Jueces y Estado
Si el fiscal general decide querellarse contra los jueces que dejaron en libertad al traficante de drogas Carlos el Negro, ser¨¢ la primera vez en la historia de los tiempos normales que el Estado / Gobierno se enfrente con una sala del Supremo. El asunto tiene tanta gravedad como su fondo. Los magistrados est¨¢n ya condenados por la opini¨®n p¨²blica, que no suele tener necesidad de estudiar: un mafioso acusado de traer miles de millones de pesetas en coca¨ªna es puesto en la calle en v¨ªsperas del juicio por una enfermedad dudosa y escapa; no hace falta m¨¢s para que el viejo aldeano desconfiado del fondo de los siglos que cada uno de nosotros lleva dentro vea por lo menos negligencia, por lo m¨¢s prevaricaci¨®n; o quiz¨¢ miedo ante unas amenazas graves, y hasta odio al juez instructor Garz¨®n. Hay t¨¦rminos generosos: obraron bien los jueces, que son 'pr¨®ximos al PSOE', y les persigue el tristemente c¨¦lebre Cardenal, que es af¨ªn a la extrema derecha. No parece convincente en un pa¨ªs donde se dice 'piensa mal y acertar¨¢s'. Y no s¨®lo en ¨¦ste: en toda Europa tenemos siglos de cr¨ªticas al poder judicial, unido a los otros o aislado, y algunos artistas han destacado en ello: Moli¨¨re, Daumier, Dickens, Grosz (y mil).
Aqu¨ª suceden cosas peregrinas: robaron los expedientes sobre Gil en un juzgado de Marbella y el asunto se ha archivado por falta de informaci¨®n; acaban de robarlos en un juzgado de la Gran V¨ªa de Madrid; un juez condenado por prevaricaci¨®n en un asunto de libertad de prensa ha sido indultado por este mismo fiscal (o sea, por el Gobierno); y la justicia espa?ola es lenta, descuidada, obstaculizada por el exceso de leyes, comentada continuamente por los peri¨®dicos (y a los peri¨®dicos se les acusa, a su vez, de ser tenues con el caso de Carlos el Negro; y es que todos somos conservadores, no por derecha o izquierda, sino por el sentido reverencial de las instituciones y la necesidad de mantener el respeto a lo que por s¨ª mismo pudiera perderlo).
Repito que m¨¢s a¨²n que el caso de un traficante escapado es importante y grave que el Estado se querelle contra una sala completa del Supremo, si es que lo hace (si no lo ha hecho ya cuando salgan estas l¨ªneas). Es probablemente imprescindible. Pero todo lo que ocurre por primera vez en un Estado, y corrobora una tirantez ya antigua en la separaci¨®n de poderes, es trascendental.
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