Ortega y Europa
?ltimamente se est¨¢ produciendo alg¨²n intento -m¨¢s bien intentona- de hacer revivir la figura de Jos¨¦ Ortega y Gasset y entre otras cosas he le¨ªdo que fue un pensador prof¨¦tico. Ah¨ª tenemos: las masas rebeldes y la uni¨®n europea. Si bien Ortega no ostenta la paternidad ni de la una ni de la otra profec¨ªa; antes bien, ambas ten¨ªan ya abuelos y bisabuelos y tantos que no vale la pena mencionar a ninguno. Lo de Ortega es el refrito de una mente fabuladora, feraz y brillante.
En Ortega, el ferviente deseo de una Europa unida est¨¢ asociado, entre otras cosas, con la necesidad de contrarrestar la presi¨®n letal de la 'desaforada rebeli¨®n de las masas'. La siguiente cita es imprescindible: 'Resumo ahora la tesis de este ensayo. Sufre hoy el mundo una grave desmoralizaci¨®n que entre otros s¨ªntomas se manifiesta por una desaforada rebeli¨®n de las masas y tiene su origen en la desmoralizaci¨®n de Europa. Las causas de esta ¨²ltima son muchas. Una de las principales, el desplazamiento del poder que antes ejerc¨ªa sobre el resto del mundo y sobre s¨ª mismo nuestro continente. Europa no est¨¢ segura de mandar, ni el resto del mundo de ser mandado...'. El p¨¢rrafo est¨¢ tomado de la segunda parte de La rebeli¨®n de las masas (?Qui¨¦n manda en el mundo?). ?Qui¨¦n dijo que nunca segundas partes fueron buenas? Ejemplo preclaro de lo contrario nos lo ofrece El Quijote, que es mejor cuanto m¨¢s avanza. A partir de ahora, quien lea todav¨ªa La rebeli¨®n de las masas, centre su atenci¨®n en el ensayo ?Qui¨¦n manda en el mundo?, pues ah¨ª est¨¢ el mejor Ortega. As¨ª nos lo dice el profesor Villaca?as en su art¨ªculo La anatom¨ªa secreta del instante (EL PA?S, 7.1.2002). Aqu¨ª est¨¢: '... la clave del libro no est¨¢ en su primera parte, donde habla de aquella rebeli¨®n de lo vulgar, sino en la segunda, que se pregunta de una manera descarnada por qui¨¦n manda en el mundo'. La primera parte no se refiere exactamente a una rebeli¨®n de lo vulgar, pero demostr¨¢rselo al profesor Villaca?as me llevar¨ªa tanto espacio que el art¨ªculo quedar¨ªa desvirtuado. En cuanto a ?Qui¨¦n manda en el mundo?, tan del gusto de Villaca?as, es perfectamente prescindible. Una divagaci¨®n gaseosa, una bien perge?ada f¨¢bula sin apoyo en casi nada hist¨®rico y social y en nada econ¨®mico. Mucho m¨¢s ingenio que genio, como Espa?a invertebrada y otros tantos productos de la factor¨ªa. Ortega hac¨ªa acopio de datos incompletos y los metamorfoseaba en poes¨ªa. Por no decir en esquizofrenia seg¨²n la define Erich Fromm. Decir esto no es negarle reconocimiento a la figura de Ortega, grande en su totalidad.
