'Berlusconi quiere unos jueces que se plieguen al poder pol¨ªtico'
Francesco Borrelli ha sido protagonista de Mani Pulite (Manos Limpias) durante esta d¨¦cada. Ha publicado el libro Sulla giustizia e dintorni (Sobre la justicia y su entorno). A continuaci¨®n se publica parte de su conversaci¨®n con el novelista Antonio Tabucchi. Escritor y fiscal pasan revista a la justicia italiana, a lo que est¨¢ haciendo el presidente del Consejo de Ministros, Silvio Berlusconi, y su reflejo europeo, as¨ª como al papel de determinada prensa.
Antonio Tabucchi. Berlusconi, primero, dijo que no a Europa sobre la orden de detenci¨®n a causa de delitos como la corrupci¨®n y el blanqueo, y despu¨¦s ha aceptado con la pretensi¨®n de cambiar antes la Constituci¨®n, haciendo creer que era Europa quien se lo exig¨ªa, lo cual es evidentemente falso. Es una opini¨®n extendida que Berlusconi pretende meter la mano en el equilibrio entre poder ejecutivo y poder judicial, modificando su estructura y reduciendo la autonom¨ªa e independencia de la magistratura. Quiere hacer pasar esta acci¨®n suya por una despolitizaci¨®n de la magistratura, que, como ha afirmado siempre, lleva a cabo sus enfrentamientos por motivos pol¨ªticos. Ahora a m¨ª me parece que, en realidad, su acci¨®n se dirige a conseguir una magistratura que se pliegue de hecho al poder pol¨ªtico y, por tanto, politizada a la fuerza. De hecho, ?no significar¨ªa una politizaci¨®n mayor el hacer que la acci¨®n penal no sea ya obligatoria, sino hacer depender de una mayor¨ªa parlamentaria la prioridad de los delitos: cu¨¢les perseguir, cu¨¢les pasar por alto? ?No significar¨ªa una politizaci¨®n mayor cualquier forma, aunque fuera velada, de subordinaci¨®n de los magistrados al Ejecutivo? ?No significar¨ªa una mayor politizaci¨®n una modificaci¨®n del equilibrio en el Tribunal Constitucional, introduciendo jueces elegidos en las regiones que representen la mayor¨ªa pol¨ªtica de aquellas regiones? ?O un sistema an¨¢logo en el Consejo Superior de la Magistratura?
F. B: 'Visto el panorama que se ha creado, ?se atreve a imaginar que una orden de arresto contra un magistrado sea firmada por el ministro de Justicia?'
F. B: 'La corrupci¨®n no es exclusivamente italiana. Existe en los pa¨ªses del este de Europa y, probablemente, en los dem¨¢s pa¨ªses del continente'
A. T: 'La prensa de Berlusconi ha arrojado un mont¨®n de fango al decir que hay una conjura de jueces italianos, espa?oles y suizos contra Berlusconi'
A. T: 'En Europa, la corrupci¨®n y el blanqueo se consideran delitos graves; en Italia, no, por lo que han dicho los ministros italianos en Bruselas'
A. T: 'Es curioso que el Gobierno habla de lentitud judicial y luego introduce una ley, como la de rogatorias, que, de hecho, complica m¨¢s los procesos'
Francesco Borrelli. No cabe duda. A lo que usted manifiesta como duda y con signo de interrogaci¨®n yo le quitar¨ªa la interrogaci¨®n y le pondr¨ªa un signo de exclamaci¨®n. Pero ser¨ªa oportuno ver c¨®mo se comporta la prensa, y no me refiero tanto a la postura ideol¨®gica de la prensa como a escasez de informaci¨®n, de informaci¨®n aut¨¦ntica, que podamos comprobar, sobre algunos de estos problemas. Porque, ver¨¢, los problemas de la separaci¨®n de la carrera del ministerio p¨²blico de los jueces, el problema de la orden de captura europea, los problemas del Consejo Superior, los problemas de las leyes bajo rogatorias, el problema de las sentencias del Tribunal Constitucional contemplando la ausencia de Previti en el proceso y su presencia en el Parlamento, son problemas que la prensa no ha expuesto en sus t¨¦rminos reales. Hubo una especie de informaci¨®n de superficie, de pasar por alto las cosas, que naturalmente pon¨ªa en evidencia el lado teatral de la contraposici¨®n de opiniones, pero sin explicar o describir las cosas en realidad, antes de aventurar o sugerir un juicio sobre ellas.
