La Piocaca
En Madrid gobernaban todav¨ªa los socialistas. Uno de los pol¨ªticos mas influyentes del Ayuntamiento capitalino, el entonces concejal Jos¨¦ Mar¨ªa de la Riva, convocaba a los medios de comunicaci¨®n en plena v¨ªa p¨²blica. Anunciaba la presentaci¨®n de un invento revolucionario con el que pretend¨ªan cambiar los h¨¢bitos indeseables de los propietarios de perros.
Por aquellos tiempos en la opini¨®n p¨²blica madrile?a comenzaba a asomar la indignaci¨®n generalizada por el aspecto repugnante que presentaban las calles debido a los excrementos caninos. Las autoridades municipales hab¨ªan realizado ya alg¨²n que otro llamamiento y t¨ªmidas campa?as de concienciaci¨®n, pero los resultados fueron realmente escasos.
Se impon¨ªa buscar una soluci¨®n m¨¢s eficaz, un sistema c¨®modo y barato que estimulara la retirada de las cacas sin que el usuario corriera el riesgo de pringarse. Aquella ma?ana hab¨ªa expectaci¨®n, la prensa acudi¨® masivamente para conocer el artilugio dise?ado expresamente para ese fin. De la Riva, sabedor del inter¨¦s que suscitaba el asunto, ten¨ªa muy bien ensayada la demostraci¨®n para no hacer el rid¨ªculo. Hubo hasta unos segundos de silencio y emoci¨®n antes de que destapara una especie de recogedor en forma de tijeras que permit¨ªa atrapar las heces perrunas manteniendo las distancias. A pesar de la ma?a que mostr¨® el concejal y de que tuvo el acierto de no hacer la exhibici¨®n con excrementos reales para que no hubiera co?a, el cachondeo fue general. La foto de tan ilustre edil recogiendo la caca de mentira con aquel invento simpl¨®n pas¨® a ser una de las mas hilarantes de la historia municipal. Muy pocos adquirieron el recogedor de tijera y durante largo tiempo los excrementos siguieron reinando en las calles en Madrid para repulsi¨®n y verg¨¹enza de todos.
Pasaron los a?os y, en sucesivas elecciones municipales, la eliminaci¨®n de cacas caninas se convirti¨® en argumento electoral de primera magnitud. Respondiendo a ello fueron surgiendo las zonas especiales para perros en los parques, las motocacas y, sobre todo, los dispensadores de bolsas de pl¨¢stico, con el f¨ªn de que ningun ciudadano tuviera excusa alguna que le permitiera dejar la deposici¨®n de su animal en la v¨ªa publica.
Desconozco ahora mismo el dinero que gasta el municipio en esos elementos, pero supongo que son unos cuantos millones porque se ven por todas partes . Ello ha mejorado en t¨¦rminos generales la situaci¨®n, pero, desgraciadamente, no en la medida que cabr¨ªa esperar de un esfuerzo como el que Ayuntamiento est¨¢ haciendo en este sentido con el dinero de los contribuyentes.
En la actualidad, a¨²n hay muchas calles de la ciudad donde es imposible caminar sin la precauci¨®n de mirar permanentemente al suelo para esquivar las bo?igas. Y existen casos extremos realmente escandalosos que curiosamente se suelen dar en zonas residenciales de clase alta donde podr¨ªa imaginarse que hay un mayor nivel de educaci¨®n. Es el caso de La Piovera, una urbanizaci¨®n pr¨®xima a la carretera de Barcelona en donde se alzan edificios residenciales de cinco o seis alturas con jardines, piscinas y anchas aceras por las que resultar¨ªa agradable el pasear.
Deambular por all¨ª resulta, sin embargo, realmente asqueroso. Andar una veintena de metros es pr¨¢cticamente imposible sin pisar alguna de los cientos de cacas que salpican el pavimento. All¨ª los responsables de limpieza han instalado dispensadores de bolsas y jalonado los paseos de amenazantes carteles sin que ello obtenga aparentemente el menor resultado. El vecindario est¨¢ tan enfurecido con la situaci¨®n que padecen por esa causa que algunos hasta han propuesto el sacar a la calle unidades de vigilancia callejera para ponerle las peras a cuarto al que deje los excrementos en la v¨ªa p¨²blica. No es la mejor soluci¨®n, pero est¨¢ claro que los ciudadanos no debemos permanecer impasible ante una acci¨®n inc¨ªvica de esa magnitud.
Hay que ser educadamente combativos y llamar la atenci¨®n o cuanto menos sonrojar a los aut¨¦nticos causantes de la suciedad en las calles. Ni que decir tiene que la culpa siempre es del amo y no del animal. Ellos son los responsables de que a ese barrio de Madrid llamado La Piovera se le empiece a conocer como La Piocaca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.