El cruce
Los m¨¦dicos nos aconsejan andar para prevenir la obesidad, la osteoporosis, el re¨²ma y no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s, pero no tienen en cuenta el peligro que corremos los peatones en la calle cuando nos vemos obligados a cruzarlas. Estoy pensando en los veh¨ªculos, en los coches y las motos, esas m¨¢quinas capaces de convertirnos en fieras.
Cuando se trata de un coche, hay veces que nada m¨¢s ponerlo en marcha perdemos la cabeza; ninguna otra cosa puede justificar que pretendamos llegar al destino de un tir¨®n. No ya en carretera, que puede ser casi comprensible, sino en la ciudad. Cogemos velocidad y vamos soltando improperios a todo lo que estorba, que pueden ser much¨ªsimos obst¨¢culos, desde los sem¨¢foros hasta otro conductor despistado, pasando por coches aparcados en segunda o tercera fila, camionetas de reparto, obras, manifestaciones, procesiones y vaya usted a saber. A veces pueden subirse a la acera, o entrar en el carril de los autobuses, o poner el intermitente y salir a hacer sus negocios, o no les queda m¨¢s que esperar con la adrenalina incandescente. Lo que ya de por s¨ª implica un peligro para el peat¨®n.
El caso de la moto es diferente porque puede sortear muchos de esos obst¨¢culos zigzagueando hasta que llega al sem¨¢foro, que se lo salta en l¨ªnea recta sin titubear, dejando a los automovilistas planchados y a los peatones a punto de infarto. Yo creo que ellos ni se enteran, porque, aunque generalmente el viandante se queda sin habla del susto, da igual que grite o lo insulte: la moto se aleja como un silbido, o como un trueno si es de las que hacen ruido; en cualquier caso pasan como dioses invulnerables, sin mirar arriba ni abajo, a izquierda ni a derecha.
Y ha llegado a ser tan frecuente que poco a poco algunos automovilistas se van arriesgando a imitarlos y as¨ª ganar tiempo. Los peatones ya se sobrecogen cuando tienen que bajarse de la acera y se lo piensan dos veces antes de cruzar; esperan intranquilos el momento en que el mu?equito del sem¨¢foro se enciende en verde, miran a un lado y otro lado, se santiguan y cruzan corriendo todo lo que pueden. Seguramente por eso se han puesto de moda los zapatos 24 horas, porque no resbalan ni aprietan al correr.
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