El capitalismo de amiguetes al estilo americano
?Recuerdan la crisis del Lejano Oriente, cuando el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y sus aliados del Fondo Monetario Internacional culparon de los problemas de la regi¨®n al capitalismo de amiguetes, a la falta de transparencia y a la poca gobernabilidad corporativa? A los pa¨ªses se les dijo entonces que siguieran el modelo estadounidense, que usaran empresas de auditor¨ªa estadounidenses, que contrataran a empresarios estadounidenses para que les ense?aran el modo de manejar sus compa?¨ªas. (Daba igual que, bajo el liderazgo de sus propios empresarios, el Este asi¨¢tico hubiera crecido m¨¢s r¨¢pido que ninguna otra regi¨®n -y con mayor estabilidad- durante las tres d¨¦cadas anteriores.) El esc¨¢ndalo de Enron le da nuevo significado a dos de los dichos favoritos de los estadounidenses: 'What goes around comes around' y 'People in glass houses shouldn't throw stones' ('Lo que circula por ah¨ª termina siendo real' y 'Quien tenga el techo de cristal que no tire la primera piedra').
Enron utiliz¨® extravagantes trucos contables y productos financieros complicados (derivados) para desorientar a los inversionistas acerca de su valor. Sin ning¨²n asomo de transparencia. Us¨® su dinero para comprar influencia y poder, para dar forma a la pol¨ªtica de energ¨ªa estadounidense y para sortear las regulaciones.
El capitalismo de amiguetes no es nada nuevo; tampoco lo es la competencia de un solo partido. Supuestamente, el exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Robert Rubin, intent¨® influenciar al gobierno actual para que interviniera en nombre de Enron durante su ardiente disputa en India. Y hab¨ªa intervenido estando al frente del Tesoro cuando la supuestamente independiente mesa directiva intent¨® limpiar la contabilidad de las opciones accionariales de los ejecutivos senior para establecer est¨¢ndares de contabilidad. Dicho esfuerzo por hacer m¨¢s transparente la contabilidad corporativa fue bloqueado en parte gracias a ¨¦l.
La disposici¨®n de Estados Unidos para contribuir con miles de millones de d¨®lares para la salvaci¨®n de las l¨ªneas a¨¦reas o para crear c¨¢rteles que protejan sus industrias de acero y de aluminio sugiere que la ideolog¨ªa del mercado libre no es m¨¢s que un ligero disfraz del anticuado bienestar corporativo: hay que dar a quien tenga las conexiones apropiadas.
Algunos consideran que el hecho de que Enron no se haya salvado y que los problemas no se hayan encubierto demuestra la ausencia de capitalismo de amiguetes. Tengo una interpretaci¨®n distinta: lo que demuestra es la importancia que tiene una prensa libre, que probablemente no puede frenar los abusos pero los puede reducir. Conforme la prensa empez¨® a concentrarse m¨¢s en Enron, se fue haciendo evidente el n¨²mero de miembros del Congreso que hab¨ªan aceptado dinero de la compa?¨ªa. Las contribuciones a las campa?as no fueron s¨®lo cuesti¨®n de esp¨ªritu c¨ªvico, sino tambi¨¦n una inversi¨®n. Como muchas de las inversiones de Enron, funcion¨® bien a corto plazo, pero no result¨® a la larga.
De todo ello, surgen muchas lecciones. Algunas est¨¢n relacionadas con la pol¨ªtica: el esc¨¢ndalo de Enron refuerza el problema de la reforma de la financiaci¨®n de las campa?as electorales y la necesidad de unas leyes a¨²n m¨¢s estrictas para la exhibici¨®n p¨²blica de dicha financiaci¨®n. Las democracias se minan cuando los intereses corporativos pueden, de hecho, comprar las elecciones. El gobierno de Bush, sin embargo, se niega a hacer p¨²blica cierta informaci¨®n que mostrar¨ªa el papel que los intereses corporativos tuvieron en la definici¨®n de la pol¨ªtica de energ¨ªa.
