Una comedia intrascendente
Es una comedia in¨²til: incluso un poco tonta. Puede que esto no sea malo; yo mismo pas¨¦ su par de horas sin aburrirme mucho, quiz¨¢ interesado en descubrir qu¨¦ pod¨ªa encerrar aquel juego, o cu¨¢l pod¨ªa ser la humanidad de los personajes de papel, pero a la buena carne de los int¨¦rpretes. Alentado, sobre todo, porque esta obra de un escritor muy joven, adiestrado hasta ahora en grupos independientes universitarios, hab¨ªa podido ganar con ella el Premio Pulitzer, y c¨®mo ha sido el ¨¦xito de esta temporada en un Broadway oscurecido por su tragedia neoyorquina. No encuentro la prueba de este enigma. En la comedia no hay nada.
O sea: un matem¨¢tico genial que cae en la locura, sus papeles p¨®stumos; un disc¨ªpulo que encuentra entre ellos la prueba de algo que se buscaba desde hac¨ªa siglos y a quien le dicen que no la escribi¨® el genio, sino su hija de veinticinco a?os, con la que el joven matem¨¢tico se acuesta muy placenteramente, seg¨²n dicen los dos, pero que no cree que el cuaderno trascendente lo haya escrito ella. Podr¨ªa ser f¨¢cilmente discernible con un examen de letra, o se podr¨ªa mantener la duda si estuviera escrito con ordenador, pero es mejor dejar el cabo suelto. La ni?a se enfada, la hermana de la ni?a se la quiere llevar hacia un psiquiatra de Nueva York porque parece mas f¨¢cil creer en la herencia de la locura (que no es tan f¨¢cil) que en la del talento; hasta que todo se aclara, y chica y chico vuelven a su sexo.
La prueba
The proof, de David Auburn (Premio Pulitzer, 2000), en versi¨®n de Juan Jos¨¦ Arteche. Int¨¦rpretes: Cayetana Guill¨¦n Cuervo, Santiago Ramos, Miguel Hermoso, Chusa Barbero. Escenograf¨ªa: Ana Garay. Vestuario: Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa Montes. Direcci¨®n: Jaime Ch¨¢varri. Teatro Marquina. Madrid.
?Significa algo todo esto? Quiz¨¢ un ensayo m¨¢s sobre la locura y el genio. Pero no. Podr¨ªa descubrirse un fondo amargo de sociedad que niega valores y sobre cierta decepci¨®n de la mujer como matem¨¢tica -algo se habla de eso-; tampoco.
El di¨¢logo es largo, pero adem¨¢s es continuamente hostil: desde que aparece Cayetana Guill¨¦n Cuervo es ya un personaje negativo, contrariante, antip¨¢tico: carga con ¨¦l y lo salva por s¨ª misma. Luego son todos as¨ª: se oponen por bobadas, tratan de que el otro haga lo que no quiere hacer. Pero eso no parece m¨¢s que un recurso del autor para buscar choques de pasiones o de opiniones para animar un di¨¢logo que no las alberga. Todo, al final, no es m¨¢s que eso: la chica ha hecho un descubrimiento matem¨¢tico, nadie se lo cree, pero se prueba que es de ella. ?Y qu¨¦? La comedia intrascendente sale adelante: nadie sabe c¨®mo. La maldad propia del cr¨ªtico dram¨¢tico, afilada en tantas noches de decepci¨®n y en tanta convivencia in¨²til, tiende a culpar al versionista, al director y a los actores. No puede. El texto es correcto, los actores son m¨¢s que 'pacientes y entusiastas', como dice su director, y ¨¦ste tiene la finura necesaria y la calidad art¨ªstica conocida para hacer lo posible por aproximarles a figuras humanas.
Vi la comedia un s¨¢bado por la tarde. Tuve la impresi¨®n de que el p¨²blico, sin dejar de agradecer justamente el trabajo que se hac¨ªa para ¨¦l, se quedaba un poco dudoso acerca de d¨®nde estaba la tonter¨ªa y si hab¨ªa comprendido bien la nada o se le hab¨ªa escapado el meollo. Que es lo que quiz¨¢ me haya pasado a m¨ª.
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