Urbanismo solidario
'Es seguramente uno de los espect¨¢culos m¨¢s grandiosos y sorprendentes, a la par que uno de los m¨¢s halag¨¹e?os, el que presenta la Humanidad en su obra perseverante de urbanizaci¨®n'. As¨ª escrib¨ªa hace un siglo y medio, en su prosa decimon¨®nica henchida de may¨²sculas, Ildefons Cerd¨¤ i Su?er. Y en efecto, gracias a la urbanizaci¨®n y a la difusi¨®n de las formas de vida urbanas, sociedades como la nuestra han alcanzado unos niveles de bienestar, riqueza, libertad personal y -dig¨¢moslo tambi¨¦n- equidad social y territorial que no tienen parang¨®n en la historia.
Ahora bien, el proceso de urbanizaci¨®n, que tantas ventajas comporta, nos ha planteado tambi¨¦n problemas importantes. As¨ª, por un largo periodo nuestras ciudades crecieron drenando recursos y poblaci¨®n de todo cuanto las rodeaba. Y esto dio lugar a toda una l¨ªnea de pensamiento caracterizada por la desconfianza ante el fen¨®meno urbano: desde Gaziel con su 'alerta, catalans, Barcelona ¨¦s per a tot Catalunya un veritable perill' hasta las condenas gen¨¦ricas a la macrocefalia urbana. Una l¨ªnea de pensamiento de la que, por cierto, a menudo nos ha parecido encontrar rastros en la acci¨®n de los gobiernos de CiU: en su desconfianza hacia una presunta 'Barcelona hanse¨¢tica' o en los planteamientos del Plan Territorial de Catalu?a de 1995, por poner s¨®lo dos ejemplos.
El tr¨¢mite parlamentario ha mejorado la Ley de Urbanismo propuesta por CiU
Los problemas que el desarrollo urbano plantea hoy en Catalu?a son, sin embargo, muy distintos. La tendencia hacia la concentraci¨®n finaliz¨® hace ya m¨¢s de un cuarto de siglo y hoy nuestras ciudades, lejos de crecer m¨¢s deprisa que el resto del pa¨ªs, tienden a ceder poblaci¨®n y actividades hacia su entorno. As¨ª, el crecimiento urbano no se centra hoy tanto en Barcelona, L'Hospitalet, Sabadell o Vic como en municipios m¨¢s peque?os y menos densos. Las ¨¢reas urbanas se expanden as¨ª m¨¢s y m¨¢s, y cada espacio va especializ¨¢ndose, funcional y socialmente, con relaci¨®n al conjunto.
Estos fen¨®menos presentan algunas ventajas importantes (como el mejor acceso a los servicios en el conjunto del territorio), pero entra?an no pocos inconvenientes. Desde el punto de vista urban¨ªstico, el m¨¢s importante es, sin duda, el aumento exponencial de la ocupaci¨®n de suelo, que, con una poblaci¨®n pr¨¢cticamente estable, se ha doblado en los ¨²ltimos 25 a?os. Asimismo, la expansi¨®n de las ¨¢reas urbanas comporta la especializaci¨®n de los lugares (de manera que cada vez m¨¢s a menudo tenemos aqu¨ª la residencia, all¨¢ los centros comerciales, m¨¢s all¨¢ los pol¨ªgonos industriales), la cual a su vez deriva en un incremento extraordinario de las necesidades de movilidad de los ciudadanos. Finalmente, la dispersi¨®n y la especializaci¨®n se acompa?an tambi¨¦n, lamentablemente, de un creciente riesgo de segregaci¨®n de las personas en distintos barrios o municipios en funci¨®n de su nivel de renta.
Nuestro territorio, nuestras ciudades, conocen hoy, pues, un triple proceso de cambio. Un cambio que amenaza con afectar radicalmente a su forma (con el paso de la compacidad a la dispersi¨®n), su funci¨®n (con el paso de la complejidad a la especializaci¨®n) y su cohesi¨®n (con el paso de una razonable integraci¨®n a una mayor segregaci¨®n).
Para reorientar estos procesos, el planeamiento urban¨ªstico y territorial es una herramienta imprescindible. Imprescindible para ordenar las pulsiones del mercado que, dejadas a ellas mismas, nos llevar¨ªan a unos espacios urbanos ambientalmente insostenibles, funcionalmente ineficientes y socialmente insolidarios.
En este contexto, el proyecto de ley de urbanismo que el Gobierno de CiU present¨® antes del pasado verano al Parlament no respond¨ªa en absoluto a las necesidades que las din¨¢micas urbanas plantean. Si los retos actuales son la dispersi¨®n, las redes y la cohesi¨®n, los temas centrales del proyecto deber¨ªan haber sido la rehabilitaci¨®n de los espacios construidos, la protecci¨®n del suelo no urbanizable, la vinculaci¨®n de la accesibilidad y los usos, y la promoci¨®n de suelo para vivienda protegida. Pues bien, el proyectono permit¨ªa resolver de forma innovadora y correcta ninguna de estas cuestiones. Era m¨¢s bien un texto defensivo ante las continuadas agresiones del Partido Popular, que a golpe de real decreto amenaza con arrebatar a las comunidades aut¨®nomas y a los ayuntamientos las competencias en materia urban¨ªstica y la capacidad de dirigir el desarrollo urbano. Medidas que, pese a su flagrante inconstitucionalidad, los nacionalistas que nos gobiernan han rehusado recurrir ante el Tribunal Constitucional.
A lo largo del tr¨¢mite parlamentario el esfuerzo de todos los grupos -incluido, justo es reconocerlo, el del Gobierno- ha permitido mejorar el texto inicial de manera notable: se ha establecido con claridad el modelo urban¨ªstico que fomentar, se han dado mayores garant¨ªas para la preservaci¨®n del suelo no urbanizable y se ha introducido la obligatoriedad de destinar porcentajes fijos de suelo para vivienda protegida en cada plan urban¨ªstico.
Subsisten, sin embargo, algunos problemas importantes. Veamos tres ejemplos. Si la Ley del Suelo espa?ola (promovida por el PP) permite que los ayuntamientos se beneficien con el 10% del aprovechamiento de cada operaci¨®n urban¨ªstica, ?por qu¨¦ en Catalu?a deber¨ªamos conformarnos con menos? Si el planeamiento supramunicipal es uno de los retos principales, ?no deber¨ªamos tratar de resolverlo fomentando la cooperaci¨®n entre municipios, m¨¢s que imponiendo decisiones desde arriba? Y finalmente, si en muchas comunidades aut¨®nomas los ayuntamientos, a partir de un determinado n¨²mero de habitantes, pueden aprobar sus planes generales, ?por qu¨¦ los nuestros deben estar sometidos a tutela?
El urbanismo puede parecer una materia t¨¦cnica y abstrusa. Pero de su regulaci¨®n dependen, en buena medida, nuestra vivienda, nuestros desplazamientos, nuestros paisajes y nuestra convivencia. Por ello es necesario que sus reglas b¨¢sicas disfruten de una aceptaci¨®n y un consenso muy amplios.
Oriol Nel.lo es urbanista.
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