Otras lecciones est¨¢n relacionadas con la econom¨ªa, especialmente con la informaci¨®n en la econom¨ªa. Para que los mercados funcionen, para tener los datos necesarios para una eficaz asignaci¨®n de recursos, los inversionistas deben tener tanta informaci¨®n como sea posible. Hay conflictos de intereses inherentes: los due?os y los administradores tienen una tendencia natural a presentar una imagen tan rosa como sea posible. Las auditor¨ªas se hacen con la intenci¨®n de poner l¨ªmites a los abusos potenciales. ?Pero qui¨¦n vigila a los guardianes? ?Qui¨¦n hace auditor¨ªas a los auditores?
Confiamos enormemente en los incentivos. Los auditores desean mantener su reputaci¨®n. Pero la interrelaci¨®n entre las pr¨¢cticas de consultor¨ªa y las de auditor¨ªa genera otros perversos incentivos: complacer a los clientes, a quienes no les agradan los informes desfavorables. Arthur Levitt, expresidente de la Securities and Exchange Commission de Estados Unidos, se dio cuenta del conflicto: la integridad de las firmas de auditor¨ªa podr¨ªa verse comprometida debido a que en su seno muchos se fijan sobre todo en sus intereses a corto plazo. ?l es quiz¨¢ el h¨¦roe desconocido de toda esta debacle. Pero las firmas de auditor¨ªa y sus clientes -no es para sorprenderse dada la intriga que surgi¨®- atacaron globalmente su propuesta de separar la consultor¨ªa de la auditor¨ªa.
Lo que Levitt comprendi¨®, y lo que la debacle de Enron muestra claramente, es que los incentivos importan, pero que unos mercados sin grilletes quiz¨¢ no proveen por s¨ª mismos los incentivos adecuados. Es posible que los mercados no ofrezcan incentivos para la generaci¨®n de riqueza; quiz¨¢ ofrecen incentivos para esa clase de trucos sucios que Enron busc¨®. La nueva econom¨ªa y sus complicados nuevos instrumentos financieros acent¨²an los problemas de los marcos contables fiables; hacen m¨¢s f¨¢cil el ofuscamiento. El medio corporativo estadounidense, en lugar de afrontar los asuntos, les da sistem¨¢ticamente la espalda, ayudado y alentado por el capitalismo de amiguetes de estilo americano.
El tema central de nuestros tiempos es encontrar un equilibrio correcto entre el gobierno y el mercado. El statu quo argumentar¨¢ que Enron es una excepci¨®n, que su deceso se debi¨® al fraude, que Estados Unidos tiene leyes contra el fraude y que quienes violen esas leyes deben pagar y pagar¨¢n las consecuencias. Pero que
gran parte de lo que Enron hizo fue legal. Sus auditores dicen que sus pr¨¢cticas centrales estuvieron dentro de la ley, que miles de empresas hacen lo mismo.
Tienen raz¨®n, y ¨¦se es el problema. Los inversionistas necesitan tener la seguridad de que la informaci¨®n recibida refleja adecuadamente la situaci¨®n econ¨®mica de una empresa. Hoy d¨ªa, en el actual medio regulatorio y legal, con derivados y otras obligaciones fuera del estado de cuenta, no hay forma de que los inversionistas obtengan tal seguridad. Necesitamos mejores modelos y leyes m¨¢s fuertes. Aunque nunca podremos prevenir todos los abusos, podemos lograr los incentivos correctos.
Podemos intentar inculcar mejores modelos ¨¦ticos. Pero no podemos confiar en ellos cuando a tanta gente le parece que las puertas giratorias no tienen nada de malo. Ellos dicen que controlan los conflictos de intereses, pero nosotros vemos que pueden controlarlos para satisfacer sus propios intereses. Pero incluso conforme la evidencia de tales abusos se torna visible, se van abriendo nuevas jurisdicciones para el abuso, como la derogaci¨®n estadounidense de la ley Glass Steagall, mediante la que se separaba a la banca comercial de la de inversi¨®n.
Una y otra vez, asistimos a las consecuencias del exceso de desregulaci¨®n, de los mercados sin grilletes. Ahora debemos resistir la tentaci¨®n de irnos al otro extremo. El reto consiste en saber alcanzar el equilibrio.
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