias reguladoras; la tendencia de las grandes consultoras, los grandes despachos profesionales y las empresas de publicidad a trasladarse a Madrid; el dise?o radial de toda la nueva red de infraestructura de transportes, y la decisi¨®n de construir un macroareopuerto central en perjuicio del resto, o, para no alargar la lista, la tendencia a llevar todo lo que funciona bien en la periferia, como algunas ferias, a Madrid.
Algunos pueden pensar que esta centralizaci¨®n econ¨®mica es inevitable. Las fuerzas econ¨®micas y tecnol¨®gicas que impulsan la globalizaci¨®n favorecen a la vez la concentraci¨®n econ¨®mica. Pero las fusiones y adquisiciones en EE UU o en Europa no han significado en ning¨²n caso que las nuevas empresas localicen sus sedes o sus centros de decisi¨®n en Washington o en Bruselas. No se debe identificar, por lo tanto, la concentraci¨®n empresarial con la centralizaci¨®n del poder econ¨®mico. Es necesario diferenciar esos dos procesos para comprender mejor por qu¨¦ en el caso espa?ol se produce esa identificaci¨®n.
Las privatizaciones y las fusiones en las que han participado las empresas privatizadas est¨¢n siendo un factor que impulsa la centralizaci¨®n del poder econ¨®mico. Pero nada obliga a que tenga que ser ¨¦se el resultado. De hecho, se puede impulsar la privatizaci¨®n sin fomentar la centralizaci¨®n. Un ejemplo de lo que pudiera haber sido es el caso de Seat. Una vez privatizada, el nuevo propietario, la alemana Volkswagen, traslad¨® la sede de la empresa desde Madrid a Barcelona, donde estaba el principal centro de producci¨®n. Por el contrario, cuando la privatizaci¨®n ha favorecido a grupos nacionales, el proceso ha funcionado en sentido contrario.
Pero una buena comprensi¨®n de las fuerzas que impulsan la centralizaci¨®n del poder econ¨®mico requiere dar entrada en la narraci¨®n a otros factores. La coincidencia en el tiempo de este proceso de redistribuci¨®n del poder econ¨®mico con la puesta en marcha del Estado de las autonom¨ªas abre el interrogante de en qu¨¦ medida la autonom¨ªa pol¨ªtica no est¨¢ tambi¨¦n detr¨¢s de este reequilibrio. Pero, dejando de lado en esta ocasi¨®n este factor, hay otros dos que claramente influyen en la tendencia centralizadora. Por un lado, el proceso de liberalizaci¨®n. Por otro, la nueva econom¨ªa de los servicios, que ha venido a complementar la vieja econom¨ªa industrial. Vayamos por partes.
La forma en c¨®mo se ha llevado a cabo la liberalizaci¨®n de los mercados de servicios -en particular, los servicios p¨²blicos, como la telefon¨ªa, la electricidad, el gas o los transportes- ha contribuido de forma poderosa a generar una percepci¨®n de centralizaci¨®n del poder econ¨®mico. En s¨ª misma, la liberalizaci¨®n es una consecuencia positiva de la revoluci¨®n tecnol¨®gica que se ha producido con la inform¨¢tica, la digitalizaci¨®n de las se?ales de voz, sonido e imagen y el desarrollo de las telecomunicaciones. Esta revoluci¨®n ha hecho posible introducir competencia en actividades hasta hace pocos a?os consideradas como 'monopolios naturales', y en las que, por tanto, era mejor para los intereses generales la existencia de una sola empresa que varias compitiendo entre s¨ª. Como nos muestra el ejemplo de EE UU, cuanto m¨¢s liberalizada est¨¢ una econom¨ªa mayor n¨²mero de regulaciones necesita. De ah¨ª que la liberalizaci¨®n haya venido acompa?ada de la creaci¨®n de nuevos organismos reguladores, como la Comisi¨®n del Mercado de Valores, la Comisi¨®n Nacional de la Energ¨ªa o la Comisi¨®n del Mercado de las Telecomunicaciones. Nada obligaba a que esta nueva administraci¨®n reguladora estatal fijase su sede en Madrid. Al contrario, hay muchos argumentos extra¨ªdos de la teor¨ªa de la captura del regulador que aconsejan su localizaci¨®n lejos del poder pol¨ªtico. As¨ª ocurre en la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos. En Italia, la Comisi¨®n de las Telecomunicaciones est¨¢ en N¨¢poles, y la de la electricidad, en Mil¨¢n. En Alemania, la comisi¨®n el¨¦ctrica est¨¢ en la peque?a ciudad de Eschborn; la de telecomunicaciones, en Bonn, y la del mercado de valores, en Francfort. Ese comportamiento descentralizador es el seguido tambi¨¦n por la Uni¨®n Europea al decidir la localizaci¨®n de las agencias reguladoras comunitarias. Pero no ha sido as¨ª en nuestro caso. Lo m¨¢s sorprendente no es que el resultado haya sido ¨¦ste, sino que ni siquiera se haya planteado que pudiese ser de otra forma. Pero no hay por qu¨¦ tomar esta situaci¨®n como irreversible. Como ha ocurrido en algunos pa¨ªses, las propias comisiones o el Gobierno pueden decidir en cualquier momento un cambio de sede.