La famosa orden de captura europea, en definitiva, no es m¨¢s que una forma de facilitar los procedimientos de extradici¨®n, que ha existido siempre entre pa¨ªses civilizados. Es una forma de facilitar, en el sentido de que elimina en los procedimientos de extradici¨®n determinados impedimentos burocr¨¢ticos y judiciales que los hac¨ªan m¨¢s lentos, que permit¨ªan una serie de cribas o de interferencias del ordenamiento solicitado con respecto a lo que hab¨ªa pedido el solicitante; en esencia, una simplificaci¨®n de los procedimientos. Y en vez de esto se ha hablado de la orden de captura europea como si se tratase de una pistola, de un arma puesta en las manos de cualquier ministerio p¨²blico o de cualquier juez de instrucci¨®n de cualquier lugar de Europa, para que pueda disparar m¨¢s all¨¢ de sus fronteras.
A. T. Es curioso comprobar c¨®mo el Gobierno habla, por una parte, de la lentitud de la administraci¨®n de la justicia (burocracia excesiva, lentitud de los procesos, etc¨¦tera, que sin lugar a duda son vicios antiguos de la justicia italiana) y, por otra parte, introduce una ley, como la de las rogatorias [petici¨®n de auxilio judicial a otro magistrado], que de hecho complica m¨¢s los procesos, los estorba, los hace m¨¢s pesados, los carga de procedimientos burocr¨¢ticos. En resumen: en teor¨ªa, dicen: simplificamos la justicia. En la pr¨¢ctica, se act¨²a para hacerla m¨¢s complicada.
F. B. Tenga en cuenta que esta complicaci¨®n de los procedimientos, y hablamos sobre todo de los procedimientos penales (con los civiles quiz¨¢ sea algo distinto el discurso), responde a una tendencia que hace ya tiempo que existe. Ver¨¢, no quiero unirme al coro cada vez m¨¢s reducido de los laudatores temporis acti del viejo c¨®digo, de los viejos procedimientos, porque eso no ser¨ªa justo. Pero lo que es seguro es que lo que se ha denominado proceso justo se ha traducido e interpretado como una serie de normas que han ralentizado de manera espantosa el proceso penal (aparte del hecho de que se haya querido dar la sensaci¨®n -sin fundamento alguno- de que todos los procesos desarrollados hasta ahora fueron injustos). Hoy existen muchos m¨¢s cumplimientos, aparentemente de garant¨ªa, pero que, de hecho, son pesadas albardas que hacen posibles los pretextos capciosos, las exclusiones de nulidad en las sucesivas etapas del juicio, etc¨¦tera, de lo que es necesario para garantizar el equilibrio de las partes, de la dignidad equivalente de las partes en el proceso penal. Y por tanto, en este sentido, le doy toda la raz¨®n: se dice que la justicia debe agilizarse y, sin embargo, por lo menos en lo que respecta a la justicia penal, se va de hecho en la direcci¨®n contraria.
Pero habl¨¢bamos antes de la carencia de informaci¨®n. Por ejemplo, en lo que respecta al honorable Previti con el conflicto de atribuciones entre el Parlamento y la actividad judicial, me gustar¨ªa saber cu¨¢ntos de estos analistas, incluso los de firmas prestigiosas, han le¨ªdo la sentencia del Tribunal Constitucional. ?Cu¨¢ntos la han le¨ªdo y cu¨¢ntos han le¨ªdo las ¨®rdenes, largas y argumentadas, que se han publicado de las dos sesiones del tribunal de Mil¨¢n sobre este tema? Creo que muy pocos. Porque, ?qu¨¦ es lo que ha dicho el Tribunal Constitucional? Que al comparar las exigencias de la autoridad judicial y las exigencias del Parlamento prevalecen las del Parlamento. Y, por tanto, hay que anular la orden de los jueces de la investigaci¨®n preliminar, que hab¨ªan afirmado la preeminencia de los intereses de la jurisdicci¨®n. Pero en lo que respecta a las consecuencias de tal anulaci¨®n del proceso contra el honorable Previti, nosotros, los jueces del Tribunal Constitucional, no nos pronunciamos: esto pertenece a la competencia de la magistratura ordinaria. La magistratura ordinaria, que lo ha examinado todo, ha extra¨ªdo las consecuencias y ha dicho: no, las ordenanzas anuladas no han comprometido las garant¨ªas del imputado en el transcurso de la audiencia preliminar, la presencia del imputado en la C¨¢mara en los d¨ªas de la audiencia no se demostr¨® en el momento oportuno y, por tanto, el proceso est¨¢ bien definido. Conclusi¨®n de los medios de informaci¨®n: rebeli¨®n de la magistratura contra el Tribunal Constitucional.
