Lugares secretos
Creo que me qued¨¦ dormido en el autob¨²s y so?¨¦ una conversaci¨®n entre dos mujeres que hablaban de una cl¨ªnica clandestina dedicada a la liposucci¨®n. Estaba en un piso de la calle de Maldonado. T¨² llegabas, llamabas a la puerta y dabas la contrase?a:
-Vengo a que me hagan una liposucci¨®n secreta.
Pens¨¦ en sue?os que si la liposucci¨®n era secreta no se deber¨ªa de notar que te la hab¨ªas hecho, as¨ª que despu¨¦s de pasar yo mismo por la cl¨ªnica de la calle de Maldonado, iba a comer a casa de mis padres.
-Est¨¢s m¨¢s delgado, hijo.
-Cosas tuyas, mam¨¢.
En ese momento, las mujeres del sue?o hablaron de alguien que hab¨ªa fallecido en uno de estos hospitales ocultos, de modo que rebobin¨¦ hasta el momento en el que entraba en casa de mis padres y esta vez mi madre me dec¨ªa:
-Est¨¢s muerto, hijo.
-?Qu¨¦ dices? Si s¨®lo me he hecho una liposucci¨®n clandestina.
-Pues yo no te veo m¨¢s delgado, te veo muerto.
Me despert¨¦ poco antes de mi parada y cuando llegu¨¦ a casa, puse el telediario y result¨® que todo era verdad. Una se?ora hab¨ªa muerto en una cl¨ªnica clandestina dedicada a la liposucci¨®n. Entend¨ª que te hac¨ªan la liposucci¨®n en la cocina, mientras fre¨ªan unos huevos, o quiz¨¢ en el cuarto de estar, mientras los hijos del liposuccionador hac¨ªan los deberes. Segu¨ª pensando que so?aba y, en ese mismo instante, efectivamente, di una cabezada. So?¨¦ que necesitaba operarme de ap¨¦ndice y que se lo comentaba a un compa?ero de contabilidad, junto a la m¨¢quina del caf¨¦.
-Chico, necesito operarme de ap¨¦ndice y me da no s¨¦ qu¨¦ hacerlo as¨ª, a las claras, delante de todo el mundo.
-Pues yo conozco una cl¨ªnica clandestina de operadores de ap¨¦ndice que est¨¢ en la calle de Maldonado.
El compa?ero me daba la direcci¨®n y acud¨ªa a la cl¨ªnica con una gabardina de cuello alto, para taparme.
-Buenas, vengo a hacerme una operaci¨®n de ap¨¦ndice.
-Pero ya sabe que aqu¨ª s¨®lo operamos clandestinamente.
-Es de lo que se trata.
Entonces me tumbaba sobre la mesa de la cocina y sal¨ªa del horno un anestesista muy bajito que me ofrec¨ªa un extremo de la goma del gas. Yo me la aplicaba a la boca y me quedaba dormido ipso facto, que quiere decir por el mismo hecho. Al despertar, me preguntaban si quer¨ªa llevarme el ap¨¦ndice y yo les dec¨ªa que no, que se deshicieran de ¨¦l discretamente. Luego me iba a comer a casa de mis padres, pues se me hab¨ªan quitado las ganas de cocinar.
-Hijo, est¨¢s muerto otra vez -dec¨ªa mi madre.
-Pero si s¨®lo me he quitado el ap¨¦ndice.
-Pues te han matado.
En ese momento se o¨ªa el ruido de una llave sobre la embocadura de la puerta de entrada.
-?Qui¨¦n es? -preguntaba yo.
-Es tu padre. Esc¨®ndete, que no te vea muerto, que ya sabes c¨®mo se pone.
Entonces yo me met¨ªa dentro del aparador y o¨ªa llegar a mi padre y darle un beso a mi madre. Mientras com¨ªan hablaban de m¨ª con desasosiego. Mi padre dec¨ªa que estaba preocupado con mi afici¨®n a la clandestinidad.
-Acabar¨¢ en la c¨¢rcel -aseguraba.
-O sin pan¨ªculo adiposo -a?ad¨ªa mi madre.
-?Qu¨¦ quieres decir?
-Pues que ahora se ha aficionado a las cl¨ªnicas prohibidas y cuando no se quita el ap¨¦ndice se hace la liposucci¨®n.
-Se?or, se?or... -se lamentaba mi padre.
Despu¨¦s de comer se sentaron en el sof¨¢ y pusieron la tele. Estaban dando las noticias y dijeron que hab¨ªan descubierto una cl¨ªnica clandestina de cirug¨ªa est¨¦tica en la calle de Maldonado, en el mismo sitio donde a m¨ª me hab¨ªan operado de ap¨¦ndice. No le vi sentido a hacerse la cirug¨ªa est¨¦tica en secreto. Pero en ese momento me despert¨¦ y estaba en el sof¨¢ de mi casa, creo que vivo. Fui al cuarto de ba?o y me busqu¨¦ en el espejo una cicatriz a la altura del ap¨¦ndice. Por fortuna no ten¨ªa ninguna.
Hay d¨ªas as¨ª, en los que cada vez que das una cabezada tienes una variante del mismo sue?o absurdo. Por si acaso, estuve dos d¨ªas sin ver el telediario ni leer el peri¨®dico, pero ayer, en el autob¨²s, volvieron a hablar de una cl¨ªnica clandestina de liposucci¨®n. ?Qu¨¦ querr¨¢ decir esta pesadilla?
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