Algunos otros resultados de la liberalizaci¨®n muestran tambi¨¦n ciertos sesgos centralizadores. Ha ocurrido con las nuevas concesiones a empresas de telecomunicaciones y de televisi¨®n, tanto terrestre como digital. Hubiese sido bueno para el equilibrio territorial a largo plazo el que alguna de esas concesiones hubiese permitido crear empresas de ¨¢mbito estatal localizadas en la periferia. Por otro lado, al calor de la privatizaci¨®n y la liberalizaci¨®n ha surgido un grupo emergente de nuevos empresarios, en muchos casos sin tradici¨®n previa en las actividades liberalizadas. En s¨ª mismo este hecho no es malo. Ocurre en otros pa¨ªses y ha ocurrido en nuestro caso en el pasado. Lo objetable es que ahora haya beneficiado fundamentalmente a personas que se mov¨ªan en el c¨ªrculo de los negocios de Madrid.
Un factor adicional que parece estar empujando la centralizaci¨®n es la din¨¢mica de la nueva econom¨ªa. Da la impresi¨®n de que as¨ª como la econom¨ªa industrial del siglo XIX y XX tendi¨® a localizarse en la periferia, la nueva econom¨ªa de los servicios que emerge a principios del siglo XXI tiende a localizarse en Madrid. Si es as¨ª, ?a qu¨¦ responde este comportamiento? En buena parte, puede ser debido a la permanencia en nuestro pa¨ªs de un estilo de hacer negocios basado en las relaciones personales y en el contacto directo. Las comidas y cenas de negocios siguen siendo elementos muy caracter¨ªsticos de la cultura empresarial aut¨®ctona. Esta cultura favorece y hace muy ¨²til la existencia de lo que podr¨ªamos llamar una 'corte de los negocios'. Si no perteneces o no eres asiduo lo tienes m¨¢s dif¨ªcil. El primer ejecutivo de una empresa de ¨¢mbito nacional, pero con sede en provincias, me comentaba que cuando le dicen 'te vemos poco en Madrid' sabe que tiene que aparecer m¨¢s por las cenas y c¨®cteles de la capital. Este comportamiento es un indicador indirecto de que muchas decisiones empresariales y econ¨®micas importantes dependen a¨²n m¨¢s del amiguismo y de la discrecionalidad pol¨ªtica que de la lucha competitiva en mercados libres. Pero hay que ser optimista. Esta forma de hacer negocios ir¨¢ poco a poco siendo sustituida por una filosof¨ªa de gesti¨®n y de toma de decisiones basada en el uso de las nuevas tecnolog¨ªas. Y las nuevas tecnolog¨ªas tienen una elevada capacidad descentralizadora. Hay ejemplos magn¨ªficos. Uno es la gallega Inditex (Zara). Otro es la noticia de hace unos d¨ªas de que Gas Natural acaba de vender por Internet su sede hist¨®rica en Barcelona. No es la nueva econom¨ªa, sino la permanencia de una vieja cultura de hacer negocios y de la permanencia de una elevada discrecionalidad pol¨ªtica lo que favorece la tendencia centralizadora.
La conclusi¨®n que se podr¨ªa extraer de este relato es que las fuerzas econ¨®micas y tecnol¨®gicas que est¨¢n detr¨¢s de la globalizaci¨®n y de la integraci¨®n de los mercados introducen, ahora como hace un siglo, una fuerte tendencia a la concentraci¨®n econ¨®mica. Pero no hay ning¨²n designio divino ni mano invisible que lleve a que esta tendencia a la concentraci¨®n empresarial se identifique con la centralizaci¨®n del poder econ¨®mico. El que eso ocurra depende fundamentalmente del juego de la pol¨ªtica y de c¨®mo se instrumenten las pol¨ªticas p¨²blicas. Pero, en la medida en que el resultado de esas pol¨ªticas sea el desequilibrio econ¨®mico territorial, es muy probable que se generen dos efectos. Por un lado, la aparici¨®n de un sentimiento de agravio. Por otro, un cambio en el modelo de crecimiento y una p¨¦rdida de dinamismo de la econom¨ªa nacional en su conjunto.
Desde el punto de vista de los efectos pol¨ªticos, el agravio es una semilla poderosa que germina lentamente y bajo tierra, pero que acaba floreciendo con fuerza disruptiva. Dado que la vida pol¨ªtica tiende a comportarse de acuerdo con una especie de ley de Gay Lussac social, el vac¨ªo dejado por esa p¨¦rdida de poder econ¨®mico tender¨¢ a ser ocupado por un mayor peso e intensidad de la reivindicaci¨®n pol¨ªtica. Desde el punto de vista de los efectos econ¨®micos, lo que tenemos que plantearnos es si queremos favorecer un modelo de desarrollo de estilo latinoamericano, donde un centro macrocef¨¢lico a modo de distrito federal domine sobre el resto del territorio, o un modelo europeo, de tipo alem¨¢n, donde varias ciudades dotadas de fuerte dinamismo compiten entre s¨ª en beneficio del conjunto. Pienso que ¨¦ste es un debate que no podemos omitir.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.