La vida en el Opus y despu¨¦s del Opus
Cuando se entra en contacto con antiguos miembros del Opus Dei, todos reconocen que tiene muchas cosas que contar, pero casi nadie se atreve a hacerlo. La prudencia se lo impide, incluso con la garant¨ªa de anonimato. La mano de la Obra, dicen, es muy larga. Uno te cuenta que perdi¨® su trabajo. Otro, que teme perderlo. Otro, que le ponen zancadillas laborales. Otro, que le acosan.
Pero, una vez que se deciden a hablar, lo hacen a tumba abierta. La raz¨®n, dice Juli¨¢n M. (incluso la inicial es ficticia), que estuvo m¨¢s de 30 a?os en la Obra, es muy simple: 'Durante m¨¢s de media vida, no he podido expresar lo que sent¨ªa, mis preocupaciones m¨¢s ¨ªntimas, ni siquiera a mis supuestos amigos dentro de la Obra, ya que estaban obligados a comentar cualquier s¨ªntoma preocupante a nuestro director'.
Desde la Obra, se dice que quienes la critican son una minor¨ªa de resentidos a los que hay que ignorar. Pero los cr¨ªticos no est¨¢n s¨®lo entre quienes hablan, sino tambi¨¦n entre los que callan.
Para la realizaci¨®n de este reportaje se ha contactado, m¨¢s bien, con gente normal, en su mayor¨ªa con formaci¨®n universitaria, que relatan los traumas que les llevaron a abandonar el Opus Dei.
Juli¨¢n M. fue un agregado durante m¨¢s de 30 a?os. Este grupo de miembros son c¨¦libes que viven con su familia.
Entre un c¨²mulo de vivencias, Juli¨¢n relata, por ejemplo, c¨®mo, de forma simult¨¢nea a la fidelidad (el compromiso formal con el Opus Dei), hay que hacer testamento, con la recomendaci¨®n de legar los bienes a una instituci¨®n vinculada a la Obra, como la Universidad de Navarra. El portavoz oficial, Rafael Ramonet, lo niega y sostiene que se trata tan s¨®lo de aplicar el esp¨ªritu asc¨¦tico de la Obra, pero que se puede nombrar heredero a quien se quiera, con toda libertad. En realidad, casi todo cuanto dicen los ex miembros, o la interpretaci¨®n que ¨¦stos dan a los hechos, es negado por Ramonet.
Cuenta Juli¨¢n M. que, como todos, ten¨ªa que entregar su sueldo y que s¨®lo se le facilitaba semanalmente una peque?a cantidad ('nunca m¨¢s de 7.000 pesetas'), de la que ten¨ªa que rendir cuentas anotando incluso los gastos m¨¢s nimios como la compra de un peri¨®dico. Hasta para comprarse una chaqueta hab¨ªa que pedir permiso y fondos. La recomendaci¨®n era que fuese discreta y que se adquiriese en compa?¨ªa de otro miembro de la Obra.
El cine estaba estrictamente prohibido. No fue ni una vez en 30 a?os, aunque s¨ª vio pel¨ªculas 'no peligrosas' en los centros de la Obra, con frecuencia cortadas. Tampoco se pod¨ªa leer cualquier libro o peri¨®dico. No s¨®lo se prohib¨ªa leer EL PA?S, indica, sino incluso las revistas del coraz¨®n. Se recordaba que el fundador de la Obra dec¨ªa que no va uno a la farmacia y dice: '?Qu¨¦ medicamento m¨¢s bonito! Me lo tomo'. Estaba proscrito, a?ade, en el grado m¨¢ximo de peligrosidad, cuanto tuviera que ver con el sexo. 'La obsesi¨®n con el sexo, y no digamos con la homosexualidad era enfermiza'.
Por su parte, Enrique L. (nombre tambi¨¦n ficticio), que fue agregado unos 30 a?os, se?ala: 'A m¨ª me ganaron primero por el coraz¨®n y luego por la cabeza, y de la misma forma me perdieron. El coraz¨®n me lo quemaron enseguida, cuando comprend¨ª que la amabilidad y la bondad con que me trataban cuando quer¨ªan captarme no eran sino hipocres¨ªa en estado puro. Pero la cabeza tard¨® m¨¢s en convencerse. El revulsivo fue la compra prohibida y la posterior lectura de un libro de Steven Hassan, C¨®mo combatir las t¨¦cnicas de control mental de las sectas. Ah¨ª se hablaba de cuatro controles: de pensamiento, de sentimiento, de la conducta y de la informaci¨®n. Los cuatro los sufr¨ª en el Opus. Fue entonces cuando decid¨ª irme'. Eso, afirma, le cost¨® perder su trabajo y una dif¨ªcil reconversi¨®n profesional. En el camino, qued¨® su fe en la Iglesia, aunque cree en un Dios que ve como 'entidad organizadora del universo'.
Elena P. , que fue numeraria durante 15 a?os, resume su experiencia en lo que le dijo al consiliario de la Obra cuando la llam¨® a cap¨ªtulo e intent¨® disuadirla de que se fuera: 'Nac¨ª persona. Como persona, soy mujer. Despu¨¦s soy cristiana, y adem¨¢s cat¨®lica. Y, como cat¨®lica, soy de la Obra. Pero, por ser de la Obra, pierdo catolicidad y no soy cristiana en un sentido amplio; como mujer me siento maltratada y como persona se asaltan mis derechos. As¨ª que me voy'.
En todo momento, Elena, dedicada entonces y ahora a una profesi¨®n liberal, se sinti¨® agredida como mujer. Pese a que su trabajo la obligaba a una relaci¨®n constante con hombres, no pod¨ªa hablar con ninguno sin que la puerta de la habitaci¨®n estuviese abierta, y ni siquiera se le permit¨ªa que un amigo la llevara en coche a su casa (la de ella). El tiempo, dice, ha curado sus heridas, y hoy, tras crear una familia, conserva su fe cat¨®lica y no se considera marcada por el Opus.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.