Una opini¨®n sobre las sectas
Quisiera expresar mi opini¨®n con respecto a las sectas. Me parece que en Espa?a se presta demasiada poca atenci¨®n a un tema tan peliagudo y preocupante como es el citado que, por pasar inadvertido, por no causar muertes, es relegado a un segundo plano.
Quiz¨¢ no arme esc¨¢ndalo como el t¨ªpico botell¨®n juvenil en las principales plazas de la ciudad. Su peligrosidad no radica en algaradas callejeras ni en desgraciados accidentes de tr¨¢fico. No es responsable de una cifra anual de muertes.
No. Es un fen¨®meno desgraciadamente inadvertido sobre el cual la opini¨®n general no est¨¢ medianamente concienciada ni adecuadamente informada.
El ciudadano de a pie, como mucho, observa con indiferente mirada c¨®mo desarrollan estos grupos su actividad en privado, dentro de sus muros, y las consecuencias van para el sectario, en su casa, en su mente, en su conciencia.
Este tema posee personalmente una importancia vital. Soy miembro de una secta, y he llegado al convencimiento de la gran peligrosidad que pueden tener estos grupos.
Por dar un ejemplo, citar¨¦ la terrible lucha mental que tuve que librar en mi interior cuando me aseguraban que el mundo, todo lo que estaba en el exterior de la iglesia, estaba controlado, manejado, subyugado por el demonio. ?Por Dios!, es f¨¢cil comprender lo que conlleva esta idea.
Otro detalle terriblemente nocivo y fan¨¢tico: la salvaci¨®n s¨®lo se consigue cuando se entra en esta secta. Ninguna otra la garantiza.
De la misma forma, me parece aberrante la imposici¨®n de una serie de normas u obligaciones establecidas por el reglamento interno, las cuales dictan una serie inacabable de reglas m¨¢s o menos aberrantes, las cuales consiguen limitar, recortar y anular casi completamente la personalidad y la libertad de acci¨®n de la persona, sus gustos, sus deseos, etc¨¦tera.
Para colmo de desgracias, en estos grupos no se fomenta precisamente el di¨¢logo y los coloquios, al verter las inmensas preocupaciones de las que son objeto los sectarios; y, casi exclusivamente, las soluciones pasan por el orar a Dios y por expulsar a los demonios.
Me parece que habr¨ªa que aplicar un minucioso control sobre estas sectas, iglesias o congregaciones. Es maravilloso que la gente se re¨²na y quiera orar, y estudiar la Biblia. Perfecto.
Que se quieran mucho. Fant¨¢stico. Hasta si creen que su liberaci¨®n personal pasa por saltar a la pata coja una vez a la semana. Perfecto, son totalmente libres para hacerlo.
Pero, por Cristo, que no implanten ideas aberrantes ni limitantes, ni ¨®rdenes a los sectarios. Esto me parece abominable.
Que crean en Cristo o en quien quieran. Que quemen velas e incienso o hagan coros, pero, sobre todo, que eviten introducir pensamientos demonizantes acerca del mundo.
El sectario, atra¨ªdo a la iglesia por el magn¨¦tico reclamo de la satisfacci¨®n de profundos problemas, ya tiene suficiente como para sufrir infinidad de manipulaciones, malos consejos, extorsiones, terrorismo mental y chantaje emocional y psicol¨®gico. Que mi mensaje final sea ¨¦ste: creamos unos en los otros, como almas de Dios. Am¨¦n.
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