Con las horas contadas
El ciclo de la violencia es lo ¨²nico que crece en Oriente Pr¨®ximo; lo dem¨¢s, el proceso de paz, la mediaci¨®n estadounidense, la capacidad moderadora de Europa, la reivindicaci¨®n estatal palestina y la propia seguridad de los israel¨ªes, huele a cad¨¢ver. Y en esa cuenta atr¨¢s para un desastre que siempre puede ser mayor, al presidente Yasir Arafat se le acaba el tiempo y nadie parece tener inter¨¦s en impedirlo.
La espiral asusta. Un nuevo atentado suicida palestino ensangrentaba ayer las calles de Tel Aviv, el segundo en unos d¨ªas; anteayer, mor¨ªa asesinado en Beirut el dirigente cristiano Elie Hobeika, de infausto recuerdo por su papel en la matanza de 800 a 3.000 refugiados palestinos en los campos de Sabra y Chatila, en 1982; Hobeika aseguraba tener pruebas que implican gravemente en esos hechos al actual primer ministro israel¨ª, Ariel Sharon; por ¨²ltimo, submarinistas israel¨ªes apresaban hace tres semanas un cargamento de armas en el mar Rojo, veros¨ªmilmente destinado a la Autoridad Palestina.
Arafat, el gran artista del alambre, fugado tantas veces de situaciones casi tan aparentemente desesperadas como la actual, juega ya hoy en tiempo de descuento. Y esto es as¨ª porque la Administraci¨®n del presidente Bush ha dejado de ejercer una mediaci¨®n m¨ªnimamente equilibrada para tomar partido por su aliado hist¨®rico, el Estado de Israel. En ello tiene mucho que ver el tiempo que vivimos despu¨¦s del 11 de septiembre, en el que la guerra al terrorismo ha creado un contexto donde reinan la confusi¨®n y el disparo a bulto, sobre todo para quien no entiende de causa y de efecto.
No s¨®lo Arafat se halla sitiado por los blindados israel¨ªes en una de sus residencias oficiales, con apenas unas hect¨¢reas de dominaci¨®n personal sobre el paisaje, sino que Estados Unidos dice comprender ese cerco, y ni hace referencia al asesinato de Hobeika en su evaluaci¨®n de los hechos sobre el terreno. Un asesinato que s¨®lo puede favorecer a Sharon, en la medida en que la justicia belga decidir¨¢ el pr¨®ximo 6 de marzo si es competente para entender de la acusaci¨®n de un grupo de palestinos por la participaci¨®n del l¨ªder israel¨ª en la matanza cuando era ministro de Defensa y gran promotor del ajuste de cuentas, precisamente, con el propio Arafat. Para que los paramilitares cristianos asesinaran y violaran, el Ej¨¦rcito de Jerusal¨¦n hab¨ªa tenido que facilitar medios de locomoci¨®n, abrir sus l¨ªneas y sumirse en contemplaci¨®n indiferente a unos cientos de metros de donde se desarrollaba la matanza. Sharon fue hallado indirectamente responsable por una comisi¨®n investigadora israel¨ª y obligado a cambiar de ministerio: Defensa por uno sin cartera.
Washington ya no media, porque al mismo tiempo que le exige a Arafat que reprima su terrorismo, no para mientes en que mientras siga la ocupaci¨®n y el amontonamiento progresivo de colonos en Cisjordania y Jerusal¨¦n Este -territorios de los que la ONU exigi¨® ya en 1967 la retirada de Israel- el margen de maniobra del l¨ªder palestino es nulo. En Palestina hay una sublevaci¨®n que recurre cada vez con mayor intensidad a m¨¦todos terroristas y nada hace prever que ese curso vaya a cambiar mientras no se alivie o se pacte el fin de la ocupaci¨®n. La espiral puede desembocar en un intento de exterminar la rebeli¨®n por las armas, acumulando horrores que ni siquiera barruntamos.
La Administraci¨®n de Bush se prepara, ya en el l¨ªmite del abismo, a adoptar probables medidas de sanci¨®n contra la Autoridad Palestina, a la que da por seguro responsable del flete de las armas interceptadas, lo que podr¨ªa desembocar en la ruptura de relaciones diplom¨¢ticas. El mundo ¨¢rabe, sumido en la impotencia, aunque hace inevitables gestos de apoyo a Arafat, prefiere b¨¢sicamente callar y no uncirse a su suerte.
Es sumamente dif¨ªcil, en esta situaci¨®n, hallar un camino de vuelta a la salud mental. Pero existe. Primero, devolver su posici¨®n negociadora a Arafat, que por muy debilitado que est¨¦ es lo mejor, dentro de lo veros¨ªmil, que pueden aspirar a tener enfrente los israel¨ªes; segundo, confirmar, con presencia internacional en la zona, que no hay m¨¢s extensi¨®n de asentamientos, ni habilitaci¨®n de viviendas para reci¨¦n llegados de ninguna clase; tercero, obligar a las partes -desde Washington, por supuesto- a reanudar las negociaciones, lo que visiblemente nada interesa a Sharon.
S¨®lo entonces cabr¨¢ exigir a Arafat que act¨²e y sancionarle a modo. El secretario de Estado, Colin Powell, apuntill¨® ayer lo que es una operaci¨®n de acoso y quiz¨¢ derribo del l¨ªder palestino, advirtiendo que todas las opciones -de castigo- est¨¢n abiertas. Convendr¨ªa que entre ellas figurara, sin embargo, la de rectificar, estableciendo un plan de igualdad de oportunidades. Eso ser¨ªa mediar de nuevo.
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