Veamos la ley de las rogatorias. La ley de las rogatorias se concibi¨®, sin duda alguna, con la idea de hacer m¨¢s dif¨ªcil la utilizaci¨®n de la documentaci¨®n proveniente del extranjero. ?sta era la intenci¨®n. Pero, de hecho, los autores no fueron capaces de conseguir su objetivo porque han redactado el texto de tal forma que -al insertarlo en el complejo mosaico de toda la normativa que contempla la relaci¨®n con el extranjero y las dem¨¢s con-venciones- el fin que se propon¨ªan queda frustrado en la realidad. No se frustra porque la magistratura se haya rebelado contra la voluntad del Parlamento, sino porque al interpretar la ley -como es obligatorio- dentro del complejo marco normativo vigente ha resultado que aquella famosa certificaci¨®n de la autenticidad era una bobada p¨¢gina por p¨¢gina.
?ltimamente hemos o¨ªdo decir cosas que ya sostuvo Justiniano y que m¨¢s tarde sostuvo en vano Napole¨®n, y es que la ley debe ser aplicada, y no interpretada. Pero, ?qu¨¦ significa esto? ?No han o¨ªdo nunca hablar de la hermen¨¦utica? Hay quien dice que en nuestra vida todo es hermen¨¦utica, probablemente con algo de raz¨®n. Entender la ley significa interpretarla, no basta con conocerla.
A. T. No es exactamente el c¨®digo de la circulaci¨®n...
F. B. Ya, no es exactamente el c¨®digo de la circulaci¨®n, adem¨¢s. Luego es necesario distinguir entre los distintos niveles de los enunciados preceptivos. Pero no existe una lectura de la ley que no sea tambi¨¦n una interpretaci¨®n.
(...)
A. T. Y, de hecho, vemos el conflicto que ha surgido entre Italia y Europa sobre la naturaleza de los delitos a perseguir con la orden de captura com¨²n. La discusi¨®n ha sacado a la luz una profunda divergencia en la valoraci¨®n de la gravedad de los delitos. En Europa, la corrupci¨®n y el blanqueo se consideran delitos graves; en Italia no parece que sea as¨ª, por lo menos a juzgar por las opiniones expresadas por los ministros italianos presentes en Bruselas.
F. B. Piense que a nivel europeo, y no solamente europeo, los delitos de corrupci¨®n, de blanqueo y todos los del crimen organizado se incluyen en el mismo plano. Y en el intercambio cultural, o mejor en las ayudas que vienen de la Uni¨®n Europea, pero tambi¨¦n del Consejo de Europa y en cualquier medida de la ONU, en lo que respecta a los pa¨ªses del este de Europa que aspiran a entrar en la Uni¨®n, siempre es objeto de estudio la corrupci¨®n, el blanqueo o el crimen organizado, que van siempre juntos. He estado en Hungr¨ªa y en Rumania para seminarios de este tipo, porque ¨¦ste es un punto fundamental que se advierte con toda prioridad. Y por eso me hace pensar que el fen¨®meno de la corrupci¨®n no es una exclusiva italiana. Existe ciertamente en los pa¨ªses del este de Europa de forma m¨¢s grave a¨²n que la nuestra, y probablemente exista tambi¨¦n en los dem¨¢s pa¨ªses de Europa. Pero la lucha contra la corrupci¨®n es un punto inamovible al que la comunidad internacional atribuye una importancia fundamental.
A. T. Habl¨¢bamos antes de las posibles intervenciones del jefe de Estado. Hace unos d¨ªas, la prensa de la que es propietario Berlusconi, Il Giornale y Panorama, les han arrojado encima una buena cantidad de fango al sostener que hay una conjura internacional de jueces italianos, espa?oles y suizos para tender una trampa a Berlusconi. Estos jueces habr¨ªan mantenido una reuni¨®n secreta en Lugano. En el punto de mira est¨¢ la juez Boccassini, que se ocupa del proceso Previti y a quien el ministro del Interior, casi por castigo, ha retirado la escolta. Por este en¨¦simo episodio de difamaci¨®n contra ustedes ha pedido usted la intervenci¨®n de Ciampi.
