Revisi¨®n autocr¨ªtica
El catalizador de las cr¨ªticas y propuestas de reforma m¨¢s radicales del FMI son las medidas draconianas de ajuste econ¨®mico que esta instituci¨®n suele imponer a los pa¨ªses que solicitan su auxilio. T¨¢cita o expl¨ªcitamente, estas cr¨ªticas imputan las penosas situaciones econ¨®micas asociadas con la instrumentaci¨®n de los programas del FMI a supuestas perversiones ideol¨®gicas o carencias t¨¦cnicas de los funcionarios que los dise?an y, consiguientemente, consideran que ser¨ªan evitables mediante una reforma adecuada de la instituci¨®n.
Desgraciadamente, esas situaciones son en su mayor parte la consecuencia ineludible de la siempre violenta colisi¨®n de una econom¨ªa con una restricci¨®n de balanza de pagos. Esto es, el pa¨ªs acude al FMI ¨²nicamente cuando no dispone ya de suficientes divisas para adquirir las importaciones necesarias para mantener los niveles de gasto de sus familias, empresas y administraciones p¨²blicas. Con FMI o sin ¨¦l, el pa¨ªs est¨¢ condenado a sufrir un proceso de ajuste cuya dureza ser¨¢ inversamente proporcional al monto de financiaci¨®n exterior que pueda recabar de inversores y prestamistas internacionales. El ajuste suele ser doloroso porque el grueso de los flujos de financiaci¨®n exterior se volatilizan cuando la comunidad financiera internacional pierde la confianza en la econom¨ªa del pa¨ªs y s¨®lo se recuperan cuando se han enderezado las pautas de pol¨ªtica econ¨®mica que perpetraron dicha p¨¦rdida de confianza.
Muchas cr¨ªticas del FMI parecen ignorar que la restricci¨®n de financiaci¨®n exterior y las circunstancias pol¨ªticas del pa¨ªs limitan severamente las opciones de pol¨ªtica econ¨®mica. As¨ª, por ejemplo, se ha se?alado que el FMI impuso un ajuste fiscal en plena recesi¨®n argentina y al mismo tiempo recomendaba pol¨ªticas fiscales expansivas para combatir la desaceleraci¨®n econ¨®mica en Estados Unidos. Desafortunadamente, la pol¨ªtica fiscal expansiva es un lujo que no est¨¢ al alcance de un pa¨ªs que tiene una seria restricci¨®n de financiaci¨®n exterior por la sencilla raz¨®n de que no cuenta con las divisas necesarias para pagar el aumento de deuda interna y externa que inducir¨ªa dicha pol¨ªtica. Tambi¨¦n se ha criticado al FMI tanto por haber exigido aumentos de impuestos en algunos pa¨ªses en recesi¨®n como por haber obligado a restringir partidas de gasto p¨²blico socialmente sensibles en otros, o por alargar la agon¨ªa de reg¨ªmenes cambiarios inconsistentes con la pol¨ªtica econ¨®mica del pa¨ªs. El FMI suele imponer a los pa¨ªses que solicitan su ayuda financiera un l¨ªmite infranqueable al saldo presupuestario a fin de ce?ir el gasto agregado a las posibilidades de producci¨®n de la econom¨ªa. Ahora bien, la combinaci¨®n de recortes de gasto p¨²blico y subidas de impuestos para conseguir dicho saldo es fundamentalmente decidida por el Gobierno del pa¨ªs en cuesti¨®n. Hay que tener en cuenta adem¨¢s que la necesidad de negociar con el FMI fortalece la posici¨®n del ministro de Hacienda del pa¨ªs, que suele aprovechar la ocasi¨®n para llevar a cabo recortes de gastos o subidas de impuestos que otros ministros quiz¨¢ bloquearon en el pasado. El Gobierno intentar¨¢ adoptar las medidas que menos da?en su imagen ante los electores y siempre podr¨¢ presentar las m¨¢s impopulares como exigencias de la insaciable ortodoxia del FMI. En cuanto a la alteraci¨®n del r¨¦gimen cambiario, se trata de una medida que habitualmente tiene efectos redistributivos cuantiosos, inmediatos y muy visibles, sobre todo si una elevada proporci¨®n del pasivo de los sectores p¨²blico y privado est¨¢ contra¨ªdo en divisas. Por eso los Gobiernos se resisten a cualquier modificaci¨®n del mismo y son las fuerzas del mercado las que finalmente emiten el certificado de defunci¨®n. El FMI apoy¨® el r¨¦gimen de tipo de cambio fijo argentino en el a?o 2000 -presio-nado sin duda por el comit¨¦ ejecutivo de la instituci¨®n, pero sobre todo por la oposici¨®n frontal del Gobierno y de la sociedad argentinos a renunciar a la paridad fija con el d¨®lar-, se neg¨® a hacerlo en el 2001 y probablemente termine aprobando ahora un r¨¦gimen de tipo de cambio flexible si se pone en marcha un programa riguroso de pol¨ªtica econ¨®mica.
Como cualquier otra instituci¨®n, el FMI no est¨¢ exento de cometer errores y debe realizar continuamente ejercicios de revisi¨®n autocr¨ªtica de sus programas de ajuste; tiene por delante, adem¨¢s, una tarea importante para desarrollar e instrumentar est¨¢ndares de informaci¨®n y normas financieras internacionales que avisen m¨¢s certeramente de la inminencia de crisis y faciliten las negociaciones necesarias para remontarlas. Claro, que estos avances no contentar¨¢n a quienes propugnan reformas esencialmente encaminadas a quitar a los que est¨¢n para ponerse ellos o a quienes, tanto desde posiciones libertarias como anticapitalistas, quieren debilitar una instituci¨®n especialmente valiosa para los pa¨ªses menos desarrollados que m¨¢s dependen de la financiaci¨®n exterior.
Jos¨¦ Luis Feito fue asesor y director ejecutivo del FMI entre 1980 y 1985.
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