Enjaulados cara a La Meca
Quinientos polic¨ªas militares vigilan a los 158 talibanes y miembros de Al Qaeda recluidos en la base naval de Guant¨¢namo
La noci¨®n del tiempo y del espacio es f¨¢cil de perder en el paisaje ¨¢rido y semides¨¦rtico de la base naval norteamericana de Guant¨¢namo (Cuba), pero se sabe que es mediod¨ªa porque por los altavoces resuena la llamada a la oraci¨®n: 'Al¨¢ uakbar, Al¨¢ uakbar' ('Al¨¢ es grande'). Comienza el rezo de los 158 talibanes y miembros de Al Qaeda detenidos en Afganist¨¢n. Cada uno en su celda de alambre, encadenados de pies y manos y arrodillados de cara a La Meca forman una coreograf¨ªa cruel, pero perfecta, como si fuera una pel¨ªcula de Hollywood.
Las oraciones con la copia del Cor¨¢n facilitada por sus captores son uno de los momentos que aprovechan para gritar consignas: 'No hay que rendirse, en el nombre de Al¨¢'. Alguno de los traductores se da cuenta y traslada el mensaje a los oficiales desarmados que les custodian dentro del primer per¨ªmetro de seguridad, pero el coronel al mando de Campo Rayos X, Terry Carrico, no toma medidas porque no ha detectado se?ales de que est¨¦n planeando amotinarse. A lo sumo les han requisado piedras debajo de los colchones. 'Tenemos planes preparados para cualquier eventualidad porque sabemos que son peligrosos, muy peligrosos', afirma Carrico frente a la puerta de entrada al campo, en el que ondea la bandera de Estados Unidos junto a la del islam.
Hay al menos dos polic¨ªas militares por cada detenido, y, aunque van desarmados, cuando les trasladan a las letrinas, las duchas o a los interrogatorios hay m¨¢s de dos docenas de francotiradores apostados en los nueve torreones de madera que bordean el campo de detenci¨®n listos para disparar a la menor incidencia.
Hasta ahora no las han usado porque el incidente m¨¢s grave que se ha producido fue hace 10 d¨ªas, cuando uno mordi¨® a un polic¨ªa militar. A lo que los marines y la polic¨ªa militar dicen estar acostumbrados es a que les escupan o a las amenazas de muerte, especialmente a las del australiano David Hicks, de 26 a?os, un musulm¨¢n devoto que reza cinco veces al d¨ªa.
Otros muchos, en cambio, dan gracias cuando les llevan la comida o al m¨¦dico o a hacer sus necesidades, y en general no se quejan. Seg¨²n el personal militar a su cargo, la conducta de la mayor¨ªa responde al trato humano que reciben. 'Yo quisiera que si alguna vez capturan a mis soldados les trataran como nosotros lo hacemos aqu¨ª', subraya el coronel Carrico, sorprendido por las cr¨ªticas internacionales. La prueba, afirma Carrico, es que los 500 soldados que los vigilan viven en condiciones similares a las de los detenidos, en unas tiendas de campa?a sin aire acondicionado, ni ba?os, ni agua.
El teniente coronel Steve Cox a?ade que quieren dar la bienvenida al campo a todo el mundo que quiera ir. 'No tenemos nada que esconder'. (La versi¨®n del Ej¨¦rcito es imposible de verificar porque los periodistas de CNN, The New York Times, The Washington Post y EL PA?S no tienen acceso al Campo Rayos X, sino s¨®lo a una distancia de 80 metros con prism¨¢ticos).
Los presuntos terroristas visten monos naranja y duermen sobre una colchoneta de goma verde. Sus otras pertenencias dentro de la celda-jaula de 2,5 por 2,5 metros son una manta, una peque?a toalla, una s¨¢bana y dos cubos, uno para orinar y otro con agua, adem¨¢s de jab¨®n y cepillo de dientes sin mango. Sus habit¨¢culos est¨¢n resguardados por un techo de madera con un material reflectante que aleja el calor sofocante del Caribe. El promedio es de 30 grados cent¨ªgrados durante el d¨ªa. Aunque quiz¨¢ lo que m¨¢s les sofoque son las cinco banderas de Estados Unidos omnipresentes en el centro de detenci¨®n, rodeado de una alambrada de p¨²a de tres metros.
La jornada de un talib¨¢n o un miembro de Al Qaeda comienza al amanecer con una oraci¨®n que dirige el musulm¨¢n Abuhena Mohammad Saiful-Islam, uno de los tres cl¨¦rigos musulmanes del Ej¨¦rcito de Estados Unidos. Le sigue un desayuno de cereales, zumo de naranja, pan y agua. A mediod¨ªa comen pasta con vegetales, patatas fritas y galletas de cereales, y por la noche, pollo con arroz, zanahorias y guisantes. Todo es 'culturalmente apropiado', aunque los detenidos se quejan de que est¨¢ soso y les van a poner m¨¢s especias. S¨®lo salen de la celda para ir a revisiones o tratamientos m¨¦dicos o a los interrogatorios.
Es s¨¢bado, 2 de febrero, cerca de la una de la tarde. A unos 80 metros del punto de observaci¨®n que los militares han establecido para los periodistas pasa una camilla. No se trata de un enfermo, sino del nuevo sistema de transporte de los detenidos para acelerar el traslado a las barracas de los interrogatorios, que en condiciones normales puede durar media hora al paso que andan con los pies encadenados. La sesi¨®n dura alrededor de una hora. Un equipo de la CIA, el FBI y otras agencias federales lo llevan a cabo, pero guardan un mutismo absoluto con la prensa sobre si los presos cooperan o no.
Recabar informaci¨®n, admiten, es la prioridad principal, aunque parte de las confesiones sin abogado se pueden usar para imputarles cargos en un futuro. Los detenidos no son considerados prisioneros de guerra, amparados por la Convenci¨®n de Ginebra, que les otorga el derecho a revelar ¨²nicamente sus datos personales. Por el momento, el Gobierno de Estados Unidos les ha clasificado temporalmente como 'combatientes ilegales'.
A¨²n no han interrogado a todos los talibanes, pero finalizar¨¢n probablemente esta semana. El general Michael Lehnert, director de las operaciones de Guant¨¢namo, se?ala que ¨¦se es uno de los requisitos para traer a nuevos detenidos desde Afganist¨¢n. Lehnert aprovecha la ocasi¨®n para puntualizar que 'no se les tortura durante los interrogatorios; se usan m¨¦todos id¨¦nticos a los de los tribunales federales', dice con una copia de la Convenci¨®n de Ginebra bajo el brazo.
La Cruz Roja Internacional vigila que as¨ª sea. Tiene al menos dos personas permanentemente destinadas en el Campo Rayos X y se prev¨¦ que emita un informe en la pr¨®xima semana. Los detenidos tienen acceso permanente a la Cruz Roja, que es la que tambi¨¦n tramita el env¨ªo de cartas a sus familiares.
Escapar de la base naval de Guant¨¢namo es casi imposible. Es una fortaleza rodeada de aguas infestadas de tiburones a lo largo de 73 kil¨®metros y de una frontera de 28 kil¨®metros con Cuba. Adem¨¢s, la fortaleza est¨¢ minada, alambrada y estrechamente vigilada por militares cubanos y marines. Una de las principales misiones de Lehnert desde que llegaron los detenidos el 11 de enero ha sido preparar 'planes de contingencia' en previsi¨®n de motines y de huracanes. Uno de ellos es un b¨²nker subterr¨¢neo para las armas.
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