F. B. S¨ª, es cierto; he tenido que convocar inmediatamente una peque?a conferencia de prensa para desmentir radicalmente el episodio. Y extra?amente, aunque los embustes m¨¢s venenosos y m¨¢s peligrosos son aquellos que tienen un peque?o apoyo en la realidad, ¨¦ste es un embuste total, como si alguien viniera aqu¨ª en este momento a decir: Borrelli ha hecho saltar por los aires el palacio de la Provincia (que vemos por la ventana frente a nosotros). Embuste total. Algunas de las personas mencionadas ni siquiera se conocen entre s¨ª, no han estado nunca en Lugano, ni hace una semana, ni hace diez a?os.
A. T. Me temo que los magistrados tengan demasiada estima de s¨ª mismos. No s¨¦ si ha habido rectificaci¨®n, pero el Quirinal ha respondido que el jefe del Estado no entra en 'una pol¨¦mica period¨ªstica'. De aqu¨ª se deduce que ustedes, los magistrados, no han sido calumniados y vilipendiados por los peri¨®dicos pertenecientes al presidente del Consejo; es simplemente 'una pol¨¦mica period¨ªstica'. ?Qu¨¦ me dice de esto?
F. B. En realidad, el prop¨®sito inicial que hab¨ªa manifestado no lo he llevado a cabo. Si he pensado en el jefe del Estado lo he hecho s¨®lo en cuanto presidente del Consejo Superior de la Magistratura, que tiene entre sus competencias la de proteger la independencia de la magistratura. Naturalmente, no pretend¨ªa en absoluto someter al presidente de la Rep¨²blica a una demanda por difamaci¨®n en la prensa, que es lo que se espera en un caso como ¨¦ste. Es que un episodio de este tipo, que entre otras cosas han sacado a la luz revistas y peri¨®dicos que est¨¢n relacionados con el actual presidente del Consejo (Il Giornale ser¨¢ de Paolo Berlusconi, pero da lo mismo, y Panorama es de Mondadori, pero da lo mismo), es un hecho muy grave, no puede ser casual. Y si simult¨¢neamente asistimos a la retirada de la escolta -por ejemplo, de Ilda Boccassini-, a la denuncia del compl¨® internacional de magistrados jacobinos y a otras afirmaciones de este g¨¦nero, entonces no se est¨¢ poniendo en duda solamente la honorabilidad de la colega Ilda Boccassini, sino que se est¨¢ cuestionando la correcci¨®n de la relaci¨®n entre las instituciones, que merece la atenci¨®n del Consejo Superior de la Magistratura, presidido por el jefe de Estado.
A. T. Razonemos por hip¨®tesis o por el absurdo. Ya sabe, en Italia ya se puede razonar por reducci¨®n al absurdo. Supongamos que, como ha instado el ex subsecretario Taormina, se detuviera a los magistrados. Para una detenci¨®n hace falta firmar una orden. ?Qui¨¦n podr¨ªa firmarla en su opini¨®n? ?La fiscal¨ªa de Brescia?
F. B. Mientras tanto ser¨ªa necesario encontrar un delito que permita la posibilidad de la orden de detenci¨®n.
A. T. Ya, ?con qu¨¦ motivo? Usted habr¨¢ firmado muchos motivos de detenci¨®n en el transcurso de su carrera. ?Querr¨ªa intentar formular el motivo de la orden de su detenci¨®n?
F. B. ?Bah!, podr¨ªa ser cualquiera... Una especie de conspiraci¨®n para el derrumbamiento del Estado; no s¨¦, una asociaci¨®n para el delito, una asociaci¨®n subversiva, una cosa de este tipo. A no ser que dijeran que cog¨ªamos dinero, no s¨¦ de qui¨¦n, de Mosc¨², que tenemos las cuentas en Suiza, como parece que sucede con algunos colegas de otros sitios.
A. T. Visto el panorama que se ha creado, ?se atreve a imaginar que una orden de arresto contra un magistrado pueda venir firmada directamente por el Ejecutivo; por ejemplo, por el ministro de Justicia? Es un razonamiento por reducci¨®n al absurdo, evidentemente.
