La parte del cr¨ªtico
?A qui¨¦n se debe el cr¨ªtico? ?Al lector, a la sociedad, a la cultura? Dicho de esta manera, la cuesti¨®n puede parecer -y lo que es peor, terminar si¨¦ndolo- puramente ret¨®rica, mera sucesi¨®n de palabras huecas. ?De qu¨¦ lector, de qu¨¦ sociedad, de qu¨¦ cultura estamos hablando? Y, sin embargo, se trata de una cuesti¨®n central no ya para el cr¨ªtico, sino, sobre todo, para la cr¨ªtica. Algo que va m¨¢s all¨¢ de toda amenaza a su independencia, de las presiones directas o indirectas a las que suele verse sometida la cr¨ªtica literaria en un peri¨®dico.
La figura del cr¨ªtico literario es relativamente nueva: surge por derivaci¨®n, asociada a la actualidad period¨ªstica, lo que sin duda contribuye a que sus contornos se hallen tan escasamente definidos. Durante siglos, su tarea fue desempe?ada, bien por eruditos, bien por otros escritores que sent¨ªan la necesidad de expresar su entusiasmo respecto a determinado autor o a determinada obra. De hecho, es algo que nunca ha dejado de hacerse y una buena parte de los an¨¢lisis literarios m¨¢s iluminadores han sido escritos, precisamente, por novelistas y poetas: Eliot y Val¨¨ry, Proust y Nabokov. Hasta entrado el siglo XX, el cr¨ªtico literario de un peri¨®dico era m¨¢s bien un cronista social, interesado no tanto en la obra cuanto en introducir la personalidad de su autor en los c¨ªrculos cultivados de la ¨¦poca. La importancia del cr¨ªtico en su papel de analista de los valores propiamente literarios que ofrece la actualidad se halla estrechamente relacionada con la gran expansi¨®n de la prensa peri¨®dica, y su suerte est¨¢ vinculada a la suerte de ¨¦sta, a las transformaciones que le depare el futuro.
La cr¨ªtica acad¨¦mica o universitaria ha supueso tradicionalmente un factor de contraste respecto a la cr¨ªtica peri¨®dica, celosas una y otra de su independencia, prestas siempre al divorcio. Los investigadores universitarios suelen ver a la cr¨ªtica peri¨®dica excesivamente supeditada a la actualidad, que es como decir al mercado, a la vez que poco rigurosa o poco cient¨ªfica, extremos ambos que en gran parte de los casos son muy exactos. Pero la cr¨ªtica universitaria, por su parte, cae tambi¨¦n con excesiva frecuencia en la exposici¨®n rutinaria e inimaginativa, as¨ª como en la m¨¢s completa supeditaci¨®n a los planteamientos te¨®ricos de moda en aquel momento. Tambi¨¦n suele ser exagerada su confianza en el propio rigor cient¨ªfico, como si el an¨¢lisis literario pudiese constituir materia cient¨ªfica en el mismo sentido que la f¨ªsica, la bioqu¨ªmica o las matem¨¢ticas. Y no deja de ser llamativa la devoci¨®n de algunos acad¨¦micos respecto a determinada teor¨ªa literaria, entrega s¨®lo comparable a la que pocos a?os antes mostraron hacia cualquier otra, de modo similar a ese creyente que defiende, no ya una creencia concreta, sino la necesidad de tener creencias. Cuando lo que verdaderamente caracteriza a una buena cr¨ªtica literaria es la ausencia en ella de todo prejuicio ajeno al propio gusto, al propio discernimiento y al propio conocimiento. Cualidades presentes en los an¨¢lisis cr¨ªticos que m¨¢s me han interesado, lo que hace de ellos un texto que se lee siempre con inter¨¦s, independientemente de que haya aparecido en una publicaci¨®n universitaria o en el suplemento literario de un peri¨®dico.
El medio en el que se desenvuelve el cr¨ªtico -el peri¨®dico concreto para el que escribe- es ocasi¨®n, por su naturaleza abierta, de opiniones contrapuestas acerca de c¨®mo ese cr¨ªtico debe hacer su trabajo. Planteamientos personales que son, de hecho, profesionales ya que se refieren a la funci¨®n que las diversas partes que intervienen en el negocio editorial se empe?a en atribuirle. ?Cu¨¢l es, en efecto, el papel del cr¨ªtico? ?Fomentar la lectura en general y la lectura de la obra objeto de la cr¨ªtica en particular, como quisiera el editor? ?Orientar al lector del suplemento literario, como en principio quisiera el peri¨®dico? ?Ser ben¨¦volo y paternal con los autores? ?Ser implacable con los fallos que advierta en la obra, poner al descubierto sin contemplaciones todo intento de dar apariencia de calidad literaria a lo que carece de ella? Los suplementos literarios saben mejor que nadie -y el de este peri¨®dico el primero- de las presiones directas o indirectas a las que autores y editores suelen someter al cr¨ªtico.
No obstante, a estos obst¨¢culos ajenos a lo literario que se ciernen sobre la tarea del cr¨ªtico, yo antepondr¨ªa las dificultades de car¨¢cter t¨¦cnico. Se trata de dificultades muy variadas, que van desde la limitaci¨®n del espacio de que dispone hasta la actitud de muchos de los lectores, que leer¨¢n la cr¨ªtica como han le¨ªdo el resto del peri¨®dico, en diagonal, con ligereza. Y, por encima de todo, una dificultad que, aunque agravada por todas las restantes, es fundamentalmente de concepto: expresar en palabras distintas a las de la obra objeto de la cr¨ªtica lo que la obra es. La tarea, f¨¢cil si la novela o el poema son una simpleza, se hace tanto m¨¢s dif¨ªcil cuanto m¨¢s compleja y realmente creadora sea la obra. Y el cr¨ªtico deber¨¢ ser consciente de que esa complejidad, de la que inevitablemente ha de advertir al lector, es la cualidad que induce a ¨¦ste, a partir a veces de unas pocas l¨ªneas, de las emociones contradictorias por esas l¨ªneas suscitadas, a leer no ya esa obra concreta, sino, m¨¢s en general, a leer.
Esa identificaci¨®n de la dificultad central con que se tropieza el cr¨ªtico al desarrollar su cr¨ªtica -en el fondo, deslindar lo literario de lo que no lo es- nos conduce de nuevo a la pregunta inicial: ?a qui¨¦n se debe el cr¨ªtico? Y es que resolver esa dificultad supone constituirse en int¨¦rprete de la creaci¨®n literaria al margen de cualquier otra consideraci¨®n. Es decir: el cr¨ªtico se debe ¨²nica y exclusivamente a ese organismo inmaterial pero vivo -ya que vive en los lectores de cada momento- que es la creaci¨®n literaria. No se trata de una abstracci¨®n, sino de una realidad tan rica en luces y sombras y tan sujeta al paso del tiempo como la propia vida humana.
Luis Goytisolo es escritor.
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