Teatro Cervantes

Despu¨¦s de mucho pensarlo, debido al alt¨ªsimo precio de las entradas, decid¨ª, el d¨ªa 7 de febrero, reservar dos plazas en la tercera planta para tener el privilegio de escuchar el R¨¦quiem, de Verdi, dirigido por Rostropovich. Privilegio, digo, que han tenido los ciudadanos de Castell¨®n, Valencia, Alicante, etc. Privilegio, insisto, por ver y o¨ªr a un maestro de esta talla en el centenario de tan extraordinario compositor. Comprendo que reunir una filarm¨®nica, un coro de prestigio y semejante batuta, es una oportunidad de oro que justifica ampliamente el precio.

Llevo desde ese d¨ªa disfrutando con la idea, cuando hete aqu¨ª que, a trav¨¦s de su diario, compruebo que la Filarm¨®nica de M¨¢laga se ha reducido a la Camerata de Atenas. El R¨¦quiem se ha convertido en una sucesi¨®n de piezas, de las que no discuto su valor art¨ªstico, y los coros se han esfumado. El concierto que se presenta es atractivo, s¨ª, pero a otro precio, no se pueden pagar 4.000 pesetas por butaca en la tercera planta.

Desgraciadamente, se confirma que los malague?os somos de segunda, se cambian los planes sin la menor consideraci¨®n al p¨²blico y, para colmo, el teatro me comunica que tiene absolutamente prohibido devolver el dinero.

?A qu¨¦ se debe este cambio? ?No ser¨¢ que las expectativas de aforo no cubr¨ªan los gastos del R¨¦quiem? As¨ª no se fomenta la cultura, as¨ª no.