Ll¨¢mame Glenn
Se?or Murcutt...'. '?Ll¨¢mame Glenn!'. En el primer contacto, el arquitecto reclama la cordialidad coloquial, y apea el tratamiento con la contundencia inequ¨ªvoca de quien desea ir al grano cuanto antes. Las obras de Glenn Murcutt -casas en su mayor¨ªa- se presentan con la misma inmediatez, evitando los formalismos convencionales y dirigi¨¦ndose al n¨²cleo del asunto con expeditiva naturalidad. A sus 65 a?os, el admirado maestro australiano se viste y se comporta como un granjero acomodado y jovial, viajando con frecuencia para atender sus compromisos p¨²blicos o docentes en el hemisferio norte, sin que sus ausencias peri¨®dicas de Sydney parezcan afectar gran cosa a su estudio unipersonal, donde los clientes de sus galpones dom¨¦sticos de vidrio y chapa se resignan a guardar turno durante a?os en una lista de espera. Y ese talante d¨¦contract¨¦, propio de un relajadamente laborioso country gentleman, es el que tienen sus edificios, cuya sencillez amable, utilitaria y off-the-shelf es s¨®lo el rostro distendido de una inmensa sabidur¨ªa constructiva, clim¨¢tica y paisaj¨ªstica.
Son estos refugios livianos los que han hecho de Murcutt un arquitecto de culto
Aunque nacido en Londres
por un azar viajero de sus padres, Murcutt es tan arquet¨ªpicamente australiano como sus obras. Australiano, enti¨¦ndase, no a la manera Cocodrilo Dundee que t¨®picamente circula por estos ant¨ªpodas, sino como una combinaci¨®n de la integridad inteligente de Rusell Crowe y la exactitud emocional de Nicole Kidman, representantes complementarios de una Australia cosmopolita que ha dejado atr¨¢s su historia ominosa de colonia penitenciaria, su mito antropol¨®gico de pureza aborigen y su utop¨ªa rom¨¢ntica de ¨²ltima frontera.
El territorio de aventura es hoy un pa¨ªs urbano, la mayor parte de cuyos veinte millones de habitantes vive en aglomeraciones metropolitanas, y donde la existencia de inmensas extensiones escasamente pobladas se compagina con leyes de inmigraci¨®n rigurosamente restrictivas, que con episodios como la negativa a permitir el desembarco de los n¨¢ufragos afganos recogidos por el carguero Tampa, o los prolongados internamientos de ilegales asi¨¢ticos en centros de detenci¨®n, han empa?ado la imagen sonriente de una Australia de canguros y tenistas.
La patria austral del arquitecto es m¨¢s bien la que dieron a conocer los Juegos Ol¨ªmpicos de Sydney, un pa¨ªs multicultural de robusta econom¨ªa y vastos espacios que procura combinar la prosperidad con el respeto a la naturaleza, y donde el esp¨ªritu pionero est¨¢ a¨²n presente en muchos ¨¢mbitos de la vida. En la de Murcutt, el arrojo y la iniciativa autosuficiente fueron valores que experiment¨® desde la cuna, como hijo de un admirador de Thoreau que fue sucesivamente buscador de oro, carpintero, promotor y arquitecto amateur, y junto al cual el joven Glenn se familiariz¨® con los materiales y las t¨¦cnicas de la construcci¨®n. Sus estudios de arquitectura en Sydney durante los a?os cincuenta le convirtieron al evangelio miesiano que por entonces se promov¨ªa en la California de Neutra y Ellwood, y su etapa de pr¨¢cticas en distintas oficinas australianas y brit¨¢nicas durante los sesenta reforzaron su adhesi¨®n a la modernidad relajada y regional de la Costa Pac¨ªfica de Estados Unidos, enriquecida con los inevitables ecos japoneses, y matizada por una ¨ªntima afinidad con las arquitecturas escandinavas de la ¨¦poca, cuyo empirismo humanista, valoraci¨®n de lo vern¨¢culo y devoci¨®n al paisaje entraban en resonancia con la popularidad de Alvar Aalto y la presencia de Utzon en Sydney durante los primeros a?os de la construcci¨®n de su emblem¨¢tica ¨®pera sobre la bah¨ªa.
