La pir¨¢mide de los Mart¨ªnez
- Los Cohen y los Mart¨ªnez. Hay un adagio jud¨ªo que defiende que los Cohen son la conciencia del pueblo jud¨ªo. Yo siempre he cre¨ªdo que los Mart¨ªnez -estad¨ªsticamente, un apellido tan nutrido y difundido que, si los Mart¨ªnez nos lo propusi¨¦ramos, podr¨ªamos colonizar Marte- tambi¨¦n somos una especie de conciencia. Aunque ignoro de qu¨¦ pueblo. ?ltimamente, he llegado a la conclusi¨®n provisional de que somos la conciencia de pueblo. Es decir, b¨¢sica. No se vayan, amigos.
- Mart¨ªnez y la pir¨¢mide. Al menos, resulta dif¨ªcil no identificarse con el Mart¨ªnez que describe Joaqu¨ªn Jos¨¦ Mart¨ªnez en Memorias del corredor de la muerte (Mondadori). Mart¨ªnez es aqu¨ª un se?or que cuando le pillan salt¨¢ndose el l¨ªmite de velocidad lo niega; que tiene grandes errores de casting cuando selecciona novia; al que le gusta darle crujidos a la vida, el dinero y las se?oritas; que tiene ciclos de buena suerte y ciclos de mala suerte. En uno de esos ¨²ltimos, acaba en el corredor de la muerte, donde desde lo cotidiano, sin grandes aspavientos, se reformula su vida y, en general, la vida. Su libro es, si se me permite, divertido. Y con im¨¢genes Cohen-Mart¨ªnez, sencillas y rotundas como una hoja o un ombligo. Por ejemplo, ¨¦sta: Mart¨ªnez tiene fascinaci¨®n por las pir¨¢mides; con sus primeros chorrocientosmil d¨®lares se compra una medalla de oro al peso en la que aparece una pir¨¢mide -'mi s¨ªmbolo de permanencia en la vida'-. Cuando entra en la c¨¢rcel, se la quitan con los cuatro d¨®lares que lleva encima. Se tat¨²a otra pir¨¢mide en el cuerpo. Cuando sale de la c¨¢rcel, le devuelven el collar y los d¨®lares. Descubre entonces que tiene tres pir¨¢mides: el collar -de oro- , el tatuaje -corporal- y la pir¨¢mide que aparece en los billetes de un d¨®lar -material-. 'Empec¨¦ a darme cuenta (...) de que el d¨®lar no es tan importante, ni el oro, ni lo corporal tampoco lo es'. Bueno. Quedo con Mart¨ªnez. Mart¨ªnez USA se pide un Jack Daniels. Mart¨ªnez Europe un Ballantines.
Joaqu¨ªn Jos¨¦ Mart¨ªnez, que estuvo en EE UU en el 'corredor de la muerte', recib¨ªa cartas de muchos tipos
- El fara¨®n y Mart¨ªnez. 'La probabilidad de entrar en el corredor de la muerte es la misma de que te caiga un rayo. La de salir es la misma de que te caigan dos rayos'. Desde 1973, empero, se han producido 96 casos de personas a las que les han ca¨ªdo dos rayos. 'Son tantos casos [sobre una poblaci¨®n de 4.000 reclusos] que desde algunos sectores se est¨¢ pidiendo la moratoria'. Florida es el Estado r¨¦cord en errores judiciales que acaban con se?or en silla el¨¦ctrica -'para m¨ª, eso esa una suerte de terrorismo encubierto'-. Mart¨ªnez no cree que, aun as¨ª, la situaci¨®n cambie pr¨®ximamente. Se explica. 'En Europa todo el mundo generaliza sobre EE UU. En todo caso, yo s¨ª puedo generalizar'. ?sta es su generalizaci¨®n: a) 'el crimen en EE UU es una gran presi¨®n social', b) 'los americanos quieren seguridad', c) 'el Gobierno la ofrece, al precio que sea'. Por otra parte, d) 'en Europa las cosas empezar¨¢n a ser as¨ª cada vez m¨¢s'. 'Europa se est¨¢ quedando sin referentes y toda esa din¨¢mica no es m¨¢s que problemas de referentes'. Me explica una met¨¢fora en la que visualiz¨® hace cuatro d¨ªas la progresiva americanizaci¨®n-desreferenciaci¨®n-como se diga de Europa. 'Fui a una iglesia en Madrid. Hab¨ªa una gran cola. Hice cola. En 20 minutos, observ¨¦ a diversas personas de diversas edades que confundieron esa cola con la cola del pan, de un concierto o de un autob¨²s. Puede parecer una tonter¨ªa, pero no reconocer una cola es un problema de referentes'.
- El poder m¨¢gico de las pir¨¢mides. Como ven, Mart¨ªnez tiene una gran capacidad para verbalizar su vida y crear e interpretar im¨¢genes con cierto juego de piernas. Es decir, im¨¢genes Cohen. As¨ª que cojo, cambio de palo y le pregunto que en qu¨¦ se parece la vida al corredor de la muerte. Y va y me dice: '?Je! Es lo mismo. No puedes ser libre ni dentro ni fuera. Dentro, por razones obvias. Fuera, por razones menos obvias y que tienen que ver con tu coche o tu dinero'. Quiz¨¢ el parecido que tiene la vida con un corredor de la muerte convierte a los usuarios -del corredor de la muerte- en una met¨¢fora de los usuarios -de la vida-. Por eso, tal vez, los usuarios -de la vida- env¨ªan tantas cartas a los usuarios -del corredor de la muerte-. 'El primer mes recib¨ª una cincuentena de cartas. El ¨²ltimo, y a pesar de que los vigilantes romp¨ªan muchas, recib¨ª unas cuatrocientas. Bueno, eran 400 sobres. En ocasiones, dentro de uno hab¨ªa muchas cartas'. Las cartas se divid¨ªan en tres temas, o tres tipos de remitentes diferentes. Por una parte, llegaban cartas de tipo solidario ('¨¢nimo, macho'), remitidas por partidos, ONG, particulares. Tambi¨¦n llegaban cartas de enfermos, v¨ªctimas de enfermedades salvajes, a menudo pr¨®ximas a la muerte o en franco combate con la muerte. O sea, personas con unas situaciones parecidas a la m¨ªa. Supongo que mi figura les provocaba una suerte de catarsis. Esas cartas eran impresionantes'. Un tercer tipo de cartas estaban remitidas por se?oritas de todas las edades y tallas. Eran cartas de la escuela guarri, con foto de la autora en picard¨ªas. 'Siempre respond¨ªa a todas las cartas. En el caso de las damas, intentaba ser lo m¨¢s repulsivo que pod¨ªa. Les respond¨ªa lo mismo a todas. (...) Eran cartas en las que se ve¨ªa una gran fascinaci¨®n hacia m¨ª y una ausencia de inter¨¦s en mi inocencia o en mi culpabilidad. (...) Esas cartas de mujeres ilustran una p¨¦rdida de control en la vida, una p¨¦rdida de referentes, ejemplificada en la vida sentimental'. La vida en los tiempos de las pir¨¢mides es un l¨ªo.
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