Remito al lector a la cita de Ortega. La etiolog¨ªa del mal que aqueja al mundo entero es el desplazamiento del poder (de Europa), siendo 'la desaforada rebeli¨®n de las masas' s¨®lo un s¨ªntoma. Pero si se lee atentamente el ensayo resulta que no. Europa est¨¢ debilitada por un virus funesto, las masas. ?stas han minado ya el espl¨¦ndido edificio que fue el Estado liberal. El hombre-masa, insaciable, pide m¨¢s y m¨¢s y el Estado ha de intervenir para complacerle. '?C¨®mo no temer que bajo el imperio de las masas se encargue el Estado de aplastar la independencia del individuo, del grupo y agostar as¨ª definitivamente el porvenir?'. El hombre-masa est¨¢ destruyendo a Europa y, por consiguiente, al mundo. Pero todav¨ªa hay esperanza: la uni¨®n de Europa. El hombre europeo siente la necesidad de un proyecto de vida en com¨²n, 'no sabe vivir si no va lanzado en una gran empresa unitiva'. La construcci¨®n de una gran naci¨®n europea exige un gran esfuerzo, mucha exigencia y mucha disciplina. O sea, las cualidades de las que carece el hombre-masa, pero que al parecer le brotar¨ªan autom¨¢ticamente ante la magnitud del proyecto. ?Es eso? Eso debe ser, pues de lo contrario, nos decimos, la construcci¨®n europea ser¨ªa s¨®lo asunto de una ¨¦lite. ?Una ¨¦lite totalitaria? No puede ser, Ortega es un dem¨®crata liberal. Pero, ?no hemos quedado en que el Estado liberal est¨¢ carcomido hasta las entra?as debido a las inagotables exigencias del hombre masa? ?No escribi¨® el propio Ortega que el Estado era, en realidad, el mayor peligro? Hemos de concluir, entonces, que si a las masas se les ofrece un proyecto como el de la construcci¨®n europea, dejar¨¢n de pedir goller¨ªas tales como comer pollo una vez al mes, un m¨ªnimo de protecci¨®n social, unas condiciones laborales humanas, etc¨¦tera. Pues las voraces masas orteguianas de los a?os veinte del pasado siglo no aspiraban a mucho m¨¢s que eso, que ni eso ten¨ªan. As¨ª pues, ?masas hundidas en la miseria pero at¨®nitas y felices ante el grandioso espect¨¢culo de la paulatina unidad europea? O sea, ?masas que han dejado de serlo en virtud del gran proyecto? O eso, o la imposibilidad del mismo debida a la enfermedad consuntiva producida por el apetito insaciable del hombre-masa. O la Europa de los ej¨¦rcitos.
Superar el Estado-naci¨®n: '... la batalla del futuro que Ortega so?¨® no ha hecho sino comenzar', escribe el profesor Villaca?as. 'O eso, o la violencia de la acci¨®n directa de las masas'. Contestado est¨¢ arriba. Pero lejos de hallarnos en el comienzo del sue?o de Ortega, ¨¦ste se caer¨ªa de espaldas de poder darse un paseo por el mundo actual. Es cierto que Europa lleva trazas de unirse, aunque el camino ser¨¢ largo e incierto. Pero, ?c¨®mo se une? ?Lo hace para ejercer una primac¨ªa pol¨ªtica y sobre todo moral sobre el resto del mundo? Por eso clamaba Ortega. Recu¨¦rdese, Europa desmoralizada, mundo desmoralizado. Unos mandan y otros obedecen, nuestro continente naci¨® para mandar, es ese punto de referencia que individuos y colectivos han de tener para circular adecuadamente por la vida. En lugar de esto, ?qu¨¦ ver¨ªa Ortega? Si las desnutridas multitudes de la ¨¦poca de La rebeli¨®n de las masas le parec¨ªan ingratas, exigentes, mimadas, ind¨®ciles, ?qu¨¦ le parecer¨ªan las de hoy? ?Tal vez caer¨ªa por fin en la cuenta de que si las masas est¨¢n estragadas y piden bazofia es porque a la bazofia las acostumbr¨® el modelo de Estado liberal que ¨¦l tanto admiraba? De sue?o de Ortega, nada, se?or Villaca?as. Europa no se une para mandar ni para ejercer de luz y gu¨ªa del mundo. Se une para no ser mandada... demasiado. Manda USA, el para¨ªso de las masas que, seg¨²n Ortega, nunca podr¨ªa desarrollar una ciencia pura. Y pronto mandar¨¢ tambi¨¦n China y en todas partes habr¨¢ masas, porque los due?os del cotarro, lejos de debilitarse, se fortalecen sirvi¨¦ndole basura a esas masas. Ni este mundo ni el que so?¨® Ortega nos sirven. Pero Ortega se equivoc¨® de punta a punta.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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