Al abrir su propio estudio en 1969, Murcutt es sin duda un profesional de gusto refinado y amplia experiencia, pero las primeras casas que construye para s¨ª mismo, su hermano Douglas o Laurie Short son ejercicios que se alimentan disciplinadamente de la Casa Farnsworth de Mies van der Rohe o de las Case Study Houses californianas, rigurosas cajas de vidrio que s¨®lo se permiten la somera adaptaci¨®n clim¨¢tica de los vuelos y los porches. El punto de inflexi¨®n para el australiano llega en 1973, tras un viaje europeo en el que descubre la Maison de Verre -un experimento higienista y mec¨¢nico construido entre 1927 y 1931 por Pierre Chareau que ha inspirado tambi¨¦n buena parte de la alta tecnolog¨ªa del siglo XX, de Prouv¨¦ a Foster-, y el racionalismo po¨¦tico y pragm¨¢tico de la casa parisiense le anima a enriquecer la universalidad moderna de las mallas geom¨¦tricas con unas nuevas herramientas materiales y formales: productos de cat¨¢logo, celos¨ªas de almac¨¦n y chapas corrugadas que transforman las cajas transparentes en naves extrusionadas de cubiertas curvas y sabor industrial, galpones an¨®nimos y exquisitos que se materializan por primera vez en la casa de Marie Short en Kempsey (m¨¢s tarde adquirida por el propio arquitecto), y que a partir de entonces proliferan en una espl¨¦ndida floraci¨®n de arquitecturas dom¨¦sticas elementales y elegantes, en sinton¨ªa con el sol, el viento o la lluvia de los paisajes del occidente australiano, de los bosques de eucaliptos donde se oculta la casa Ball-Eastaway a las ¨¢ridas costas donde se levanta la casa Magney.
Son estos refugios fabriles y
livianos, p¨°veros en ocasiones y ad-hoc casi siempre, los que han hecho de Murcutt un arquitecto de culto. Pero la popularidad de este vern¨¢culo industrial de construcci¨®n meticulosa, control clim¨¢tico impecable y adaptaci¨®n al paisaje sin suturas es inseparable del singular m¨¦todo de trabajo del arquitecto, que no emplea ayudantes ni colaboradores, realizando por s¨ª solo tanto el proyecto como la direcci¨®n de obra, asumiendo la plena responsabilidad personal de cada etapa del proceso y no delegando ninguna decisi¨®n.
As¨ª, desde el dibujo de los planos (que ha logrado reducir a s¨®lo tres o cuatro hojas de formato A2 -como este peri¨®dico desplegado- para cada casa, y que contienen tanto las plantas a escala 1:100 requeridas por las licencias urban¨ªsticas como la secci¨®n a escala 1:20 donde se definen los detalles constructivos) hasta la supervisi¨®n del ¨²ltimo tornillo, todo se conf¨ªa al cuidado de una sola persona, el arquitecto, que logra de esta forma un excepcional control creativo sobre la obra, y propone tambi¨¦n un ins¨®lito modelo de ejercicio profesional, cuyo aparente arca¨ªsmo est¨¢ desmentido por la ejemplar verosimilitud que la experiencia de Glenn Murcutt testimonia. La Bienal de Sydney comienza en mayo bajo el lema (El mundo puede ser) Fant¨¢stico, y esa afirmaci¨®n optimista describe fielmente la obra de Glenn. Frente al des¨¢nimo y el cinismo de tantos, abrumados por la exigente complejidad de la construcci¨®n contempor¨¢nea, la aventura austral de este arquitecto de los ant¨ªpodas merece convertirse en una referencia de reflexi¨®n.
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