Las virtudes de Tiran(i)a
Desde la capital albanesa han tra¨ªdo al CCCB una serie de incre¨ªbles fetiches, v¨ªnculos con la memoria de un tiempo tan atroz que m¨¢s parece un cuento de terror que un episodio hist¨®rico que dur¨® 50 a?os y que tuvo lugar aqu¨ª cerca, en el patio trasero de Europa. Han tra¨ªdo la estatua de Stalin ante la que se arrodill¨® Enver Hoxha (dictador del 'pa¨ªs de las ¨¢guilas' desde 1945 hasta su muerte, en 1985), y con ¨¦l miles de albaneses, y tambi¨¦n han tra¨ªdo la estatua del mismo Hoxha, que se le levant¨® a su muerte. Tenemos aqu¨ª la reconstrucci¨®n en documento v¨ªdeo del centro neur¨¢lgico de Tirana, la plaza de Skanderberg, escenario de las grandes ceremonias de exaltaci¨®n del caudillo y tambi¨¦n de las manifestaciones que acabaron con su r¨¦gimen, plaza que es el cetro, el trono y la corona de Albania...
Han tra¨ªdo al CCCB la estatua de Stalin ante la que se arrodill¨® Enver Hoxha, dictador de Albania entre 1945 y 1985, y tambi¨¦n la del mismo Hoxha
En esta exposici¨®n cuya est¨¦tica, mucho m¨¢s severa y austera que las que el CCCB viene dedicando a las ciudades, se compagina bien con el tema, tenemos tambi¨¦n muchos libros en baldas met¨¢licas: para empezar, los setenta y pico vol¨²menes de las obras completas de Enver Hoxha, que eran casi los ¨²nicos libros que pod¨ªan comprarse en Tirana, junto con los de Ismail Kadar¨¦, cuando yo anduve por all¨ª en 1990, precisamente en los d¨ªas en que Kadar¨¦, desde Par¨ªs, anunciaba: 'Ya estoy harto, no pienso regresar, me exilio'. Podemos ver tambi¨¦n los libros del extravagante Fondo R de la biblioteca nacional, libros prohibidos, de posesi¨®n castigada con a?os de c¨¢rcel, entre los cuales alguno de Eduardo Mendoza; Niebla, de Unamuno; obras de Plat¨®n, Arist¨®teles y Hegel, y los textos revelados de las grandes religiones monote¨ªstas. Podemos colarnos en la biblioteca particular del tirano y extraer conclusiones de los temas m¨¢s recurrentes en los t¨ªtulos: el espionaje, las conspiraciones, los atentados, las figuras de otros caudillos, como Hitler, Mussolini, Mao, Bokassa, Ner¨®n, Luis XIV, etc¨¦tera.
Nos enteramos de que Hoxha envi¨® a la muerte nada menos que a cuatro de sus ministros del Interior y de que seg¨²n iba envejeciendo se agravaba su recelo enfermizo hacia todo el mundo y aumentaba el n¨²mero de amigos a los que iba enviando como emisarios al otro mundo: s¨ªntomas del cl¨¢sico s¨ªndrome paranoico que afecta a todos los dictadores absolutos.
Vemos, escritos en la pared, los nombres de los miles de ajusticiados, vemos las fotos de algunos de los an¨®nimos infelices, hombres de rostros antiguos que parecen impregnados de fatalidad, rostros como ya no se hacen, detr¨¢s de un micro, defendi¨¦ndose de las acusaciones del invisible, alto tribunal...
Tenemos aqu¨ª una buena selecci¨®n de obras pl¨¢sticas procedentes del Museo Nacional de Tirana: grandes ¨®leos aleg¨®ricos, en el m¨¢s puro estilo del realismo socialista, que ilustran los momentos estelares de la humanidad y c¨®mo debe comportarse el 'hombre nuevo' alban¨¦s, que suele ser de profesi¨®n metal¨²rgico, cooperativista, mec¨¢nico o aviador. La regla n¨²mero uno es el optimismo -?nada de esas caras largas o tristes que tanto mosquean a nuestro risue?o Ub¨² President!-. La regla n¨²mero dos es el orgullo de la obra colectiva: los obreros de la construcci¨®n cuando rematan la obra no corren a beber un trif¨¢sico, sino que desde lo alto del andamio agitan una banderita patri¨®tica para saludar al porvenir. La tercera virtud del hombre nuevo es el patriotismo: partisanos liberando al pa¨ªs de la ocupaci¨®n fascista, trabajadores brindando por el partido. La cuarta virtud, la identificaci¨®n con el l¨ªder redentor: varios cuadros, como La reuni¨®n de Mosc¨² y La denuncia del pacto de Varsovia, inmortalizan la ruptura con la URSS, episodio de 1961 que tambi¨¦n cuenta Kadar¨¦ en su novela ¨¦pica El largo invierno: en las telas y en el libro, Hoxha es un luminoso y determinado San Jorge a cuyos pies se retuercen Kruschev y el comit¨¦ central sovi¨¦tico en pleno, el impotente drag¨®n de cien cabezas del imperialismo ruso.
Tenemos las formas simb¨®licas de la pir¨¢mide, el b¨²nker y del c¨ªrculo: la pir¨¢mide del museo Hoxha, construido a la muerte del dictador y donde se conservaban sus reliquias (sus gafas, su primera bicicleta, el pupitre que ocupaba en la escuela); hoy alberga varias oficinas y la discoteca La Momia. El b¨²nker, emblema del aislamiento y la paranoia, arquetipo de los 200.000 que se repartieron por toda Albania para protegerla del mundo hostil. Y el c¨ªrculo, la forma de la exposici¨®n, que retrata un tiempo congelado, repiti¨¦ndose incesantemente...
Baskim Shehu, el comisario de Tiran(i)a, define la exposici¨®n como 'una met¨¢fora de la vivencia humana de la tiran¨ªa' y nos invita a recordar que 'no hay tiran¨ªa sin cierto consenso social'. Por supuesto que vale la pena ver esta exposici¨®n; es como asistir a la reconstrucci¨®n del paleol¨ªtico de la tiran¨ªa. Es curioso que hace tan poco tiempo las cosas se hicieran de una manera tan zafia, tan burda y evidente. Cuando visito exposiciones como ¨¦sta, cuando virtuosa y aplicadamente leo los ensayos sobre el Tercer Reich o sobre las dictaduras comunistas, sus causas y sus h¨¦roes, sus procedimientos parecen tan simplones -esas parafernalias de trazo grueso: uniformes, himnos, juicios y purgas, pelotones de ejecuci¨®n, l¨ªderes carism¨¢ticos, marchas con antorchas- que pienso, quiz¨¢ equivocadamente, que hoy no podr¨ªan cuajar.
Leo mucho sobre Hitler y Lenin, y sigo con mucho inter¨¦s el asunto del nacionalismo vasco, su sofisticado y matizado camino criminal. Ser¨¢ mucho m¨¢s complicada, si alg¨²n d¨ªa se hace, la exposici¨®n sobre Vitoria-Gasteiz...
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