As¨ª que pasen dos a?os
Por grandes que sean las cautelas de la diplomacia e inevitable la posibilidad te¨®rica de que en alg¨²n momento lleguen a descarrilar unas negociaciones tan complejas, es evidente que los Gobiernos de Espa?a y el Reino Unido tratan de alcanzar para el verano un acuerdo de soberan¨ªa compartida sobre Gibraltar por tiempo indefinido, que recoja la aspiraci¨®n espa?ola de lograr la reintegraci¨®n plena del Pe?¨®n y el compromiso de las dos partes de trabajar por la total normalizci¨®n de las relaciones externas de la colonia, en todos los ¨¢mbitos espa?oles e internacionales, especialmente en el europeo.
Este planteamiento goza del consenso de las principales fuerzas pol¨ªticas espa?olas aunque ning¨²n partido nacionalista se ha pronunciado todav¨ªa sobre una soluci¨®n que, basada en el Tratado de Utrecht, niega el derecho de autodeterminaci¨®n a los gibraltare?os. En el Reino Unido ha encontrado oposici¨®n, pero desde que The Times se pronunci¨® ayer de modo absolutamente favorable, ¨¦sta parece reducida a un sector del primer partido de la oposici¨®n y a alg¨²n diputado laborista. En Gibraltar es patente, en cambio, el rechazo mayoritario de la calle. Otra cosa es que la ¨¦lite de los negocios est¨¦ b¨¢sicamente convencida de que el giro que los brit¨¢nicos han dado al contencioso es el m¨¢s razonable y conveniente, dadas las circunstancias, para los intereses de los gibraltare?os.
Peter Caruana no est¨¢, sin embargo, en condiciones pol¨ªticas de afrontar la marea callejera. Hasta el punto de que lo m¨¢s probable es que ni siquiera someta a refer¨¦ndum la declaraci¨®n de principios o colecci¨®n de propuestas que puedan acordar Madrid y Londres.
?Y luego? Luego empezar¨¢ para el Gobierno espa?ol un periodo de equilibrios dif¨ªciles en los que deber¨ªa combinar la mano tendida y el gesto abierto que favorezca un cambio de actitud de los gibraltare?os, con la firmeza necesaria para preservar en el ¨¢mbito internacional toda la vigencia potencial del acuerdo anglo-espa?ol. En Gibraltar ser¨¢ tiempo de debate y muy posiblemente de elecciones, que en el Pe?¨®n, casi siempre giran en torno al contencioso. Un nuevo Gobierno dar¨ªa una se?al m¨¢s concreta de la voluntad popular que el propio refer¨¦ndum. Caruana no tiene hoy oposici¨®n que le amenace, aunque el laborista Jose Bossano trate de renacer como l¨ªder nacionalista. Dentro del partido del ministro principal hay personalidades como el abogado Peter Montegriffo, que dej¨® el equipo de Caruana cuando ¨¦ste rechaz¨® la oferta negociadora de Abel Matutes, en 1998, y podr¨ªa ser un interlocutor menos problem¨¢tico para relanzar el di¨¢logo con Madrid.
Alg¨²n observador cualificado de la vida gibraltare?a considera que este proceso podr¨ªa durar dos a?os, a partir del acuerdo anglo-espa?ol. Entonces, llegar¨ªa el momento de que Londres, Madrid y Gibraltar dialoguen para que se aplique el compromiso. Ser¨¢n dos a?os intensos, pero menos que los cinco del drama surrealista lorquiano a que se alude en el t¨ªtulo.
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