F. B. Eso deber¨ªamos excluirlo. Pues en un clima que se mueve bastante decididamente hacia el clima de r¨¦gimen, en un momento dado podr¨ªamos ser de los violentos, de las escuadras [fascistas] como las de 1922, que se burlaban de cualquier magistrado; esto puede suceder. Y es tambi¨¦n por esto por lo que estos infundios period¨ªsticos no son inocentes ni inocuos, porque lo cierto es que en torno a Ilda Boccassini, quiz¨¢ tambi¨¦n en torno a m¨ª, se ha creado y se ha atizado un resentimiento, un odio, que para Boccassini y para m¨ª queda demostrado por las cartas que recibimos. Naturalmente, tengo que decir que todo esto, si nos ponemos a echar cuentas, queda equilibrado por el r¨ªo de cartas y de telegramas de apoyo y de aprecio. Esto lo digo solamente por dar la proporci¨®n justa a las cosas, no por vanagloriarme. Pero el riesgo existe. Nadie dir¨¢ que el ministro del Interior o el jefe del Gobierno pueda instigar a nadie a apalear a un magistrado. A pesar de esto, podr¨ªa haber alguno que tuviera la inspiraci¨®n de hacerlo, para obtener m¨¦ritos, porque, mir¨¢ndolo bien, se puede dar una lecci¨®n a un pelmazo, porque la tasa de servilismo espont¨¢neo que hay entre nuestra gente siempre ha sido alto, como se ha demostrado con frecuencia en el siglo XX.
?Una prensa independiente?
A. T. Querr¨ªa volver al tema de la prensa, que indudablemente se adapta, sea cual sea, a la postura de la clase pol¨ªtica de la que se hablaba. Y aquella actitud inicial de gran atenci¨®n hacia su trabajo ha cambiado r¨¢pidamente de direcci¨®n. Hace s¨®lo una decena de a?os, los medios acogieron con imparcialidad las acciones de Manos Limpias d¨¢ndoles el espacio necesario. Hoy parecen avergonzarse de haberse comportado entonces como los peri¨®dicos europeos de estilo anglosaj¨®n. Y hacen autocr¨ªtica por su periodismo de entonces. Me parece muy extravagante esta autocr¨ªtica de la prensa italiana, que aquello que en el extranjero constituye una cr¨ªtica y preocupaci¨®n sacrosanta sea considerado en Italia como una 'satanizaci¨®n' de un adversario inocente por parte de intelectuales jacobinos. Sin embargo, estas mismas cr¨ªticas de esos satanizadores han sido expresadas claramente por una prensa internacional notoriamente conservadora, una derecha, eso s¨ª, seria y cre¨ªble. Me refiero a The Economist, que a lo largo de los a?os ha apoyado a Reagan, a Thatcher, a Bush padre y Bush hijo y me refiero a Business Week, que es el semanario del mundo empresarial liberal. Cambiemos los papeles: a lo largo de su existencia, Manos Limpias ha sido vista de distintas maneras por la prensa italiana. ?Intenta observar a quien le observa? F. B. Deber¨ªamos preguntarnos si existe en Italia una prensa realmente independiente o si, de una forma u otra, no existe ning¨²n ¨®rgano de prensa que est¨¦ ligado a ciertos intereses. Y cuando hablamos del mercado y del p¨²blico, ?estamos seguros de que este mercado, este p¨²blico, desea verdaderamente la existencia de una prensa plenamente independiente? Quiz¨¢ una parte de los lectores prefiera una prensa orientada. Habr¨ªa que comprobarlo. Es decir, ?desea de verdad el lector seguir las reflexiones de una prensa que presente la verdad desnuda, independientemente de las consideraciones de a qui¨¦n aproveche, a qui¨¦n le sirva de la derecha, del centro, de la izquierda, a Europa en vez de a los intereses de EE UU, etc¨¦tera? A. T. En resumen, ?es, como en ciertos casos estudiados de psicolog¨ªa infantil, el ni?o que rechaza que el adulto le diga c¨®mo es, que le quite las ilusiones? F. B. En cualquier caso, la libertad de an¨¢lisis supone un esfuerzo (para el lector, no s¨®lo para el periodista). Si hay alguien que me obliga a reflexionar con claridad, con lucidez, sobre las cosas, estoy obligado a comprometerme. Sin embargo, si me llevan de la mano, si ya s¨¦ que eligiendo un diario determinado encuentro todos los titulares y art¨ªculos que apuntan en una cierta direcci¨®n, esto me crea en el fondo una comodidad incluso psicol¨®gica.
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