El cura no va a la iglesia, y 3
Una de las marcas indelebles de la descristianizaci¨®n del pueblo andaluz a todo lo largo del siglo XIX (y principalmente tras La Gloriosa, la fallida revoluci¨®n de l868, con el definitivo entreguismo de la Iglesia a los amos) es la radical incomprensi¨®n con que las gentes sencillas contemplan el celibato eclesi¨¢stico. Algo, en fin, que no entra en la cabeza del pueblo. ?C¨®mo una persona, por su propia voluntad, renuncia al imperativo natural del sexo? ?Y por qu¨¦ y para qu¨¦?
De esa incomprensi¨®n, y de la observaci¨®n directa de lo que ocurr¨ªa en la realidad, se ha alimentado la literatura folcl¨®rica en no pocos cuentos, burlas y epigramas: 'El cura de mi lugar / tiene la sotana rota / de saltar por los vallados, / detr¨¢s de las buenas mozas'. (Probablemente fue este mismo personaje el que necesit¨® que una ni?a costurera le arreglara la vestimenta para poder volver a la iglesia, seg¨²n ve¨ªamos en anteriores entregas).
Conoc¨ªamos tambi¨¦n c¨®mo era vapuleado otro cura que se met¨ªa en la cama de la mujer del molinero, y anunci¨¢bamos otro caso, verdaderamente extremo en el repertorio secreto de la gente. Aparece igualmente en la recopilaci¨®n campo-gribraltare?a de Mar¨ªa Jes¨²s Ruiz Fern¨¢ndez, bajo el ep¨ªgrafe de El cura enfermo: 'Estando el curita malito en su cama puso una dama pa que lo cuidara, hasta que un di¨ªta la mand¨® por agua y al sacar el cubo le pic¨® una ara?a. A los nueve meses no te digo nada tuvo un hijito hijo de su alma y le dijo el cura de que lo tirara. -No, que no lo tiro, ?hijo de mi alma!, que tengo dos pechos como dos campanas y para criarlo no me falta nada'. Ah¨ª lo tienen. Nada menos que un caso de pretendido infanticidio por parte del cura, o de doble moral llevada al extremo.
Toda esta visi¨®n sat¨ªrica del escabroso asunto del celibato es implacable con los curas que se salen del tiesto, y ninguno de ellos saldr¨¢ bien parado en el folclore. Cuando hice mi recopilaci¨®n de los cuentos populares er¨®ticos (Libro de la risa carnal) me sorprendi¨® muy mucho el que la inmensa mayor¨ªa de ellos fueran historias de curas, frailes y monjas, sorprendidos por la mirada popular en las m¨¢s arriesgadas fantas¨ªas amatorias, pero regularmente de curas y frailes con doncellas forzadas o mujeres casadas. Ni un solo caso, en cambio, de amores homosexuales, ahora tan en boga tras las revelaciones del cura de Valverde del Camino. Esta ausencia merece alg¨²n detenimiento en nuestro recorrido. ?Pues qu¨¦ quiere decir? ?Que la gente no observ¨® tales pr¨¢cticas en la realidad? Parece poco menos que imposible, pues tampoco es que hayan sido precisamente excepcionales.
M¨¢s bien parece que, al no interferir en los dos pilares de la vida social campesina, a saber, la doncellez como un valor personal y social, y la esposa como una pertenencia contractual, la homosexualidad eclesi¨¢stica se pens¨® siempre que pertenec¨ªa a la esfera de lo privado y all¨ª no hab¨ªa por qu¨¦ meterse. Y es lo que ahora ha salido a flote con el caso del cura gay. Que la gente, de la misma manera que no entiende el celibato de los cl¨¦rigos heterosexuales, y su rompimiento en algo afecta a todos, no acepta que se les persiga por la pr¨¢ctica homosexual, que s¨®lo a ellos incumbe. El pueblo, como de costumbre, tiene raz¨®n en las cosas fundamentales.
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